El trono de la bruja
Sharín cruzó la puerta final del vestíbulo y llegó a una enorme sala con dos filas de niños, dejando en medio un caminó que concluía en un trono de piedra donde una mujer alta esperaba sentada, luciendo un majestuoso vestido plateado que ondeaba impecablemente sobre el piso.
Pero el detalle que más llamo la atención de Sharín fue mirar el rostro de los infantes vistiendo ropas harapientas. Habían alrededor de un centenar de niños de diferentes edades. Sharín tuvo que volver a ver sus rostros para dar credibilidad a lo veía; todos tenían facciones embelesadas y los ojos en blanco permanecían inmóviles dentro de sus órbitas. Sharín supo que se encontraban inconscientes de la realidad, porque así resultaba fácil robar su talento y mantener un absoluto control sobre ellos.
-Sharín, Sharín, Sharín, al fin llegas a mí. Te estábamos esperando -susurró la voz profunda de la Dama Gris desde su trono.
Sharín volvió su atención hacia el frente y miro la postura altanera de aquella mujer. No sentía miedo en absoluto, la rabia que se había apoderado dentro de él era mucho mayor que el temor. Volvió a ver a los niños y estuvo asqueado de lo que era capaz aquella bruja malvada, quien permanecía sentada en su trono de piedra en forma de cuervo.
Sharín no podía distinguirle el rostro a la distancia que se encontraba, debía de cruzar en medio de los niños para llegar hasta ella.
-Acercate, no tengas miedo. Conversaremos un poco -instó la Dama Gris.
Sharín camino con firmeza hasta llegar al pie de su trono. La Dama Gris se puso de pie y él pudo ver su rostro suave y blanquecino, uno de sus ojos era azabache y el otro brillante como el oro; el ojo mágico que contenía todo el poder con el cual ella gobernaba el otro mundo. La Dama Gris me sonrió y bajo la pequeña escalinata de tres peldaños de piedra que contenía su trono.
La Dama Gris se colocó frente él y le tendió su mano derecha como si tuvieran un lazo de amistad, inexistente para él.
-No tengas miedo, Sharín. No te haré ningún daño -añadió ella.
-No es miedo, simplemente no eres digna de confianza -respondió Sharín utilizando su franqueza.
La Dama Gris sonrió con vehemencia, luego empezó a caminar entre los niños que permanecían como estatuas vivientes.
-Eres valiente como tu madre -soltó haciendo que él sintiera una punzada en su corazón. Se había olvidado que su madre vivió en el Orbialis, quizás la Dama Gris llegaría a conocerla en persona, o sólo estaba utilizando la información extraída de los registros para utilizarla a su favor.
Pero, la ansiedad de conocer más sobre su pasado hizo que Sharín cayera en su juego.
-Mi madre, ¿conociste a mi madre? -quizó saber.
La Dama Gris se detuvó de espaldas hacia él, mientras acariciaba el rostro de una pequeña del cual poseía alguno de sus talentos.
-Conocí bien a tu madre. Era una mujer valiente, y veo que tú has heredado algunas de sus cualidades -respondió sin mirarlo -. Nadie se había atrevido a desafiar mis dominios en todos estos años.
Sharín tenía que seguir persuadiendola para que revelará toda la historia. No podía enfrentarse a ella sin antes saber toda la verdad sobre su madre y su pasado.
-Solo tuve un poco de suerte -contestó.
La Dama Gris se giró y lo miro fijamente por un segundo, su ojo mágico le daba una luz brillante a su rostro. Era una mujer de hermosas facciones, con unos labios delgados y el cabello largo y lacio que llegaba hasta su cintura. Pero la completa maldad residía en su interior y eso literalmente la convertía en el peor mostruo que Sharín había conocido.
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El Ojo Mágico
FantasyBuscaba una familia, y encontró amigos. Era temeroso, y aprendió a defenderse. Muchos desconocidos tenían esperanzas sobre él, ignorando que la mitad de su vida había sido un cobarde. ¿Quién era? ¿Adónde pertenecía? ¿Para qué lo necesitaban? La Dam...