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Jace

Los 120 kilómetros se habían hecho eternos, pero luego de unas tres horas llegamos a nuestro destino.

Los tres chicos despertaron unos minutos antes de llegar. Y yo deseaba dormir unos minutos. Sentí un poco de envidia.

—Me duelen las piernas —se quejó Christian.

—A mi también —dijo Tom bostezando.

—Arriba el ánimo. Ya llegamos —anuncié.

Estaba estacionado en una parte del bosque. Para ser exacto estaba a unos metros de mi dulce hogar. De la famosa cabaña en donde nos reuníamos para planear nuestras misiones y también para hacer fiestas.

—Quiero mear —dijo Christian y fue inevitable no soltar una carcajada.

—¿Crees que debemos ir? —me preguntó Harry poniéndose entremedio de Christian y yo apuntando con su dedo índice en dirección a la cabaña.

—Creo que debería ir uno de nosotros —le respondí mirando el lugar.

—Yo iré —se ofreció Tom.

—No, tú eres muy lento —me volteé a verlo —debo ir yo —suspire. Era la única opción.

Los tres chicos aceptaron a regañadientes. Ellos se quedarían aquí mientras yo iba a echar un vistazo.

Me gustaría creer que no había nadie, pero existía la posibilidad que no fuese así. Christian me entregó una glock 34, me dio una sonrisa de lado y luego murmuro un "suerte". Baje de la camioneta y Tom pasó al asiento del piloto sin antes desearme suerte.

Trague y dando un suspiro comencé a caminar en dirección donde se encontraba la casa. Mientras avanzaba rogaba porque nadie estuviera ahí ni por los alrededores. Debía entrar y asegurarme que nadie estuviera para así llamar a los chicos y escondernos en la planta baja. Cuando construyeron esa casa de dos pisos al dueño se le ocurrió construirla hacia abajo, es decir, tenía en total cuatro pisos, pero solo dos eran visibles para el ojo humano. Los otros dos se encontraban debajo y yo era el único que podía tener acceso a esos niveles. Ahí teníamos escondidas nuestras armas y todas las cosas que alguna vez pertenecieron a los black's. También tenía guardado algo de dinero, que hoy más que nunca necesitábamos.

Hacia un frío de mierda, pero aún así avance contra el viento que venía en mi dirección. Di unos pasos más antes de llegar a la puerta trasera de mi casa. Mire a ambos lados y no vi nada fuera de lo normal. Toque un trozo de cemento y un segundo después apareció una puerta de acero. Puse mi mano en un lector de huella y luego la clave para que la puerta pudiese abrirse. Un segundo después se abrió en silencio. Posicione la pistola y quite el seguro por si las moscas. Avance sin hacer ruido. Primero pase por la cocina y no vi nada inusual. Luego me dirigí al comedor y después al living, todo estaba bien. Me dispuse a subir las escaleras y llegué al segundo piso sin ningún problema. Revise todas las habitaciones y estaban en el mismo estado que la última vez que estuve ahí.

Dentro de la casa reinaba un silencio y mi instinto decía que no había nadie.

Tome el celular y marque el nuevo número de Christian.

—Pueden venir —le dije y él contestó un "vamos"

Corte la llamada y baje las escaleras. Llegué al primer piso. Suspiré. Mi mirada recorrió la sala de estar por última vez hasta que oí un ruido extraño. No sabía de donde provenía, pero no tarde mucho en ponerme alerta. Mire a mi alrededor pero no logré ver nada. Camine hacia la cocina con mi arma lista para disparar.

| Dulce venganza | #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora