El amor me estaba llamando.

65 6 2
                                    

Estaba recostada en las arribas de la ciudad, en un cómodo techo. La gran ciudad era el mejor lugar donde enamorar a las personas, a la vez el peor. Todos estaban preocupados y estresados, no se quedaban quietos ni un momento, pero habían tantas personas, que al final del día eran miles de probabilidades.

Mi forma de hoy no era algo extravagante, había tomado la forma de una hermosa joven de risos dorados en un blanco vestido con flores entretejidas en el cabello. Mis ojos eran lo único que no podía cambiar. En ellos se reflejaban mi alma ,mi espíritu, mi centro. Esa era la razón por la que siempre los tenía en una cambiante mezcla de rosa y morado. Y siempre andaba con los pies descalzos. Lo bueno de ser como yo era, solo quien yo deseaba podía verme y me veía de la forma que yo quisiera que lo hagan. No podía impedir que un espíritu me vea como ellos no podían evitar ser vistos por mí, pero los seres vivos eran un caso diferente, en especial los humanos.

Los humanos viven desconectados de su lado espiritual, es impresionante que algunos aun nos vean, inclusive si es que nos mostramos a ellos. Pero tal vez una vez por generación un humano nos ve y cree en nosotros. No como esos que nos ve y se medican, hacen lo que sea por alejarse de nosotros, sino alguien que decide que valemos la pena ser vistos.

Hoy era un día común, personas apuradas y olor a motores. El aire se veía gris y nubes ocupaban los cielos. Quería tomarme ese día para no hacer nada, recostarme en terrazas sin ver nada, pero siempre era imposible.

Con sorpresa recibí en mi interior un latido muy especial. Me incorpore casi instantáneamente abriendo los ojos con mis dilatadas pupilas. Un sentimiento de cosquilleo recorría mi estómago dándome náuseas y me dificultaba respirar de una bonita y a la vez molesta manera. Tenía el impulso de abrazarme para cubrir mi cuerpo. Intente hablar pero no podía, mi lengua se tropezaba con sus palabras y un impulso de salir corriendo recorría mis pies. Alguien se estaba enamorando y era un amor sincero. Uno de los más hermosos sentimientos.

Ser cupido tenia cosas buenas como las tenía malas. Una que ocupaba las dos categorías eran los sentimientos. Podían ser puros como diamantes o venenosos como serpientes pero mientras tuvieran al amor yo los sufría. Podía ser el sentimiento del primer amor de una quinceañera como el abandono a una madre soltera. Aunque no los quisiera estaban dentro de mí, los sentimientos de todos, era algo de lo que no me podía alejar. En parte mi trabajo es algo egoísta, porque siendo sincera hago esto por mí la mayoría de las veces. Busco pareja a los desdichados o junto a enamoro al platónico de alguien para poder sentir su felicidad de al fin tener su amor. Muchas veces yo misma uno parejas, las busco y las hago, pero hoy estaba pasando algo que en estas ciudades es difícil de encontrar. El amor me estaba llamando.

Me levante de mi comodidad y fui al medio de la azotea revolviendo mi cabello. Con una psicópata sonrisa en el rostro me di media vuela. Di un par de saltos y fui a la carrera. Corrí saltando al vacío. Caí por unos segundos hasta que levante vuelo.  Tal vez no tenga la forma que todos creen, pero las alas. Esas si las tengo.

Surque los cielos. En busca de ese sentimiento. Estaba realmente cerca, podía sentirlo. Hasta que pude verlo. Aterrice con delicadeza sobre una cabina telefónica y como lo presentía nadie me veía, pero yo si lo hacía.

El viento ondeando mis ropajes y cubriendo mi rostro de rizos me distraía, con un pequeño salto fui a parar al suelo y avance entre la multitud ,los evitaba, ya que odiaba la sensación de ser traspasada. Llegue a una cafetería. En una mesa un chico solitario observaba atentamente a la mesa de enfrente. En ella había un grupo de amigos charlando alegremente. Me acerque al solitario y toque su frente. Con esto pude ver su interior su mente. Y repentinamente fue como si lo conociera por una vida.

Era un chico amable, bueno, realmente divertido. Nathan. Era amable a pesar que nadie en su vida había sido amable con él. Tenía un gran espíritu sin importarle cuantas veces lo hubieran tratado de aplastar.

Avance a la mesa donde el grupo no paraba de reír recordando la imagen de la primera vez que lo vio. No había visto su rostro, pero había sentido una conexión. Recordando las imágenes de ese encuentro delicadamente toque la nuca del chico. Con una sonrisa pude ver que eran compatibles y que sus caminos se volverían a cruzar, no una, sino varias veces. Lo hubiera dejado al destino si no fuera un amor tan puro. Me acerque al chico y susurre en su oído.

-Mira atrás.

El chico en un trance volteo solo para ver a sus espaldas a un chico solitario. Pude sentir ese hermoso sentimiento de un enamoramiento una vez más pero esta vez del chico a mi lado.

-Ve-susurre.

Hipnotizado por mi voz y el rostro de su enamorado se levantó abandonando a sus amigos sin explicaciones y fue junto a Nathan el solitario.

-Hola-saludo el solitario con timidez.

-José -respondió el chico extendiendo su mano-es un placer conocerte Nathan.

-El placer es mío -respondió Nathan.

-¿Podría acompañarte un rato? Claro si no esperas a nadie.

-Estoy soltero-Los ojos del solitario se llenaron de terror-Estoy solo-se corrigió-No me refería a que estaba soltero, bueno lo estoy pero lo que quería decir era que no esperaba a nadie-dijo nerviosamente.

José rio levemente.

-No es malo saber que eres soltero-dijo sentándose.

Continuaron hablando pero yo ya me estaba alejando. Los amigos de José murmuraban entre si observando mi magnífica obra. Ni siquiera tuve que sacar mis flechas, estos dos estaban hechos el uno para el otro.  Hay veces que el amor no se presenta de las maneras comunes, pueden ser del mismo sexo o diferentes especien inclusive y hay veces que es un amor de madre e hijo más que romántico pero siempre es amor y cuando allí esta esté yo me presento.

Con una sensación de frio tome el chaleco que llevaba puesto una chica. No lo tome ,físicamente, sino que en términos simples… lo copie. Me coloque el chaleco sobre mi suelto vestido colocándome la capucha. Y me fui dejando a los dos chicos a mis espaldas. El día había comenzado y debía buscar a mas enamorados. Y con un salto me aleje por los aires. 

Yo cupido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora