Capitulo 5

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—Albus, pareces decaído.

El chico abrió los ojos con sorpresa, poniendo más atención en su compañera, que lo veía con preocupación. Hillary se quitó el pelo de la cara y se acercó al muchacho, poniendo su mano sobre la frente y después sobre las mejillas del muchacho. En la mesa de atrás, Rose y Scorpius veían a Albus con curiosidad.

—No tienes fiebre—observó ella, después de toquetear la cara del muchacho—. Tal vez sea porque comiste mucho esta mañana… No, no puede ser, tampoco comiste mucho.

—No te preocupes—susurró Albus, restándole importancia.

Ella no pareció satisfecha, pero ya no pudo decir nada más, pues el profesor Binns había hecho su habitual entrada por el pizarrón. No pasó lista, si no que paseó la mirada por la sala y después que todos se hubiesen cayado, comenzó a leer esas aburridas notas llenas de una nota de somnolencia. Rápidamente, varios estudiantes cayeron en un sopor repentino. Bueno, las historias eran ciertas: ese maestro causaba cansancio y ganas de dormir.

Albus no escuchaba mucho de lo que decía el profesor. Poco a poco, se sumía en un abatimiento que parecía caer sobre sus hombros con un peso aplastante. A su lado, fue consciente de su compañera, que tenía los brazos apoyados en la mesa y la barbilla sobre ellos, viendo con ojos somnolientos al profesor.

Albus bostezó y comenzó a parpadear lentamente.

Potter… Albus Potter…

¿De quién era esa voz? No la reconocía. Era fría… Una fría voz que helaba la sangre.

Ten mucho cuidado, Potter…

Tal vez era un simple sueño, pero ya no estaba en el salón de clases. Estaba en un extraño lugar el cual no identificaba por una razón: no había ni una luz. Las ventanas estaban cegadas, las antorchas apagadas y las puertas cerradas. Había un calor sofocante en la habitación, y el chico podía sentir su cuerpo sudoroso y pegajoso por culpa de la temperatura. Sus labios los sentía agrietados y al intentar pasar la lengua por ellos para mojarlos un poco, solo pudo sentirla reseca y rasposa contra sus labios.

Albus intentó ver más allá de su nariz, y al lograr ver algo que se movía, intentó levantarse, pero era imposible. Fuertes y gruesas cuerdas ataban sus brazos y piernas.

Entonces, una a una las antorchas comenzaron a encenderse con un siniestro fuego color purpura. No era nada normal. Era obra de magia, pero no cualquier magia, pensó el chico. Ningún tipo de fuego mágico que pueda crear un alumno podría crear esas espeluznantes imágenes de gente retorciéndose de dolor, así que aquello no era una broma de algún alumno. Esto era algo grave.

Volvió a intentar liberar sus manos de las fuertes ataduras, pero era imposible. Estaban hechizadas para que, mientras más forcejearas para liberarte, más se apretaran a tus muñecas y tobillos.

Comenzaba a caer en un estado de desesperación. Sus ojos verde esmeralda recorrieron la estancia, enloquecidos, llenos de pánico. Escuchaba leves gemidos, pero no podía reconocer la voz de quien o que era lo que los emitía. Deseaba más ayudar a esa persona que el liberarse el mismo.

Albus Potter y el juego de las sombras (Año 1)Where stories live. Discover now