Había estado la mayor parte del tiempo con ellos dos, y me había dado gusto la noticia de que ahora eran casi inseparables; sólo le faltaba a Jack decidir qué día le pediría que fuera su novia.
Salté de mi asiento al percatarme de la hora.-Demonios, es tardísimo-dije, levantándome de la silla mientras que Jack y Sadie me miraron confundidos.
-¿Tarde para qué?-preguntó Jack.
-El viaje de Millie, ¿recuerdan?-les había contado la historia a la hora de la comida, Sadie me llenaba de consejos y Jack resultó ser unos excelentes oídos.
-Oh, verdad.
-Habla con ella, _______. Una amistad se vuelve más sólida si ambas partes hablan de lo que les preocupa-me aconsejó Sadie, como toda la tarde lo había estado haciendo.
Era increíble cómo podía ella expresarse así, con tanta naturalidad, con tanta sabiduría; sin duda era más madura, siempre lo he dicho.
-Gracias, Sadie. Espero tener el tiempo-miré el reloj-. Y si no me doy prisa, no podré despedirme.
-¡Suerte!-agitó la mano cuando me dirigí a grandes zancadas a la puerta de salida.
-Hasta pronto, ______-dijo Jack.
Salí dándoles una sonrisa y apresuré el paso hasta el edificio. Faltaban doce minutos para que las ocho y media se dieran, Millie tenía que partir antes de las nueve. Mientras corría hacía mi destino, recordé a Noah; él ya debería de estar allí, seguro. Eso hizo que mis pies disminuyeran su velocidad un poco. No quería llegar y toparme con la despedida amorosa entre ambos porque sabía muy bien que me iba a doler, incluso pensarlo ya causaba una aguda sensación de malestar en el corazón. Por primera vez utilicé el ascensor y llegué hasta el tercer piso en tres cuartos de minuto, di grandes zancadas hasta el departamento 312 y abrí torpemente la puerta, esperando a que Millie no se hubiese ido ya.
-¡Mills, lamento...!-mi frase se quedó inconclusa porque justo al abrir la puerta me encontré con la escena romántica que quería a toda costa evitar. La despedida amorosa entre Millie y Noah.
-¡_______! Qué bueno que llegaste antes de que partiera. Pensé que no vendrías-la broma no le salió como tal. Se deshizo del abrazo de Noah y se dirigió a mí para abrazarme. Algo del perfume de él aun había quedado impregnado en sus ropas y llegó hasta mi nariz de forma tenue. Intenté sonreír y poner buena cara, aun sintiendo los horripilantes deseos de estallar en berridos y dejar salir a borbotones las pesadas lágrimas que sentía que me empañaban ya la vista. Una gota de agua salada cayó al hombro de Millie, una lágrima que no pude reprimir.
-Oh, ______ pero no llores, o me harás llorar a mí-su tono de voz se tornó cálido y tierno, como siempre había sido.
Ella creía que yo lloraba por su viaje. Era un buen pretexto, pero me sentía mal porque no era cierto. La verdad era que sí sentía dolor, pero era uno propio del corazón, causado por la demostración de afecto entre ellos dos. Sonreí, esperando que no fuera muy evidente lo falso en ella.
-Cuídate mucho, Mills-murmuré-. Te voy a extrañar-aquello había sonado honesto, porque era verdad.
-Yo también-me dijo.
Luego, la mano de Noah me acarició la espalda en busca de darme consuelo. Hasta ese momento recordé su presencia y un inexplicable rencor me invadió. Lo odiaba bastante, pero de igual manera, lo amaba más de lo que podría llegar a odiarlo. No entendía cómo es que había ilusionado tanto a mi corazón y luego lo había dejado caer en un agujero sin fondo y muy oscuro.
-Te acompaño abajo-dijo él y luego tomó la pequeña maleta de Millie, dejando mi espalda desprotegida de su calor-. ¿Vienes?-me preguntó a mí.
Asentí y entrelacé mi brazo al de Millie, luego bajé la cabeza. Lo que menos necesitaba era que Millie se fuera, aunque solo sea por dos días; sin duda serían los dos días más difíciles de mi vida, teniendo que abstenerme de todo tipo de encuentro con su novio. Bajamos por el ascensor, mientras que nadie pronunciaba palabra alguna y mi vista seguía fija sólo en el piso del elevador. Cuando llegamos al primer piso y salimos del pequeño apartado, la camioneta de la gente del señor Vittore ya esperaba por Millie. Ella dio un suspiro y luego se giró para ver a Noah. Lo miró por un par de segundos, como queriéndole decir algo con sus ojos, parecía que... suplicaban. Pero Noah bajó la mirada y exhaló despacio, luego besó la frente de su novia.
-Cuídate mucho, amor-le pidió. El corazón, ya roto en miles de pedazos, se contrajo de dolor al escuchar la última palabra. Millie sonrió débilmente.
-Te amo, Noah-susurró en su oído y yo deseé con un fervor descomunal estar en alguna otra parte en ese momento.
Pero él no dijo nada, esbozó una pequeña sonrisa y volvió a besar la frente de Millie. En serio, lo odiaba. Luego Millie se giró hacía mí y me sonrió, con esas sonrisas que me había estado dando últimamente.
-Te voy a extrañar-le repetí, porque era lo único honesto que había en mí-. Cuídate mucho.
-También tú. Dos días se pasan rápido-me dijo. Le sonreí y luego, Noah y yo la vimos subir a la camioneta.
-Nos vemos en dos días-nos dijo y se despidió con un gesto de mano. Noah y yo miramos la camioneta hasta que se perdió entre las calles oscuras. Cerré los ojos por un instante hasta que la voz de Noah me hizo abrirlos de nuevo.
-¿Volvemos al departamento?-preguntó, cínico.
Pero yo no debía de estar con Noah, ni siquiera verle durante estos dos días. Millie se merecía respeto y era lo que al menos le daría.
-Noah, estoy muy cansada. Quiero subir y tirarme a dormir-dije-. Disculpa.
-No, no hay problema. Descansa. Nos vemos mañana-me sonrió y algo en su confianza de que nos veríamos el siguiente día me hizo creerlo.
-Adiós-musité y sin mirarle más subí hasta el departamento.
Al instante en el que entré, el lugar ya no era el mismo. Se supone que ya debería de haberme acostumbrado a pasar las horas sola, pero ahora por alguna razón era distinto.
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El manual de lo prohibido||Noah Schnapp y tu
أدب الهواة¿Alguna vez has deseado algo prohibido? Como si esa cosa estuviera en la lista del "NO TOQUES, NI CONDICIES" pero que cada momento incita más y más a... tenerlo. Adaptada Todos los derechos al autor