La última gota de lluvia había caído media hora atrás sobre las calles de Seúl, pero aun así el cielo amenazaba con más lluvia aquél día. Seoyeon tomo sus cosas y salió de casa de sus padres, cerrando la puerta de golpe tras ella, mientras un par de lágrimas recorrían su mejillas. Aquel día no dibujaría, solo necesitaba estar sola y pensar mejor las cosas. Desde que tenía uso de memoria siempre había intentado complacer a su familia en todo, siendo la mejor e intentando hacer que se sintieran orgullosos de ella, pero aún así no era perfecta, y su familia no parecía saberlo. Las gotas de lluvia se dejaron a caer una vez más, mojando poco a poco el cuerpo de Seoyeon, pero aún así no hizo el intento de huir, era ahora o nunca, sabía que tenía que dejarse fluir, dejar correr aquellas lágrimas por sus mejillas sin las miradas curiosas de las demás personas a su alrededor, necesitaba sentirse libre, necesitaba desahogarse, y al parecer aquel parque le abría los brazos para eso.
Minutos más tarde la lluvia había cesado y las personas volvían a transitar de manera apresurada por el lugar, intentando llegar a su destino cuanto antes, Seoyeon sonrió triste por eso, aquel día no tenía ningún destino y eso la hizo estremecer, pero fue aquella sensación de ser observada la que la distrajo de sus pensamiento, haciéndola buscar con la mirada algo sin saber que, hasta que lo encontró, era él, el chico del parque.
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