El chirrido de las ruedas sobre los rieles le dio la señal de que habían llegado a la estación Waverley; acomodó su cabello níveo en el reflejo de la ventanilla, tomó su sombrero de fieltro y descendió deprisa. Sacudió del polvo el chaqué de color oscuro y el pantalón rigurosamente planchado, en su pecho el plastrón gris de fina seda italiana en contraste con su camisa le otorgaba elegancia que no pasó desapercibida ante los curiosos de la estación. En un acompasado caminar se acercó al chofer que le aguardaba y el viaje continuó en el cómodo Silver Ghost Mulliner Landaulette, uno de los tantos Rolls Royce [1] que le apasionaba coleccionar. La Edina [2] de sus sueños se abrió paso ante sus ojos, pero se entretuvo leyendo unos periódicos locales, enterándose de noticias bélicas no gratas, pero cuando menos no eran propias.
Acostumbrado a vivir en medio de lujos, invertir sin escatimar en gastos para satisfacer sus más exóticos lujos que tenían relación con autos, biplanos, viajes, ropa y propiedades, nada fuera de lo normal para ser un Duque. Fue educado desde temprana edad para asumir el título nobiliario que llevaba en su sangre y solo comenzó a sentir el poder que eso le otorgaba cuando ya era un adolescente. Lord Grandchester: ese era el título con el cual era llamado, conocido y admirado en todo Reino Unido.
Olvidando para siempre que su nombre elegido por su madre era Richard; un nombre demasiado común.
Su madre fue una mujer de notable belleza, distinguida, llena de sentimientos altruistas y recordada por la gente del pueblo como una dama generosa y poseedora de una personalidad única. Su perfumado cabello castaño que casi siempre peinaba en un moño alto, sus grandes ojos que tenían una cautivadora mezcla azul verdoso resplandecía con su sonrisa. Solo dos grandes mujeres tuvieron ese exclusivo color en su mirada, dos grandes amores: El maternal y posteriormente el único amor de su vida.
Su padre un hombre mayor y muy severo, se apreciaba aquello cuando una prominente arruga en el entrecejo y sus ojos celestes se empequeñecían para dar una orden. Su cabello rubio y lacio le daban un aspecto flemático que infundía entre respeto y miedo; poseía una verborrea e inteligencia que atraía a todo tipo de mujeres, un seductor innato que no dejaba de impresionar. En ocasiones era prepotente y selectivo con quienes no sentía que fuera de su élite. "El linaje, la educación y las riquezas son primordiales para personas como nosotros. El amor al apellido se demuestra con grandes sacrificios", era una de sus frases que siempre enarbolo en sus discursos con sus amigos de sociedad.
Durante mucho tiempo buscó para su hijo una novia adecuada, la cual debería respetar y responder como caballero para luego casarse y tener hijos —de su preferencia varones— y así continuar con el apellido; sin embargo el amor propiamente tal no era lo primordial. De hecho, las diversiones externas no estaban prohibidas más bien estaban exoneradas de su vista prejuiciosa, podía buscarlas sin remordimiento alguno en un burdel. Por supuesto elegido por él, para que tuviera las debidas precauciones y aprendiera a ser un hombre como corresponde.
Su hijo: Lord Richard heredó gran parte de ese carácter y de la visión del mundo. Escogía a las mujeres deteniéndose en su belleza, apellido, educación y elegancia. Se divertía al ver como muchas mujeres se interesaban por su forma de ser, por su labia e inteligencia y por su billetera; pero también sabía que mucho se lo debía a su apellido. Algunas le miraban con curiosidad intentando ver más allá y otras con respeto y temor, pero hasta la más difícil terminaba sucumbiendo a una incontrolable seducción.
Tras atravesar un pequeño pueblo y ver que unos chiquillos se detenían a admirar el automóvil sintió que volvía a revivir un episodio de su vida.
La mayoría de los vestidos de su madre eran diseñados por Worth y aún así dejaba que una chiquilla moquillenta se le abalanzara a abrazarle o que un pordiosero le agradeciera su ayuda con un beso en el dorso de su mano. Actitudes que estaban fuera del protocolo e irritaban a su marido y por supuesto generaron más de alguna discusión en privado.
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Tiempo de respuestas
RomanceEl destino es en ocasiones caprichoso y juega con la vida de las personas entrelazando los caminos. ¿Es una respuesta al llamado de nuestras almas a reencontrarse?