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Jace

Llevaba cuatro días en Nueva York. El trabajo estaba hecho, sin embargo, Kratom aún no quería que volvamos. Según él ocurrió un problema bastante complicado y era mejor que no estuviéramos presentes.

Eran las nueve de la noche cuando me digne a llamar a Ashley. Contesto al tercer tono.

—¿Jace? —su voz sonó a través del teléfono.

—Hola hermanita —conteste.

—IDIOTA! ¿POR QUÉ NO HAS LLAMADO PEDAZO DE IMBECIL? —gritó tan fuerte que tuve que alejar el teléfono unos centímetros de mi oído.

—Ahora te estoy llamando —respondí amablemente.

—¡YA ME DI CUENTA IMBECIL! —volvió a gritar, y si seguía gritando se quedaría sin voz —, pero eso ya no importa... ¿qué quieres? Porque no creo que llames para saber cómo estoy.

—¿Cómo estás? —pregunté sabiendo que eso la molestaría más. Por dios amaba molestarla. A pesar de que fuéramos hermanastro —y que casi tuvimos un encuentro sexual— Yo la quería mucho. Siempre había querido un hermano menor, pero lamentable mis padres no habían podido dármelo, y es por eso que cuando llego Christian a mi vida prometí quererlo como si fuéramos hermanos.

—Odio cuando haces eso.

—¿Hacer qué? —pregunté sonriendo a pesar de que ella no lo viera.

—Olvídalo, ¿para que llamas? —preguntó soltando un suspiro.

—Te extraño —dije y eso era verdad. Cómo dije quería mucho a mi hermana y a pesar de estar lejos de ella por cuatro días la extrañaba. Extrañaba regañarla y hacerla enojar. También extrañaba a mi madre, pero eso era otra cosa y siempre que estaba en alguna misión evitaba pensar en ella.

—Que bueno, pero yo no lo hago —comentó y estaba seguro que en ese momento se miraba las uñas fingiendo desinterés.

—Eres mala.

—Soy sincera.

—Ya no te quiero.

—Me importa tres hectáreas de mierda.

—Pesada.

—IMBECIL.

—Loca.

—Feo.

—¿PERDÓN?, fea tu abuela.

—Te quiero.

—Yo no.

—Ash....

—Okey, si te quiero —respondió soltando una pequeña risa. —¿cómo... cómo va todo por allá? —cualquier pizca de gracia abandonó sus palabras, estaba preocupaba, y odiaba que se sintiera así.

—Todo bien Ash. Ya terminamos la misión...

—¿y por qué aún estás allá? —me interrumpió.

—Son cosas del trabajo Ash —solté un suspiro—. Sabes que no puedo hablarte de esto —soltó un suspiro, y luego escuché un sollozo de su parte —¿Hermana?

—Amo que me trates como tú hermana —otro sollozo se escuchó a través del aparato —, pero sabes que esto me asusta. A veces pienso que jamás volverás y eso...sentir eso me pone los pelos de punta.

—Ash...

—Odio sentir miedo cada vez que vas a una misión —confesó —Yo no podría vivir sin ti. Te necesito, siempre te necesitaré... tú no puedes abandonarme.

| Dulce venganza | #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora