Capítulo 10: Gracias por tus orgasmos

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Después de nuestra corta conversación sobre los restos de mi carmín, Tom fue al baño con el culo todavía al aire para deshacerse de aquel tan bien empleado condón y volver junto a mí en la cama. Pasó su brazo por encima de mis hombros y me dejó acomodar mi cabeza sobre su pecho. No sé cuánto tiempo pasó hasta que yo volví a ser yo misma. No me dormí, pero fue tal la relajación que sentí que era como si me hubiese quedado en trance. Era genial, notaba a Tom con la misma postura con la que se había quedado antes, rozando mi espalda con las yemas de sus dedos, de arriba abajo, de forma suave, delicada... pero sobre todo relajada. Si, en ese momento todo era relajación.

No sé si él estaría pensando en algo, pero yo tan solo trataba de mantener mi mente ocupada en recordar ese olor, ese tacto, ese roce, ese palpitar de su corazón bajo mi cabeza; quizá suene demasiado típico, algo muy habitual entre las fans que anteriormente habían estado entre sus brazos, pero sólo de pensar que era Tom Kaulitz el que estaba bajo mi cuerpo, rodeándome con sus fuertes brazos... poder encontrarme en esa situación había sido algo superior a todas mis expectativas, fue como una utopía hecha realidad, pero que, por mucho que me doliese en el interior, sabía que la que había sido la mejor noche de mi vida no se volvería a repetir.

Inconscientemente, empecé a jugar con mis dedos índice y corazón sobre su pecho, como si de dos patas andantes se tratase, subiendo desde su ombligo hasta la altura de mi cabeza sobre su pecho, y volviendo a bajar desde su pecho hasta donde le cubrían las sabanas revueltas de la cama, las cuales le llegaban hasta los huesos de su cadera. Noté como su respiración se volvía a agitar, pero esta vez no era una agitación como antes. Esta vez era como si tratase de reprimir las cosquillas que ese gesto le producía. Me reincorporé un poco, comprobando su expresión, y la imagen con la que me encontré fue con la de un Tom cansado, con los ojos cerrados y el rostro todavía un poco enrojecido, pero sobre todo con un Tom completamente sonriente.

Lo vi tan perfecto que no pude evitar besarle suavemente en la mejilla, un gesto demasiado cariñoso por mi parte del que luego comencé a sentirme avergonzada. Pero a él no pareció molestarle, ya que después de eso mi intención apartarme de él y tumbarme sobre la cama deshecha, pero me retuvo rodeando completamente mi espalda con su brazo, presionándome ligeramente sobre su pecho.

- Pensaba que te habrías quedado dormida, así que pensaba hacerlo yo también... pero justo cuando estaba a punto de conseguirlo alguien me ha empezado a hacer cosquillas. ¿No sabrás quién ha podido ser, verdad?

- ¿Yo? No... bueno, me ha parecido que alguien salía corriendo del cuarto y tal, pero que sepas que, ante todo, ¡yo no he sido!

- Claro, claro... tranquila, en ningún momento he dudado de ti, sé de sobra que tú no serías capaz.

- No, claro que no...

- Por eso mismo.

Me dio un toquecito en la nariz, uno de esos que se les hacen a los niños pequeños para hacerles reír, los dos sonreímos, y después de sacarle la lengua en forma de burla, me volvió a dejar tumbarme en el que, al menos durante esa noche, había sido mi sitio en esa cama.

- Me siento orgulloso de mi trabajo.

- ¿De qué estás hablando?

- Pues de que no has fumado.

- No te entiendo...

- Nuestra conversación de antes, me dijiste que cuando fumabas después de acostarte con alguien...

Me empecé a reír sin darle tiempo a terminar la frase. Recordaba esa conversación, uno de los muchos temas que habíamos tratado aquella noche.

- Veo que has estado atento a mis palabras.

Dejemos que la cosa siga (Dejemos 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora