Chapter 3

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-¡¡____!! Grito efusiva esa voz femenina que tanto había extrañado

Corrió hacia mi y se agachó para abrazarme. Apretó los brazos alrededor de mi cuerpo y yo le respondí, era tanto el tiempo que había estado separada de mi mejor amiga y aquellas conversaciones telefónicas no llenaban totalmente el vacío.

-¡Pero como has cambiado!

-¿Cuál cambio? Sigo igual desde la última vez que nos vimos— dije y me separé.

-Por favor, tu cabello es diferente— observo.

-¿La maraña de pelos que cargo en la cabeza? ¿Qué de diferente tiene? Sigue igual de despeinada que hace años— bromeé— pero tú tampoco has cambiado mucho.

Efectivamente, Millie no había cambiado en lo absoluto, excepto por unos cuantos centímetros más agregados a su cabello castaño y lacio. El fleco caía en su frente hasta llegar a sus ojos. Y el demás cabello alcanzaba una medida sólo un poco por debajo de sus frágiles hombros que un suéter verde cubría.

-Ejem...— el joven que estaba a nuestro lado, Noah, se aclaró la garganta haciéndose notar.

Ambas lo miramos.

-Ay, lo siento— dijo Millie dándole un rápido abrazo con uno de sus brazos— es que estoy emocionada— dijo y la flamante sonrisa en su rostro se expandió aún más cuando me miro— ¡Hay tantas cosas que quiero contarte!
-me avisó.

-¡Yo también!— musité emocionada.

-Supongo que ya se conocieron— volvió su atención a Noah.

-Si— dijimos los dos al anuncio y luego reímos de nuestra sincronización.

-¡Ah! ¡Esto será genial!
-Exclamo Millie.

Se levantó del piso junto con Noah, mientras yo me quedé allí sentada.

-¿Pero qué haces allí? Levántate, ¿por qué no entras?

Él me extendió la mano para ayudarme a levantarme. El deseo de tocar su excitante piel de nuevo me invadió al ver la palma de su mano extendida hacia mi. La tomé y me ayudó a levantarme del piso.

-Gracias— murmure.

Él sólo sonrió, separando nuestras manos que se habían unido de nuevo.

-Lo siento, Millie, es que me dejaste la llave equivocada— me quejé,intentando mirar a mi amiga y no la perfección que tenía a mi lado.

-¿La llave equivocada?— se sorprendió.

-Si— le di la llave que guardaba en el bolsillo de mi chaqueta.

-Oh, perdón— me sonrió— si, me confundí— busco entre su bolsa y encontró un juego con tres llaves— Este era— se quedó en silencio un momento—. Eso me recuerda que le debo de dar las gracias a la señora Montórfano por hacerme el favor de entregarte la lleve.

-¿La vieja gruñona del 308?
—pregunté, apuntando con mi dedo pulgar hacia dicha habitación.

-Oye, no es tan gruñona; es linda cuando quiere— se encogió de hombros.

-Y digamos que casi nunca quiere, ¿verdad?- hice un ademán de susto. La vieja no se había comportado del todo amable conmigo—¿No pudiste haberme dejado la llave correcta con alguna otra persona menos amargada?— Noah río.

-Exageras...— Millie meneó la cabeza y rio— me imagino que estás cansada así que agradéceme que ya tenga lista tu habitación— me regaló una sonrisa mostrándome todos esos dientes blancos de tamaño mediano.

-Te agradecería más si abrieras esa puerta ya— bromeé.

Millie río e introdujo la llave a la cerradura haciendo que la puerta se abriera por fin. Me trague una exclamación de victoria.

-Pasa y acomódate, en unos minutos estoy contigo— anunció y me indicó que me introdujera al departamento.

Intente levantar del suelo mi par de maletas, pero Noah se me adelantó.

-Permíteme— las tomó, una con cada mano y fue detrás de mi, acomodándolas en la orilla de la sala.

-Gracias— musité y le regale una sonrisa tímida.

Él me la devolvió y aquel efecto me produjo una oleada de inspiración; como la que necesita un poeta para su poesía, o un escritor para una nueva historia.

Salió por la puerta y fue con Millie de nuevo, no pude evitar mirarlo mientras caminaba hacia la salida.

El estomago me rugió y me di cuenta de que aún traía la galleta mordisqueada en la mano. Me senté en una de las sillas cerca de la cocina. Mordí el pequeño pedazo que me quedaba y mastiqué perezosamente.

—Vine a buscarte para entregarte el CD que le prestaste a mi hermano— dijo Noah con su voz de terciopelo en la puerta del apartamento.

-Noah, amor. No tenías porque preocuparte, le dije a Finn que me lo devolviera cuando quisiera
—contestó Millie.

Me atraganté con la galleta. ¿Amor? ¿Como que amor? Oí perfectamente el chasquido de los labios de Millie contra alguna parte de la cara de Noah mientras yo intentaba tragar el pedazo de galleta que se me había atorado en la garganta, sintiendo como me raspaba.

El manual de lo prohibido||Noah Schnapp y tuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora