Capítulo 9.

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— Claudia, levántate o llegarás tarde.

Escucho la voz de mi madre a lo lejos. Abro los ojos lentamente. Son las 6:15 am. No me gusta esto de no tener despertador. Salgo de la cama, y abro el armario. Hoy no tengo ganas de ir al instituto, pero aún con diecisiete años, no puedo elegir si me quedo en la cama o no.

Cojo unos jeans un poco rotos en la parte de la rodilla, y una camiseta blanca sin mangas. Camino hacia el baño, medio dormida, entro y cierro la puerta. Una ducha ahora me vendría de fábula. Lo dejo todo en el suelo, y me meto a la ducha. Dejo correr el agua por mi cara, y va cayendo por todo mi cuerpo. Es una sensación muy placentera, me quedaría debajo del agua por horas. Pero por desgracia el agua se paga, y no es económica, ni mucho menos. Salgo de la ducha, me seco y me visto, como cada día. Me miro al espejo del baño. Hoy estoy realmente fea, como demacrada y triste. ¿Qué me pasa? Entro a mi cuarto, y me dejo caer de espaldas  en mi cama. De verdad que hoy no quiero ir al instituto. Sólo quiero meterme dentro de la cama, dormir, y no despertar en una semana. Quién fuera oso para poder hibernar...

Son las 7:00 am. No quiero desayunar. ¿Qué hago? Aún tengo media hora antes de salir. ¿Y si...? ¿Y si voy a ver si está David en su casa? Era tarde cuando fui a dejar sus cosas, y él aún no aparecía. Frunzo el ceño, con miedo en el cuerpo. ¿Estará bien? Trago saliva al pensar qué hacía tan tarde en las calles de Abingdon, siendo nuevo aquí. Abro la ventana. Hace frío. Cojo un jersey gris bastante grueso, y me lo pongo. Cojo mi mochila, y me lo cuelgo en un hombro. Cierro la puerta de mi cuarto para que se ventile, y salgo. Bajo a la cocina.

— Mamá, me voy ya.

— Vale Claudia, cuídate. Y a ver si comes algo, que estos días no has desayunado.

Pongo los ojos en blanco. No tengo hambre. ¿Quién come sin hambre? Nadie. Suspiro y salgo de casa. Hace un poco de viento. Se me eriza toda la piel, esta vez de frío. Aún falta una semana para que empiece el otoño, no tendría que hacer frío aún. Mis pies se dirigen hasta la puerta de la casa de David. ¿Toco el timbre? ¿No lo hago? Seguro que no está... Me decido, y no me doy ni cuenta cuando ya he tocado el timbre. Empiezo a traspirar. Oh no, no debería de haberlo hecho. Soy estúpida. ¿Cómo se me ocurre tocar el timbre del vecino a las siete de la mañana? Diviso la plaza a no mucho metros, y salgo corriendo hacia la parada del bus.

Llego, y me siento. Exhusta, miro hacia los lados. No hay nadie, ni Kaitlin, ni David. ¿Dónde se han metido? Miro la hora de mi teléfono. Son las 7:20 am. Ahora sí, me siento demasiado estúpida. Deberían de estar aquí en diez minutos, que es cuando llega el bus. Y yo aquí, que llevo casi media hora fuera, haciendo el tonto.

Cada vez hace más frío, y yo aquí como estúpida esperando el bus que tardará en llegar. Se me vuelve a erizar la piel. Siento como si alguien me estuviera susurrando al oído, como si estuviera echando su aliento en mi cuello. Siento como algo baja por mi cuello, hasta mi torso. Me estremezco. ¿Qué está pasando? Me giro, y dejo  de sentir esa sensación. No hay nadie. ¿Qué habrá sido? Llega el bus, y me salva de seguir pensando estupideces. Subo, y me siento en el primer asiento.

Llega al colegio, y me bajo. Camino hacia la puerta de entrada. No veo a Kate. Busco con la mirada por todos lados. Mis ojos se paran en la cafetería de en frente. No me creo lo que estoy viendo. Si mis ojos no me engañan, es Adam. ¿Y ahora qué? ¿Le saludo? Me quedo mirándolo, y pensando qué hacer. Aún faltan cinco minutos para que suene el timbre. Se gira, y me ve. Se me vuelve a erizar la piel. Corre hacia mí, y me abraza fuertemente.

— Oh dios mío, Claudia. ¿Estás bien?

— ¿Q-Qué? Pues sí.

— ¿En serio?

Amándote.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora