Albus aún seguía pasmado, mirando a la nada. Un Slytherin… Era un Slytherin…
¡NO! Pensó al borde de las lágrimas. ¡EN SLYTHERIN NO! ¡CAMBIAME DE CASA!
Pero el sombrero siguió inmóvil, sin decir nada que proporcionase un ápice de esperanza al pobre muchacho, que seguía maldiciendo mentalmente al sombrero seleccionador. Albus sentía como este se burlaba de él en silencio.
El profesor Longbottom, mientras tanto, miraba ya con una creciente preocupación al muchacho, al igual que la Directora McGonagall y Hagrid.
—Albus…—Neville movió con suavidad el hombro del muchacho. No hubo respuesta—. Albus… Te esperan en tú mesa.
Se necesitaron dos minutos y la ayuda de James y Fred para dejar al pelinegro en la mesa. Al estar ahí, no prestó atención a los saludos o bienvenidas de las personas.
No… Yo soy diferente a ellos… No soy igual… Se intentaba consolar el muchacho.
Sabes muy bien por qué estás aquí siseó una voz en su cabeza. Todos los Slytherin son iguales… Te apuñalan por la espalda y huyen de todo como los malditos cobardes que son… Tú eres igual a ellos.
¡CÁLLATE!
Notó una mano cálida en su hombro y volteó con brusquedad. A su lado, estaba la chica pelinegra del tren, Hillary.
—Te perdiste la selección de Rose—dijo con una amable sonrisa—. Gryffindor. Se sintió muy ofendida al ver que no le aplaudías… —miró a la mesa de Gryffindor con aire pensativo—. Me parece que tú prima es de las personas que se enojan y no perdonan con facilidad.
Albus miraba con curiosidad y a la vez algo extrañado a la pelinegra, la cual sonrió.
—Sé que no te gusta Slytherin como la casa en la que pasarás los próximos siete años—comenzó con una impresionante tranquilidad la chica—, pero puedes demostrarle a los demás que un Slytherin puede ser tan valiente como un Gryffindor, inteligente como un Ravenclaw y trabajador como un Hufflepuff. No debes enojarte.
Entonces, Albus reordenó sus pensamientos, completamente absorto. No era tristeza lo que sentía. No se sentía enojado con el sombrero o decepcionado por aquello que, al parecer, era su naturaleza.
—No estoy enojado—masculló el chico, bajando la mirada hacia la mesa—. Estoy… sorprendido.
Hillary sonrió.
—Ya te habituaras.
Pero ya no tuvieron oportunidad de seguir charlando, pues la Directora McGonagall se levantó y el Gran Comedor se quedó en completo silencio.
—Bienvenidos nuevamente a otro año—saludó la mujer—. Y para aquellos que son nuevos, les digo: bienvenidos a Hogwarts, su hogar.
Las cuatro mesas estallaron en aplausos y Albus vio cómo James y Fred silbaban mientras aplaudían, causando la risa de sus primos y de las personas de otras mesas.
—Ahora, sé que muchos esperan con ansias nuestro maravilloso banquete, así que, ¡que no se hable más y comience el banquete!
Y en un parpadeo apareció todo tipo de deliciosa comida que Albus estaba acostumbrado a comer gracias a su abuela Molly.
Albus se sirvió muchísima comida ante la mirada expectante de Hillary, la cual comenzó a reír levemente al ver el apetito del chico. Pero ella también comenzó a tomar y tomar comida de las fuentes doradas frente a ella y llenó varias veces su copa con diferentes zumos.
Mientras comían, Albus y Hillary charlaron un poco y al pelinegro cada vez le agradaba más esa chica, que se reía de ella misma y hacía caras graciosas para acompañar sus extrañas historias de vida.
Cuando desapareció la comida y abrió pasó el postre, Albus repitió su postre favorito varias veces: pay de manzana, helado de vainilla y fresas con crema. Hillary lo imitó, diciendo que nunca había comido pay de manzana, pues en su casa no acostumbraban tomar postre.
—Estas de broma, ¿cierto? —se impresionó el chico.
Ella negó.
—Mi madre tiene reglas muy estrictas sobre la azúcar antes de dormir—susurró mientras comía a bocaditos su pay—. Dice que tal vez nos volvamos hiperactivos antes de dormir.
— ¿Tienes hermanos?
Pero Hillary ya no tuvo tiempo de contestar, pues las fuentes se vaciaron, las copas quedaron si una sola gota y los platos volvieron a estar tan limpios como antes de la comida. La Directora volvió a levantarse.
—Ahora, antes de que se vayan a sus salas comunes, tengo algunos avisos—comenzó ella con voz enérgica—. Primero, decirles a los alumnos de nuevo ingreso y recordarles a los demás, sobre el toque de queda. Cuento con la ayuda del Señor Filch y los prefectos de las casas para ayudar.
Albus había olvidado por completo que el día que llegó su carta, tío Bill y tía Fleur fueron a visitarlos junto con sus primos, y Dominique estaba más que emocionada, pues había sido nombrada prefecta.
—Ahora, la lista de objetos prohibidos ya está en los tablones de anuncios de las casas y espero—dirigió una mirada severa a la mesa de Gryffindor, dónde James y Fred reían sin disimulo— que este año se cumpla esa regla.
James y Fred hicieron un gesto, dando a entender que entendían, pero Albus estaba seguro que los usarían de todos modos.
—Ahora, es momento de presentar a dos nuevas profesoras.
Los murmullos se extendieron por el gran comedor. Al parecer, sólo había una plaza disponible.
—Primero, decirles que la profesora Athea ya no podrá seguir ejerciendo el puesto de profesora de transformaciones por asuntos privados, por lo cual, démosle la bienvenida a la nueva profesora, Scarlett Hindi.
El aplauso comenzó de forma distante, pero en el momento en el que del extremo derecho de la mesa se levantó la mujer, el aplauso se intensificó.
Era muy guapa. De cabello negro recogido en una coleta alta, ojos azules, claros y chispeantes que resaltaban en la piel blanca. Sonreía amablemente y agitaba la mano, saludándolos a todos, haciendo que las diversas pulseras y brazaletes que usaba se moviesen.
—Y ahora—gritó la profesora, cosa que hizo que el aplauso se terminara—, la nueva profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras… Charlotte Hindi.
Al escuchar el apellido, todos comenzaron a aplaudir fuertemente, cosa que se fue apagando poco a poco cuando la profesora se levantó.
Era igual a su hermana, por lo cual se debía asumir, que eran gemelas, pero había muchas diferencias. Mientras que Scarlett seguía sonriendo, su hermana mantenía una expresión de aburrimiento permanente. Los ojos, igualmente azules, eran fríos y su cabello, negro y muy largo caía lacio, como una capucha que enmarcaba su blanco rostro.
—Espero que pasen buenas noches. Prefectos, por favor…
Una chica rubia se levantó seguida de un muchacho que parecía aburrido y somnoliento. Llamó a todos los de primero. Los condujo hasta las mazmorras, pasando por distintas puertas y pasadizos detrás de banderines o lienzos. Al llegar, se detuvieron ante una pared de ladrillo y dijeron la contraseña, que fue el nombre de una persona de la que Albus nunca había oído hablar, Phineas Nigellus.
Al entrar, el pelinegro tenía que admitir que la sala tenía un encanto y belleza impresionantes. Por los ventanales se podían ver animales acuáticos, por lo cual supuso, estaban bajo el lago. Enormes y ornamentadas lámparas iluminaba precariamente ciertos lugares. Había cortinas color esmeralda con adornos del color de la plata y los sofás de aspecto cómodo eran verdes, como ya lo imaginaba.
El muchacho les indicó el lugar dónde dormirían los chicos y Albus, sin rechistar, se fue directo hacía allí; se colocó su pijama rojo brillante (cosa que hizo que dos chicos arrugaran la nariz con asco) y se recostó en la suave cama, corriendo las cortinas de seda verde. Mañana sería un muy buen día, y ya no importaba en la casa en la que estaba.
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Albus Potter y el juego de las sombras (Año 1)
FanfictionAño 1. Aventuras de la 3ra generación, protagonizadas por Albus Potter.