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Aunque le costaba muchísimo admitirlo, él sabía muy bien que se había dado por vencido, que se vió acorralado por lo que aquella chica de pelo largo le hacía sentir.
Ésta vez, su cobardía había ganado la guerra, ya no era una pequeña lucha interna y él lo tenía completamente claro.
Ésta vez la había perdido definitivamente y dormir con ese sentimiento de culpa no era de gran ayuda.
Por eso mismo volvió al sentimiento seguro, al que no le hacía darle vuelcos a su estómago pero que le hacía sentir paz.
Se dio cuenta de que no estaba dispuesto a jugarse el todo por el todo, que prefería vivir con alguien que no le haga sentirse como un veinteañero enamorado.
Siempre prefirió ir a lo seguro, jamás le gustó lo incierto.
En voz baja su corazón no paraba de repetirle una sola palabra: Cobarde.

Hizo lo que siempre supo salirle bien, alejarse sin dejar rastros, como si jamás hubiera existido en la vida de aquella chica de rulos.
Sonrió con tristeza al recordar todo lo que vivieron juntos en tan poco tiempo y se odió por haber llevado eso tan lejos.
Pensó en lo mucho que ella debería estar odiándolo y recordó lo que dijo una vez:
"Sé que no estoy en posición de exigir nada porque nuestra relación no va de eso, pero por favor no desaparezcas. No te conviertas en una de esas personas porque en serio no quiero decepcionarme una vez más, por favor..."
Y ahí estaba, haciendo exactamente lo que prometió no hacer.

"Mejor que me odie." Se dijo a modo de consuelo, pero muy en el fondo de su ser sabía que iba a arrepentirse toda su vida de haber alejado a la única persona que lo había hecho sentir algo más que simplemente paz.

Pensando AndoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora