IV

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En los pasillos de la preparatoria ya se hacía famoso el nombre de Tyler Joseph y el gran chico que venía por él a la hora de salida en un bonito auto Chevrolet convertible en color rojo, el mismo rojo que el infierno en la biblia. Así también decían los rumores que ese muchacho tatuado era el novio de Joseph. No se equivocaban de alguna manera, tenían un mes donde la gente los notaba muy unidos, tomados de la mano y hasta los más chismosos decían que se besaban después de clases en el estacionamiento de la escuela, en el auto de Joshua. Son espiados como los paparazzis acosan a las hermanas Kardashian, es bastante extraño porque Tyler siempre fue esa persona que prefería estar recargado en una pared que estar en el centro de la habitación.

Precisamente, esto no era algo que le agradara mucho a Ty y lo platicaba muy seguido con Satán, que diga, Joshua. Cada vez que Joshua iba por él a la escuela con su auto excepción de ahora, ambos caminaban hacia la librería, Ty del lado de Joshua y él apegandole hacía sí mismo con un brazo rodeado al cuello. Tyler preguntó ¿Dónde estaba el auto? Joshua siempre decía que Ty tenía lindas piernas para que se desgastaran caminando, por eso siempre tenía el auto.

—Lo dejé. Se me olvidan que esas cosas necesitan gasolina.

—Tienes más de una vida aquí y no recuerdas que necesitan gasolina. —Ty rio y lo miró sin creerle.

—No me mires así, hace veinte años tenía uno que solo necesitaba sangre.

—¿De dónde lo sacaste? ¿De la agencia del inframundo?

Joshua reprimió su risa.

—Fue un regalo. —Dijo Josh

—¿De quién?

—De mí, para mi.

Ty rodó los ojos y sonrió. Siguió caminando en las calles de Salem junto con él, con unas casas disparejas en cuanto a tamaño siendo unas más pequeñas y otras más grandes, y otras exageradamente grandes. Hablaron sobre cómo había conseguido el auto que ahora mismo Joshua tenía en su garaje, él contó que lo guardó durante un poco de tiempo a las afueras de la ciudad en una casa de campo abandonada. Donde a veces la gente iba a visitarlo y él tenía que salir a recibir a las visitas vestido como un asesino en una película de terror. Lo guardó en 1990 sino mal recuerda. Lo consiguió en una apuesta con una persona bastante ambiciosa y presumida. Claro que él ganó, siempre lo hace. Con la apuesta también obtuvo su casa de campo y su otra casa que está a unas cuadras de la librería de los Joseph. Tyler se sentía afortunado, demasiado como siempre se lo decía Dun.

Caminando, se dieron de frente con un grupo de adolescentes que venian hablando de ellos, era tan obvio que se quedaron callados cuando pasaron a cinco metros de ellos. Tyler se preguntó si había mejor lugar que este lugar. Joshua le contestó que sí.

Una pequeña gota de agua cayó en la frente de Joshua, miró hacia arriba viendo un cielo nublado con nubes de un melancólico gris. No empezó a llover hasta que estaban a unos veinte pasos de la librería de los Joseph, pero permanecieron intactos de la lluvia por las carpas que tenían las cafeterías y los negocios.

Antes de que Tyler pudiera abrir la puerta y sonar la campana, Josh lo detuvo con un brazo.

—¿Podemos mejor irnos a mí casa? —Josh preguntó mientras sus ojos intentaban colarse entre las ventanas y los libros exhibidos.

—Ya estamos aquí. Además, mi tía nos hizo de c-

—Quiero platicar sin otros oídos, Tyler. Es mejor en mi casa. —Joshua interrumpió con su profunda voz.

Hasta que la muerte nos una.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora