↳ ੈ‧₊ 28 DE ABRIL

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El quitón cayó eventualmente al suelo con una extraordinaria gracia, revelando finalmente la forma física del dios de la suerte en su más pura forma. Piel lechosa y tersa con bellos subtonos rosados se apoderó de la vista del castaño, quien después siguió bajando la mirada de la forma más inocente posible hasta encontrarse con las partes nobles de la presencia ajena.

Hinata tragó saliva, sintiendo su cara calentarse un poco más. Era cierto que trataba a Nagito como su esposo inclusive antes de su primer encuentro físico, pero tener tanta intimidad le traía cierto bochorno, pues nunca antes se le permitió realizar un acto de esa naturaleza en el convento en el que había residido los últimos siete años.

Pero lo deseaba más que nada en el mundo, por lo que supuso que no podía rechazar esa oferta. Su superior había elegido este método de ascensión solamente para él, por lo que debía mostrar su gratitud lo más que pudiese.

—¿Qué esperas, mi querido Hajime? —Preguntó Komaeda, sentándose sobre el futón en el que el moreno anteriormente mencionado se había despertado hace un tiempo, soltando suaves risitas al mirar lo acomplejado que se veía. Sabía que era humano tenerles pena a esas partes de las relaciones personales, así que no estaba del todo preocupado por ello. A decir verdad, encontraba bastante adorable, ver los ojos oliva del hombre frente a él con un cierto brillo curioso que al mismo tiempo expresaban la pena de ponerle una mano encima.

Y, elementalmente, Hinata no solo estaba asustado por lo repentino y privado del acto. También encontraba ponerle las manos encima a Nagito algo extraño. No porque no lo amara o porque no anhelara esto, pero porque sentía que sus manos mortales no eran del todo dignas de tocar a un ser de semejante divinidad.

Suspiró antes de decidir si debería deshacerse de sus ropas. No lo había notado antes, pues estaba concentrado en procesar toda la situación, pero aparentemente él también llevaba puesta una toga similar a la que su superior llevaba sobre su delgada silueta solo minutos antes.

—¿Cómo hago esto? —Preguntó Hajime con un poco más de confianza. Quería hacerle saber al otro que su único deseo era complacerlo a él y nada más, que sus necesidades humanas serían completamente ignoradas si así se le requería.

El albino señaló el quitón que llevaba encima, referenciando que un buen inicio sería que lo retirara de su cuerpo. Hinata comprendió esto de inmediato y, con un poco de pena, comenzó a quitar los nudos que mantenían la tela blanca sobre su figura.

El pudor que tuvo sobre la tierra estaba comenzando a dificultar las cosas, puesto que mostrar su cuerpo desnudo a otra persona no era algo que solía hacer a menudo. Realmente, nunca antes había hecho algo de similar naturaleza, lo cual empeoraba el asunto.

Pero una vez todos los nudos estuvieron retirados, la prenda cayó al suelo sin oponer mucha resistencia, finalmente mostrando la forma más pura en la que Hajime podría encontrarse.

Ahora ambos hombres estaban despojados de sus prendas, Nagito sobre el futón tendido, y Hajime preparándose mentalmente para lo que iba a ocurrir. A pesar de que era predecible que habría algún tipo de tensión en el ambiente de la habitación, no la había. Era bizarro, pero no parecía incomodar a ninguna de las dos partes.

—Ven aquí, no tengas pena —volvió a soltar Komaeda entre risitas, risitas tan ligeras e inocentes que eran capaces de calmar las inseguridades del castaño. Con una seña lo invitó a tomar lugar a su lado sobre el colchón tradicional japonés en el que él estaba.

Un poco más seguro de sí, pensando en cómo todo saldría bien, el moreno se acercó con pasos lentos, dejando que el aire del cuarto acariciara cada pulgada de su piel de manera delicada. Podría igualmente sentir como su miembro se endurecía levemente bajo el estímulo mental de la situación, pero no era relevante ahora.

↳ 🍃₊˚. ··· Divine »-Komahina/Kamukoma-«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora