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Nota: haré triple actualización, cosa que nunca había hecho, en compensación a todo ese tiempo que desaparecí.

Pd: aquí les dejo este conejito como sacrificio pagano, porque lo que se viene es caos 👇🏻

Pd: aquí les dejo este conejito como sacrificio pagano, porque lo que se viene es caos 👇🏻

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Disfruten,
W.A.

¿Secuestro?

Cada persona incluyente en mi vida era como una carta que en respaldo a otra formaba arcos uno junto al otro, vitales para construir un hermoso castillo de naipes. Tanto tiempo invertido, tanto esfuerzo, tanta entrega y paciencia. Me acostumbré tanto al orden, a la inmovilidad de cada carta. Fue tan absurdo, fue tan inocente. ¿Qué pensaba? Bueno, realmente creí que el castillo de naipes jamás iba a deshacerse como tempera en agua diluyéndose lentamente. De la nada una fuerza superior y omnipotente había prensado una carta de la fila inferior, esperó y la jaló sin piedad. Ya fuera de su sitio, las de arriba pierden su equilibrio y estabilidad, se balancean, chocan entre sí, porque una sola falló todas caerían. Era un hecho, el castillo de naipes se derrumbó y ya no quería resarcir, rehacer o reformar lo que había creado día a día. Caminé pisando el desastre de cartas dispersas en el fango, no valía la pena sembrar orquídeas en suelo lodoso si no florecería la vitalidad.

Y ahí, en mi decepción, comenzó la verdadera prueba de fuego.

No sé cuántos minutos las luces estuvieron completamente apagadas, sólo podía oír risas y vitoreos tipo:

—¡Entraron dos leyendas y saldrá un cadáver!

—Que valgan la pena los áuros [1] que gasté.

—¡Demuestra tu caos!

Y en un momento dado comenzaron a gritar al unísono así:

—¡Robin Hood! ¡Robin Hood! ¡Robin Hood!

No entendí ni madres.

Todo ruido de gente fue suprimido y censurado por una canción demasiado estruendosa como para oír siquiera la voz de mi conciencia.

El primer reflector atravesó el cuerpo de mi contrincante y dibujó un gran círculo rojo bajo sus pies, ella se veía imponente solo saludando a la negrura a su alrededor, era toda una pavo real púrpura degustando la atención como un símbolo de la belleza y la gloria.

Cuando el segundo reflector me dio de lleno en la cara, me cubrí con ambas manos, cegada, con torpeza trastabillé pero mantuve el equilibrio. Me sentí tan ridícula, ¿qué hacía yo ahí donde no pertenecía? ¡Yo no lo pedí!

Caiboria: Noches SempiternasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora