V: CHARLANDO CON LA NUEVA COMPAÑERA

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Laura encontró un montón de rocas enormes, esparcidas en frente suyo, mientras se detenía para contestar otra llamada de su jefe. No sabía cuánto tiempo había ocurrido eso, pero esperaba que no le afectara al profesor Garza mientras iba viajando. Lo más probable era que sí, ya que había recibido una llamada por la mañana diciéndole que la estaba esperando, que llegara temprano.

Recordó aquella reunión con su jefe,  el señor William Ospina,  un par de días atrás, como una de las más extrañas e incómodas desde que entró a trabajar en el canal y en general al desempeñar su carrera como periodista. La forma en que le hablaba, con tono serio, explicándole el por qué la mandó llamar aquella tarde con tanta urgencia. No todos los días pasaba eso. 

La citó en un café local, en el centro de Bogotá. Le pidió que no le dijera a nadie que iba a ver a su jefe, por razones estrictamente confidenciales, ya que la información que le iba a entregar era más delicada que cualquier otro descubrimiento sobre corrupción en los altos cargos políticos de la nación. 

— No es simplemente un misterio. Lo que acabo de obtener es algo mucho más grande de lo que se imagina. Y está más allá de los límites de la comprensión de cualquier persona, por más inteligente que sea.  

— Vale, vale. Pero, ¿de qué se trata ese caso tan importante del que me habla? 

En ese instante, Ospina saca una carpeta con las letras CONFIDENCIAL escritas en la portada. Y mientras se la entregaba, el viejo le dijo una frase que pronto entendería.

Estaba recordando todo lo que le había contado aquella tarde, un poco asustada, mientras que Ospina al teléfono le explicaba por enésima vez lo que debía hacer. Ella suspiró, cansada de escuchar la misma historia y el trabajo que le había encomendado. No podía creer que un secreto de tal calibre hubiera estado oculto por tantas décadas. Fue una completa revelación, que en efecto sobrepasaba los límites de su reducida concepción de lo misterioso, de lo políticamente incorrecto de la sociedad.

— Tranquilo, señor Ospina. Todo saldrá a la luz, se lo aseguro —. le dijo, mientras decía para sus adentros "Solo espero que mi buen compañero me colabore y no me trate de idiota".

Desde que entró a estudiar la carrera de comunicación social y periodismo, mucha gente, sobre todo hombres, le habían hecho bromas estúpidas y machistas. Lastimosamente, en este mucho vive mucho pendejo que desperdicia oxígeno, como decía su madre. Había vivido con 3 hermanos y otros 5 primos, que le sacaban la paciencia a ratos, así que conocía perfectamente cómo tratar los diferentes tipos de hombres y la diferencia entre un necio con el cerebro lleno de cucarachas  y alguien inteligente, serio y enfocado en lo que hace. Y el profesor Garza entraba en esa última categoría.

— Eso espero. Recordá el riesgo que estás corriendo, Laura. Todos aquí lo corremos. Y asegurate de que tu compañero no se entere de nada.  Sos la mejor en eso.

— No se preocupe, jefe. Usted sabe que soy cerrada como una tumba, y sé cómo lidiar con gente inteligente como el profesor.  

Antes de llegar al puente de Montejo, Laura se repitió otra vez la frase que Ospina le había dicho.

"Esto no solo sacudirá los cimientos de la nación. Los derribará." 

...

— Acordate, Ben, de la deuda que tenés conmigo.

— A qué te referís?

— Vos sabés de lo que estoy hablando.

Ben se visualizó, en el pasillo de su antigua facultad. No sabía por qué estaba pensando en eso, ni le interesaba. Siempre quiso mantener ese pensamiento oculto, cerrado bajo llave en el rincón más profundo de su mente. Olvidarse por completo de él.

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⏰ Última actualización: May 24, 2022 ⏰

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