Capítulo 6: El Primer Recuerdo

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En fin, pasaron los días hasta que llegó el último día del año escolar.

Imagínate, luego de dos semanas de ese incidente con Isabel, ella y yo volvimos a ser amigos e hicimos como si nada hubiera pasado. Como la gente suele decirle a los problemas: “Lo pasado ya es pasado”.

Antes de que llegara a mi casa, estuve caminado un rato en el centro comercial de la ciudad con Amelia. Ya que Isabel se tuvo que ir a un aeropuerto con sus padres por un viaje familiar ya que ellos habían vuelto para llevársela
temporalmente. Y Matías estaba caminando con Paola.

Yo muy feliz, pasé toda la tarde caminando y platicando con Amelia. Incluso la invité a que nos tomáramos un café por una cafetería que estaba cerca de la zona. Ahí, hicimos una promesa: que saldríamos a pasear entre los dos
durante estas vacaciones.

La verdad, me gustó la idea ya que no pasaría solo todos los días que restaban del año. Ya que mis padres regresaban del extranjero hasta en diciembre. Igual, ella se miraba feliz de pasar el tiempo conmigo o por lo menos yo así lo
sentía.

Al terminar de platicar y tomarnos nuestro café, nos fuimos hacia un árbol que estaba cerca del centro comercial y nos sentamos bajo la sombra de este. Los dos pudimos ver como el sol se ocultaba entre las montañas, como el cielo
se pintaba color negro, como las estrellas brillaban en el espacio, como la luna
iluminaba el cielo. Luego, Amelia y yo nos miramos a los ojos mientras ignorábamos todo nuestro entorno.

Pude sentir como sus hermosos ojos verdes chocaban con los míos. En ese momento mi corazón empezó a latir muy rápido, mis manos empezaron a sudar y mi pecho se empezó a calentarse. Entonces, no me había dado cuenta, ya eran las 7:30 p.m, podían regañar a
Amelia ya que ya era muy noche.

Me levanté del césped, y nos retiramos del lugar para dirigirnos a nuestras casas. Mientras caminaba con Amelia acompañándola a su casa, sentía un ambiente de tranquilidad y amor.

En fin, llegamos a su casa. Su padre abrió la puerta y observó que estaba con Amelia. Vaya sorpresa que me lleve pero eso no es todo, sin darme cuenta tenía mi mano agarrada a la de Amelia. Mi rostro se puso rojo, mi cuerpo empezó a calentarse y para colmo el padre de ella, con un rostro amargo me pidió que me le presentara.
Con mi rostro sonrojado le dije:

-Mi nombre es Ángel Hernández, tengo cuatro meses de conocer a su hija y los dos somos amigos.

La mirada de su padre era tan dura que no podía apartar mis ojos de ella. Luego, Amelia aclaró las cosas con él para que dejara de pensar otras cosas. Pero igual, su padre se dirigió a mí y me dijo:

-Ahh ya veo. Entonces ¿mi hija es muy poco para ti? Y no te atrae, pero bien le agarras la mano y la acompañas a casa, dime ¿acaso has hecho algo más con mi hija?

En ese momento, me puse aún más rojo y no sabia que responderle. En eso, Amelia se fue a una esquina se su casa a explicarle todo a su padre. No estoy seguro de como, pero al final lo convenció para dejará de hacerme preguntas.
En fin, justo cuando estaba retirándome, su padre me invitó a cenar con ellos. Yo quería rechazar su invitación, pero su mirada penetrable me lo impidió, así que no me quedo otra opción más que aceptar.

Simplemente, entre a su casa y me senté en la mesa como el padre de Amelia me lo pidió. Pude ver todas las delicias que estaban en la mesa. Había ensalada, pollo horneado, puré de papá entre otras cosas.

Comí junto a su familia, pero nunca me deje de sentir nervioso. De repente, su madre empezó a preguntarme acerca de mi vida. No sabía que responder, me preguntó cuántos años tenía, le dije que dieciséis y que el veintidós de
noviembre cumplía los diecisiete.

El Corazón Latente de Un Adolescente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora