Ella era una soñadora conmovida por la vida, que veía en su destino una única opción; triunfar en la belleza de los demás. Estaba convencida de que sus manos y corazón solo debían tener tiempo para los bocetos de la pasarela, porque para ella no exi...
Las luces se habían apagado y todos los murmullos se silenciaron poco a poco. Hye Seok intentaba encontrar un sitio vacío, pero aquello parecía una misión imposible.
La amplia y prestigiosa pasarela se decoró con una tenue iluminación que iba desde tonos púrpuras a celestes, y el jefe de la empresa que se presentaría se colocó en uno de los podios a un costado de esta para recitar sus palabras de agradecimiento y bienvenida previas al desfile.
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Hey Seok estuvo a punto de plantearse la opción de quedarse de pie observando, aunque aquello no fuese muy protocolar.
Sin embargo, notó que a unos cuantos metros de distancia una de las hileras permanecía vacía, únicamente ocupadas por una sola persona.
Lo que ella no sabía era que aquel individuo que reposaba tranquilamente en una de esas sillas, había reservado con toda intención ese lugar para él solo. Su humor no era el más agradable, y ya que debía juzgar y evaluar las prendas que se mostrarían en el desfile, quería concentrarse en paz. Sin nadie a su alrededor que le molestase.
Porque para aquella persona, hacer las cosas por su cuenta era más efectivo que nada, es por ello que no quería murmullos a su alrededor que confundieran su perspectiva o refutaran sus opiniones. Solo se fiaba de unos pocos de su entera confianza para realizar las tareas que él no podía.
Sintió una de las sillas a su costado ser removida y gruñó por lo bajo.
¿A caso nadie le había dicho a esa persona que no quería que lo molestaran?
Creyó que había dejado en claro aquello cuando reservó la fila de asientos, e inmediatamente pensó que la seguridad de ese lugar era un asco.
Se dispuso a girarse para echar de ahí a quien quiera que haya osado con interrumpir su tranquilidad. No pensaba ser amable, rara vez lo era.
Pero entonces unos brillantes y hermosos ojos mieles se encontraron con los suyos, de verdad que eran preciosas aquellas pupilas…y qué decir de su portadora.
Pasó sin discreción alguna su mirada por cada facción de la chica, apreciando su piel bronceada y sus mejillas sonrojadas al natural. Por último deleitó su papila de diseñador con aquel vestido rojo vino, le había parecido maravilloso. Pero le resultaba extraño que solo con mirarlo no podía decir a qué marca o diseñador pertenecía, y aquello ya era mucho decir. Porque para alguien tan conocedor del tema como él, ese tipo de cosas no pasaban desapercibidas.
La joven desvió la mirada nerviosa, aquel desconocido no había dejado de observarla desde que se sentó a su lado. Por un momento pensó que quizás el lugar estaba ocupado y él solo se avergonzaba de decírselo.
—Lo siento…¿Está ocupado el lugar?—Murmuró su pregunta con nervios.
El chico sonrió de lado, no sabía por qué le había parecido tierno el tono de su voz. Le había gustado. Era claro que ella no sabía que toda la fila estaba reservada por él. Lo que haría en esas situaciones sería echar de su lado a la intrusa sin miramientos.
