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Duo: Vidas Paralelas

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Duo: Vidas Paralelas

En otoño, cuando las verdes hojas morían, nació aquel quien fue concebido por error. Bajo gritos de dolor de una mujer sufriendo un parto angustioso y las temblorosas manos de un hombre descontento que se sentía con los sueños truncados.

Park Jimin no lo sabía, pero desde antes de dar su primer respiro estuvo condenado a la indiferencia. Lejos de lo que podría pensarse, Jimin solamente nació debido a las circunstancias: el aborto no era voluntad de Dios, un asesinato no era voluntad de Dios. Y sus padres, condenados a sus propios actos, no tuvieron más opción que unirse en santo matrimonio.

Jimin creció... saludable. Rechoncho, con mejillas llenas y ruborizadas que se asemejaban a pequeñas manzanas. Un niño cariñoso, dulce y sensible que hacía que el malestar de su madre disminuyera. Sin embargo, su dulzura no era más que sinónimo de ingenuidad para los demás y prontamente Jimin se convirtió en el blanco de burlas de los muy honestos –crueles– niños.

A veces era mucho para él, era muy difícil lidiar con las mismas molestas palabras de siempre. No entendía porqué a sus compañeros de clase se les hacía gracioso burlarse de lo mismo una y otra vez. Él no le hallaba lo gracioso en absoluto. Le lastimaba, ¿por qué a la gente le daba gracia lastimarlo?

Los días eran un infierno; les llamaba así porque tenía una vaga idea de lo que eso significaba. Era aquel lugar que sus padres retrataban terrorífico, maligno y lleno de seres de oscuridad que lo lastimarían sin cansancio alguno si él decidía no seguir las palabras del señor Dios. Pero ¿no él estaba viviendo ya en una cárcel llena de oscuridad y seres malignos pese a seguir todas las enseñanzas del padre? Jimin rezaba cada día cuando se despertaba, antes de comer e incluso antes de dormir. Jimin no mentía, Jimin no robaba, Jimin iba a la iglesia cada domingo y a la parroquia cada miércoles a pedir que los horribles niños dejaran de molestarlo y que su madre pudiera abrazarlo; Jimin solo era un niño que no pecaba, entonces, ¿por qué Dios hacía como que no existía?

No recordaba día que no terminara llorando irremediablemente sintiendo la frialdad de las baldosas del baño, abrazando inútilmente su peluche favorito tratando de buscar consuelo en su toque. No podía permitir que su padre lo escuchase, lo aterrorizaba.

Lo imaginaba con los ojos inyectados en sangre diciéndole con voz ronca imitando a un monstruo repitiéndole: «los hombres no lloran Jimin, los hombres no lloran». Luego, lo tomaría de los brazos, lastimándolo horriblemente de paso, y golpearía dos veces sus gorditas mejillas. Entonces, él pensaría «no me gusta ser un hombre».

Todas esas situaciones lo llevaron a una respuesta que lo aterrorizaba: Dios no existía. Pues pese a que se hincara viendo al cielo con sus manitas juntas y ceño fruncido con intensidad, Dios no lo oía, ¿o Dios no quería?

¿Pero, por qué? Si él no pedía cosas complicadas, sólo añoraba poder llorar abrazando las piernas de su madre mientras ella, cariñosamente le acariciaría los cabellos castaños y repetiría: «llora todo lo que quieras, amor. Yo estoy aquí para ti siempre que lo necesites». Sólo pedía no escuchar la voz terrorífica de su padre repitiendo sin saciedad, que los hombres no lloran. Jimin entonces entendió; no importaba cuánto su corazón galopara en la espera de que sus plegarias fuesen escuchadas, este no llegaría, porque aquél magnificente e impresionante ser divino del que todos hablaban, no existía. Pues era perfecto, y la perfección no cabía en este mundo.

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⏰ Última actualización: Apr 10, 2023 ⏰

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𝐷𝑒𝑠 𝐸𝑥𝑖𝑙𝑒́𝑠 𝑒𝑡 𝐷𝑒𝑠 𝑃𝑒𝑟𝑑𝑢𝑠 𝐶𝑜𝑟𝑟𝑜𝑚𝑝𝑢𝑠 [Vᴋᴏᴏᴋᴍɪɴ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora