Capitulo 2: ¿Me conoces?

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Le dio otra calada a su segundo cigarrillo, lo miró, giró su cabeza hacia mí y me lo ofreció con el propósito de compartirlo conmigo. Solté la puerta y le quité el cigarro de las manos. Él apoyó su costado derecho contra la pared, con las manos metidas dentro de los enormes bolsillos de su pantalón. No me quitó la vista de encima mientras fumaba, y tras dos caladas se lo devolví.

- Bueno, ¿y cómo se llama la chica misteriosa?

- Cristina, aunque la gente me llama Cris, es más rápido y fácil de decir... bueno, ¿y cómo se llama el chico misterioso?

Se estaba llevando el cigarrillo a la boca cuando le pregunté su nombre, y se lo apartó durante un segundo, mirándome con cara de sorpresa e incredulidad; pero entonces sonrió, le dio una última calada y tras tirar la colilla al mismo charco al que yo había tirado antes la mía me contestó.

- Tom, me llamo Tom.

- Y bien, ¿qué tal te lo estas pasando en la fiesta, Tom?

- Supongo que se podría decir que bien. La verdad es que la música no es mala del todo, y hay bastante gente bailando... eso es bueno. ¿Y tú qué tal en la fiesta?

- Bueno, al principio bien. La verdad es que me emocioné mucho al tener los pases para esta noche en mis manos, pero ahora me siento como decepcionada.

- ¿Decepcionada? ¿Por qué?

- Veras... Alba y yo siempre habíamos querido venir aquí, y cuando nos enteramos de que podríamos venir empezamos a planear hasta el más mínimo detalle. Cuando llegué esta noche tenía la intención de bailar, ligar, pasar un buen rato acompañada... ya sabes.

Volvió a sonreír mostrándome su perfectamente blanqueada dentadura y el piercing de su labio, ese piercing tan deseado y del que yo no me había acordado hasta ese momento.

- ¿Alba? ¿Quién es?

- Una amiga mía a la que invité a venir conmigo.

- ¿Y cuál es el problema?

- Pues, que cuando llegamos a la fiesta no me encontré con el tipo de chicos que yo esperaba, no sé... y en vez de ser yo la acompañada, es ella la que está disfrutando y me ha abandonado en medio de la noche y... bah, da igual ¿Qué hay de tí? ¿Por qué estás aquí? ¿También te aburrías?

- No aguantaba tanto ruido, y necesitaba fumar.

- Así que tú eres de los míos.

- ¿Cómo dices?

- Sí, bueno, de los que fuman cuando creen que la situación en la que se encuentran se los llevará por delante; o cuando están desesperados. Aunque también me encanta fumar por la noche, antes de acostarme. Abro el balcón de mi habitación, cojo el móvil, el tabaco, y me salgo a fumar mientras que miro las estrellas con mi pijama ya puesto y mi música favorita de fondo. Y bueno, luego está el tan conocido cigarrillo de después de... espera, creo que estoy hablando demasiado. ¿A ti cuándo te gusta fumar, Tom?

Primero abrió mucho los ojos, mirándome fijamente mientras que una ligera sonrisa asomaba por sus labios. Pero después, después de sacudir la cabeza en ambas direcciones, empezó a reírse con ganas echando la cabeza hacia atrás, dejándome ver su largo y musculoso cuello.

-¿De qué te ríes?

- De nada, es que a penas llevamos una hora aquí fuera y nuestra conversación está siendo como la de dos amigos de toda la vida, pero al mismo tiempo actúas como si no me conocieses, como si no supieras con quién estás hablando.

- ¿Acaso tú sabes quién soy yo?

- Cristina, pero Cris es más fácil y más corto... me lo has dicho antes.

- ¿Y te crees que por saber mi nombre ya sabes quién soy?

- No, me temo que no.

- Pues entonces yo tengo todo el derecho de actuar como tú...

- ¿Actuar como yo? Eso ha tenido gracia... Ojalá lo que acabas de decir se cumpla a lo largo de esta noche.

- ¿A qué te refieres con eso, Kaulitz?

- Vaya, ¿así que ahora sí que sabes quién soy?

- Creo que hoy en día cualquiera que lea revistas sobre música o le guste meterse por páginas de Internet sabe quién eres.

- Así que me conoces.

- No.

- Acabas de decirme que...

- Acabo de decirte que sé quién eres, lo cual no significa que te conozca.

-¡Hay que joderse...! Eres la primera persona en mucho tiempo que me encuentro y no presume de saberlo todo sobre mí. Dime Cris, ¿dónde has estado escondida durante todos estos años?

Risas, más risas que provienen de su garganta y que suenan a gloria para mis oídos.

- Pues... ya sabes, física por aquí y química por allá... la vida estudiantil es muy difícil, ¿sabes?

- Pues no, la verdad es que desde que conseguí mi titulación hice limpieza de datos en mi cerebro, y creo recordar que... no, en realidad no recuerdo nada sobre aquella vida tan difícil de la que me hablas, lo siento. Pero ahora que al parecer tienes tiempo libre para ampliar tus contactos... dime, ¿quieres conocerme?

No sé si fue por el viento frío de la noche que nos acababa de llegar o por que Tom se colocó bien el piercing con la lengua, pero el caso es que un escalofrío recorrió todo mi cuerpo haciendo que temblase durante un par de segundos.

- No me extraña que tiembles. Yo si sólo llevase unos pantalones tan cortos como los tuyos y un top de esa... largura, también temblaría. Toma, ponte mi sudadera, que yo no tengo frío.

La verdad es que tenía razón, el pantalón que llevaba apenas me llegaba 2cm más abajo desde el final de mi culo, y mi top era bastante ajustado, con un escote de esos que, aunque no enseñen mucho, hacen que la imaginación de los demás no se aleje mucho de la realidad. Se la desabrochó y me la puso por los hombros, colocándomela lo mejor posible y atándome la cremallera para que no me entrase el frío. Dio unos pasos hacia atrás, distanciándose un poco para comprobar el efecto de su ropa en mí.

-Bueno, la verdad es que no es tu talla, y los colores de tu ropa con mi sudadera no es que queden muy bien entre sí...

- Gracias por tus halagos, Tom, de verdad, nunca me habían dicho cosas tan bonitas.

- ¡jajajaja! Vale, lo siento... de todas formas, he de admitir que tampoco te quedan tan mal.

- Con eso quieres decir que no me queda bien, ¿verdad?

- No bien del todo.

- Oh ¡me encanta lo sutil que eres!

Los dos nos empezamos a reír. La verdad es que tenía razón, los colores no es que fuesen los ideales entre sí, y la sudadera era al menos cuatro tallas mayor que la mía. De todas formas, eso tampoco es que me importase demasiado... Tom Kaulitz me había dejado parte de su vestimenta para que yo, una desconocida hasta hacía apenas una hora, no pasase frío. Venga, ¿cuántas personas más habrán tenido esa misma suerte?

Dejemos que la cosa siga (Dejemos 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora