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Ritsuka Uenoyama miró Mafuyu Sato como si fuera la obra de arte más hermosa de la historia

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Ritsuka Uenoyama miró Mafuyu Sato como si fuera la obra de arte más hermosa de la historia.

Mafuyu miró a Uenoyama como si fuera una de las siete maravillas del mundo.

Siempre había sido así.

Desde que se conocieron, cuando chocaron frente al edificio de estudiantes cerca de la preparatoria, ambos chicos habían tenido una rara y poderosa conexión.

Uenoyama era un joven solitario, un poco depresivo y sin muchos amigos. La música era su única inspiración.

Mafuyu era un chico calmado, callado y un poco inseguro que solo quería encontrar un lugar al cual llamar hogar y algo que le llenara el corazón.

Cuando ambos se miraron por primera vez entendieron que nada iba a volver a ser igual. Uenoyama sintió esa necesidad imperiosa dentro de su ser de proteger a Mafuyu, de cuidarlo y sacarle una sonrisa.

Mafuyu, por su parte, sintió la necesidad de abrazar a Uenoyama y recargarse en su pecho para sentirse seguro.

A la mente de ambos llegó la misma frase: "Es mi destinado"

[•••]

Había pasado un año y algunos meses desde ese magnífico encuentro entre Mafuyu y Uenoyama.

Pasaron muchas cosas juntos, se conocieron, se hicieron amigos, Uenoyama le enseñó a Mafuyu a tocar la guitarra y después de unos meses decidieron dejar de querer tapar el sol con un dedo y se convirtieron en pareja. Se habían enamorado casi al instante y posponer su noviazgo era ridículo.

La familia Sato estaba muy feliz con la noticia.
La mamá de Mafuyu sabía que su pequeño hijo era bastante tímido y no tenía muchos amigos así que estaba muy aliviada con la noticia de que había un chico que estaba dispuesto a dar la vida por su pequeño rayo de sol.

La familia de Uenoyama fue un poco más difícil de convencer, sus padres no estaban del todo de acuerdo con que su hijo saliera con otro hombre pero al final, después de muchas peleas, el hecho de que Uenoyama ya era mayor de edad y que no vivía exactamente con sus padres y las innumerables intervenciones de Yayoi, la hermana mayor, todo se aclaró.
Los Uenoyama entendieron que Ritsuka y Mafuyu eran destinados e hicieran lo que hicieran jamás los iban a separar.

Porque nadie podía luchar contra el destino.

[•••]

Mafuyu contempló su marca frente al espejo y sonrió satisfecho.
En la cadera, como un tatuaje, había un barco que se movía de vez en cuando como si navegara por las olas marinas.

Cada persona en el mundo nacía con una marca en alguna parte del cuerpo, a manera de tatuaje, que en ocaciones se movía como si estuviera hecho con tinta mágica. Y tú destinado, esa otra mitad que la vida había preparado para ti, tenía la misma marca en el mismo lugar, dando fe de que eran almas gemelas, unidas por un hilo rojo que los haría encontrarse en algún momento de su existencia.

Destino Equivocado//Given Donde viven las historias. Descúbrelo ahora