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El príncipe Kiyoomi había crecido como un digno futuro rey.
El cachorro del espíritu de los lobos poseía una piel de porcelana, blanca como la nieve, adornada por pequeñas marcas en tonos marrones a lo largo de su cuerpo, cortesía del espíritu de la luna, Yue, quien le había obsequiado dichas marcas cuando había ido a conocer al cachorro de Kamari.

"Estrellas." Había dicho, una vez que había pasado sus manos por el cuerpo del bebé aún en sus primeros días de nacido. "Lo mejor para el rey que cuidará del bosque."

El niño a su vez poseía un desordenado cabello, negro como la mismísima noche. Los ojos del pequeño eran grises, ojos de lobo, cómo tenía que esperarse de un niño que era propiedad de un espíritu.

Kiyoomi tenía quince años. Era un niño serio, que tenía algo de desdén a los demás nobles que lo acompañaban. Miraba con sentido recelo a los demás, pero se preocupaba por su gente. Era un adulto prematuro.

Iba en su palanquín, llevado por los humanos prisioneros que alguna vez habían intentado alterar el orden del bosque.

Chakoshi no era en sí el bosque. Era más bien un reino frente al bosque, que impedía de esta manera el paso de los humanos a él. Las murallas de Chakoshi eran imponentes, protegían a los espíritus y a sus descendientes, manteniéndolos aislados del resto de Japón. El castillo de los Sakusa no estaba tan lejos de ahí, y Kiyoomi se estaba fastidiando, impaciente por llegar a esa celda de concreto y poder quitarse esa ridícula ropa de la nobleza, para poder cambiarse y correr al bosque con Kamari.

"¡Déjenlo en paz!" El grito de un niño que desconocía irrumpió la tranquilidad del viaje del príncipe.

Frunció el ceño.

"Oi, deténganse." Dijo Kiyoomi, tomando con la mano la tela del palanquín, asomando la cabeza para ver qué sucedía. Los humanos habían obedecido, deteniéndose y arrodillándose para mantener quieto el palanquin.

Dos chicos casi idénticos se defendían de un par de soldados de la nobleza. Al parecer, uno de ellos había robado algo, y el otro estaba defendiéndolo.

"¿Sabías que robar es penado con la horca?" Decía uno de los soldados, sacando su katana para intimidarlos. "Y la complicidad también."

"¡No! ¡No estábamos robando! ¡Nuestro padre lo pagará! ¡Es el líder del clan Inarizaki!" Gritaba el chico tras su hermano, frunciendo el ceño.

"¿Miya? ¿Y qué con eso? Los Miya no son más que sucios zorros ladrones. Nadie necesita de esos." Se burló el soldado, haciéndole una seña a su compañero. "Llévatelos."

"¡No! ¡No pueden hacerlo!" El chico se retorcía en los brazos del soldado, intentando escapar.

Kiyoomi inspiró profundamente.

"Kamari." Dijo, llamando a su espíritu guardián, y el lobo, en cuestión de segundos, había llegado corriendo al lado del palanquín, llamando la atención de todos los presentes.

Kiyoomi bajó del palanquín. Odiaba que Kamari lo viera con ropa de la nobleza, pero la ocasión hacía que eso fuese lo menos importante. El azabache abrazó al lobo, inundando sus fosas nasales con su olor, acariciando su pelaje con sus brazos y dejando que ella le quitase ese desagradable olor a humano.

Una vez se sintió cómodo con su olor, caminó junto con Kamari hacia los responsables de arruinar su paseo. Los soldados lo miraban expectantes, al igual que los chicos de cabello castaño y el resto de las personas en aquella calle.

"Me causa gracia verte tan calladito cuando hace unos segundos no parabas de insultar a un clan de gran linaje, maldito gato callejero." Se burló el príncipe, haciendo que el soldado frunciera el ceño.

Quiso responder. El soldado moría por decirle a Kiyoomi que era un maldito perro domesticado. Pero con Kamari a su lado, con ese lobo de metro y medio amenazándolo con la mirada, era imposible.

"Kamari, ¿Quienes son?" Preguntó Kiyoomi, y se acercó a los chicos, analizándolos. Uno de ellos tenía el cabello más oscuro y el otro más claro, pero por la expresión en sus rostros le fue fácil reconocer al culpable del alboroto. Tomó su mentón, alzándole la mirada, sonriendo cuando vio que el niño se había sonrojado hasta las orejas. Se veía avergonzado, le resultó lindo.

"Atsumu y Osamu Miya, Kiyoomi. Son los primogénitos del clan de los zorros, Inarizaki." Respondió Kamari, viendo la escena con interés.

Sí, el destino de verdad era algo increíble. Incluso un espíritu de miles de años como ella podía aceptarlo.

"Los quiero." Dijo el príncipe, soltando el mentón del chico, arrancándole un jadeo cuando se alejó. Se acercó a Kamari, posando su mano cerca de una de sus orejas. "¿Me los das?" Pidió, como un niño pequeño le pedía a su madre una golosina en la tienda. El espíritu asintió.

"Son tuyos, Kiyoomi."

El príncipe sonrió.

"Desde este momento y en adelante, estos chicos son de mi propiedad." Sentenció el príncipe, llamando la atención de los presentes. "Cualquier persona que se atreva a insultar el linaje de los zorros va a pagar con sangre. No necesito la petulancia ni la arrogancia de los humanos en mi reino." Hizo una pausa, y esta vez, se dirigió a los soldados. "¡Los zorros y los lobos estamos en buenos términos hace miles de años, y no voy a permitir que la arrogancia de los humanos rompa ese lazo! ¡Cualquier persona que se atreva a alterar el orden de Chakoshi, va a pagarme con su sangre!" Concluyó, dictando de esa manera la nueva ley.

Una vez vio que ninguna persona iba a decirle nada, el príncipe volteó, decidido a irse de ahí. Estaba harto. Odiaba a los humanos, lo molestaban.

"¿Cuál de ustedes dos fue el culpable de ésto?" Inquirió el príncipe, viendo a los niños castaños junto a Kamari, que ya los había inspeccionado debidamente antes de tener cualquier contacto con él.

"Yo..." Respondió uno de los chicos. El chico al que le había tomado el mentón. "Soy Atsumu. Lo siento, yo..."

"No te disculpes. No te rebajes de esa manera. Eres un zorro. Actúa como tal." Dijo el príncipe, con algo de desdén en su voz. "Tú." Llamó a uno de los humanos que llevaban su palanquín. El hombre lo miró en espera de una orden. "Llévenlos al castillo. Que les cambien las ropas y les quiten ese maldito olor a humano. Que nadie los toque hasta que vuelva." Indicó, viendo al hombre asentir. "Díganle a mis primos que se encarguen de ellos."

Y dicho eso, Sakusa se subió en Kamari, abrazándola para llenarse de su olor.

"¡Hey! ¡Espera!" Había dicho Atsumu, pero el futuro rey ya había partido, abrazado al lomo de su espíritu guardián hacia el bosque.



















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HEYHEYHEY! estoy muy feliz de que estén leyendo esta fic que va a tener TANTAS cosas bonitas. amo las leyendas y los símbolos y las cosas con significado así que habrá mucho de eso aquí. espero que les guste!! 

si les interesa, hay una fic kuroken en mi perfil, una leki (o ranga) y una de haikyuu en general de acción (también hay una de comedia) pueden pasarse por esas si los temas les interesan.

see you'all soon! 

xoxo, v

『 fox eyes ; sakuatsu 』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora