Heartbeats

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A pesar que Viktor estaba convencido de que no volvería a hablar con Horacio, las cosas fueron de manera distinta, y los días siguientes a ese lo demostraron.

La tarde siguiente estuvo con Greco en el campo de fútbol, hablando con el capitán del equipo, quien de quejaba del mal mantenimiento de algunas partes de las instalaciones. Ambos le escuchaban con atención, pero la mirada de Viktor terminó por posarse más allá del campo. Cerca de la fuente se encontraba Horacio, quien estaba llenando una regadera, con las mangas del uniforme hasta los codos y la camisa algo desarreglada.

Greco y el otro chico seguían hablando, el capitán los guió hacia las gradas, pero Viktor se excusó rápidamente y se fue de allí, dejando a su amigo algo confundido. Ni él mismo entendía por qué, pero al ver a Horacio allí, simplemente quiso ir a ayudarle. El pelirrojo alzó la vista al escuchar unos pasos acercarse, su cara reflejaba la sorpresa, pues no esperaba volver a encontrarse con el vicepresidente.

-Hola ¿Qué haces por aquí?- Preguntó Horacio, con una sonrisa que salió de forma natural.

-Estaba atendiendo unos asuntos del equipo de fútbol pero te había visto y...solo pasaba a saludar...- A mitad de frase la vergüenza se apoderó de él ¿Pensaría Horacio que era raro acercarse? ¿Lo era? Sus dudas empezaron a desfilar por su mente, hasta que la pequeña risa de Horacio lo sacó de sus pensamientos.

-No hacía falta que descuidara sus deberes para hablar conmigo, señor vicepresidente.- Bromeó Horacio, usando un registro y tono formal para dirigirse a él.

Aquello hizo que las mejillas de Viktor se encendieran, no estaba acostumbrado a bromear con los demás, por lo que no sabía bien qué responder.

-N-No es nada...Si necesitas ayuda, puedo echarte una mano con... Eso.- señaló la regadera, ahora llena, que descansaba a sus pies.

-Oh, no hace falta, de verdad.- Contestó mientras la tomaba, y parecía que a él no le suponía esfuerzo cargarla aunque se viera pesada.- Deberías volver, seguro que te están esperando.

Viktor asintió, no podía dejar a Greco solo con toda la faena. Se despidieron y vio al chico marcharse, él volvió junto a su compañero para terminar su tarea esa tarde.

Parecía que el destino, por algún motivo u otro los ponía siempre en el mismo camino. Dos días después, Viktor llegaba a la sala de profesores para entregar nuevas actas, cuando quiso abrir la puerta, esta fue abierta desde el interior. Horacio salió de allí, con una gasa que cubría su pómulo derecho y una expresión decaída. De nuevo sus ojos se encontraron, pero Horacio apartó la mirada enseguida, notando algo de vergüenza en su rostro.

Antes que Viktor pudiera decir nada, Horacio se marchó de allí, y escuchó como uno de los profesores le llamaba, por lo que no tuvo otra opción que entrar, pero sin poder quitarse la imagen del chico de la cabeza.

Cuando se encontraba en el pasillo que llevaba a la sala del consejo, paró en la ventana donde el otro día había conocido a Horacio. La abrió, a pesar que eso estaba prohibido, y se asomó, pudiendo ver así al chico de cresta, que removía la tierra para plantar unas semillas.

Viktor observó cómo los ojos del otro estaban algo rojos, quizá de haber llorado. Sintió algo de preocupación, y no pudo evitar preguntar.

-¿Estás bien?

Horacio dejó ir un suspiro antes de responder.

-Sí, estoy bien, no hay de qué preocuparse.- Su tono de voz intentaba ser firme, pero era claro que hablar se le hacía difícil.

-¿Has peleado con alguien?- Su pregunta para él fue inocente, conocía el historial del chico y no le parecía raro que aquello hubiera podido ocurrir.

The Garden of wordsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora