Capítulo 8.

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¡¡¡Au!!! ¿Qué acaba de pasar? Me he caído de la cama. Miro la hora, 8:15 am. ¡Mierda, me he quedado dormida! ¿Cómo no ha sonado el despertador? Miro el despertador, no funciona. Aprieto los ojos con fuerza, y luego los abro. No me creo que mamá se haya ido a trabajar y no me haya despertado. Me levanto de un salto, y salgo corriendo de mi cuarto. Entro al baño, y cierro la puerta. Me miro al espejo. Doy un suspiro enorme, y me siento en la taza del váter.  ¿De qué me sirve correr? Llegaré tarde igualmente. Me levanto, me saco la ropa y me meto a la ducha. Mi espalda está cada vez menos tensa, el agua me alivia. El morado de la pierna sigue ahí, pero el dolor se está yendo. Salgo de la ducha con cuidado, para no tener que repetir la fatídica escena del otro día. Me enrollo la toalla al cuerpo, y salgo del baño. Me saco la toalla y me miro al espejo. Se me eriza toda la piel. Me visto, y luego miro por la ventana. El día está gris. ¿Nubes en pleno verano?

Cojo mi mochila, y bajo las escaleras. Debería avisar que llego tarde. Dejo una nota en el refrigerador, y salgo de casa. No hay nadie. Normal, están todos estudiando o trabajando. Y yo aquí, llegando tarde porque el despertador se ha estropeado. Me siento en la parada del bus, y miro la hora. 8:45am. El bus llegará a menos diez.

Me siento cada vez más estúpida. Ahora tendré que comprarme un despertador nuevo. Quizás se rompió ayer, con todo el alboroto con el hombre encapuchado. Me quedo con la mirada perdida, mirando un punto cualquiera. Se me tensa el cuerpo al recordar lo que pasó ayer. Sigo sin entender nada. ¿Para qué entró? ¿Para nada? No me hizo nada, y no le hizo nada a la casa (a parte de llenarla de plumas). Quizás... Bah. Frunzo el ceño, y me limito a esperar el bus. Sin pensar estupideces. No quiero recordar lo que pasó ayer.

Llega el bus, y me subo. Diez minutos después llego al instituto, y me bajo. Vale, Claudia, discreción. Entro al instituto, y me voy directa a la clase de literatura. Aún no hay nadie, no ha sonado el timbre. Me siento en el suelo, y pongo la mochila encima de mis piernas. Siento un leve dolor. Abro la mochila, y saco la libreta de literatura. Me falta ponerle un título a mi poema. Bueno, da igual, no es lo más importante. Pongo los ojos en blanco, y guardo las cosas.

*Suena el timbre*

Empiezan a salir personas de todas las salas, hasta llenarse los pasillos. La gente me miro de reojo. Me pongo de pie, y me pongo la mochila en un hombro. Veo a Kate y a Paul desde lejos. Me ven, y corren hacia mí.

— ¡Claudia! -Dice Kaitlin mientras me abraza.

Sonrío.

— ¿Dónde te habías metido? ¿Por qué llegas a las nueve?

— Me quedé dormida, se ha estropeado el despertador.

Paul se despide de nosotras, y se va a su clase. Llega el profesor de literatura, y abre la clase. Entramos todos, y cierra la puerta. Me siento delante del todo. Kate se sienta al fondo de la clase, lo que significa que no ha hecho los deberes. El profesor empieza la clase.

— Buenos días, alumnos. Espero que hayan hecho la tarea que mandé ayer. Recogeré los poemsa en órden de mesa.

Alguien toca la puerta, y luego abre. Es David.

— Perdón, me había perdido.

— Pase, señor Mayne.

David pasa, y se sienta a mi lado. Pone su cuaderno en la mesa. Disimuladamente, miro. ¡Ha hecho el poema! El profesor retira nuestras hojas, y pasa a la fila de atrás. Minutos después, termina de recoger, y se queda de pie delante del pizarrón.

— Ahora me los leeré todos, y escogeré uno o dos para que salgan a recitarlo en voz alta, delante de todos. Mientras, abran el libro por la página setenta y hagan el ejercicio cuatro y cinco. -Dice el profesor, y luego se sienta.

Amándote.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora