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Unas botas cafés caminaban sobre el pavimento del panteón. Estaban húmedas por los chascos de las calles de Salem, recientemente había estado lloviendo y el cielo no paraba de teñirse de gris después de las oscuras noches. El lugar parecía estar tan desatendido pero solo estaba callado como siempre. Tyler Joseph, el chico que trotaba con sus medias botas sostenía una rosa, era la última que le quedaba después de un día de repartirlas entre algunas de las almas del cementerio. Mantenía un pensamiento en su mente; que todos merecían algo de cariño después de la muerte, aunque algunas tumbas sí tenían decoraciones y flores puestas con cariño, habían otras vacías. Estas últimas lo hacían pararse a mirarlas un buen rato.

  Su última rosa roja la dejó con delicadeza en una extraña tumba, el nombre parecía estar tachado, apenas era visible una pequeña "J" en su nombre, en su apellido era lo más visible y hasta parecía recién tallado. «Morningstar» era lo que venía tallado. Era el primer pedazo de piedra que no tenía ninguna fecha tallada. Sintió una tristeza que provenía de su cabeza y bajaba a su estómago y parecía allí estrujarlo, lo hacía pensar en lo desafortunado que era esta persona. Agachó su cabeza en una forma de reverencia.

  Una rama cayó en el hombro de Tyler, cuando giró su cabeza para mirarla era una mano. La mano de un hombre tatuado y desconocido que jamás había visto en su vida. Era familiar de esta persona, quizá estaba en problemas. Pensó.

Hasta que la muerte nos una.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora