Prólogo

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La noche era oscura y fría pero por suerte tenían la fogata justo enfrente de ellos; las vivas llamas les brindaban el calor necesario para sobrevivir y estar cómodos en aquella gigantesca sala. La niña se encontraba acostada bocabajo recargándose en sus hombros sobre la alfombra de terciopelo, movía su mano haciendo rayones sobre su hoja blanca; el mayor suponía que estaba dibujando.

La blanca taza con diseños nipones pintados a mano de color rojo era iluminada por la luz del fuego de la chimenea, el chico  la tomó con cuidado para llevarla a su boca y poder beber un poco. El sabor del té verde le gustaba, pocas veces tuvo la oportunidad de poder beber de aquel líquido en un lugar tan elegante como en el que estaba justo ahora.

El sonido de las brasas le parecía relajante, aún más cuando el ambiente estaba en completo silencio o bueno estaba.

-¿Es cierto que los "músicos que tocaron en el inframundo" eran de aquí, padre?

El mencionado dejó de beber para acto seguido poder dejar la taza de porcelana en la mesita de madera que tenía a su lado. Le pareció intrigante el hecho de que la menor le preguntara eso; sin embargo sonrió un poco, le pidió a la niña que se acercara para poder sentarla en sus piernas.

-Sí, así es. ¿Y sabes de qué trata la leyenda?

La menor mostró su dibujo –eran más rayones que nada- el cual parecía un lugar en llamas, una silueta con una especie de guitarra y otra silueta con cuernos y cola atrás; el tutor de la niña tomó con cuidado el dibujo mientras la menor moviendo sus piernas y poniendo su mano en la barbilla pensó un poco.

-Dicen que era un señor que fue al inframundo a tocar en una gran fiesta que dio el demonio y jamás volvió

-Temo decirte que la leyenda está mal

Ladeó la cabeza confundida ¿de qué estaba hablando? No entendía lo que le decía el mayor ¿qué las leyendas no son mas que "mentiras"?

-¿Ah, no? ¿Y cómo sabes eso, padre?

¿Ya tenía la edad para saberlo? ¿Le traería consecuencias el saber la verdad? ¿Qué tan correcto era decirle todo el relato? Le acarició la cabeza suavemente y sin borrar dirigió su mirada a ella. Todas esas preguntas rondaban su mente, no sabía qué edad era la exacta para contarle esa anécdota; no sabía si debía pero ya era momento de sacar a la luz la verdad.

-Porque yo estuve ahí...

Murmuró con un hilo de voz, como consecuencia lo miró con un gesto entre sorpresa e incredulidad, se rio levemente mientras negaba sin poderse creer tal frase dicha por su tutor.

-Ya padre, decir mentiras es malo

-¿Me crees un mentiroso?

Refutó con una sonrisa mientras le hacía cosquillas a la menor, la cual soltó una risa mientras se escuchaba la reverberación por lo espacioso de aquel oscuro lugar.

-Bien, ahora creo que es hora de que sepas que lo que te dije no fue falso ¿quieres escuchar la historia?

-¿Sabré la verdad? ¡Wow, claro que quiero!

La menor se bajó en sus piernas y se sentó de nuevo en la alfombra cruzando sus piernas, su sonrisa se ensanchaba con cada segundo que pasaba.

-Ok, en ese caso, primero iré a llenar de nuevo mi taza con té porque esta historia será larga, mi vida

El adulto se levantó, se estiró un poco; tomó el asa de porcelana de aquella taza con adornos nipones, se dio la vuelta diciéndole a la pequeña que no se moviera pues cuando regresara con su deliciosa bebida le contaría por fin la verdad tras la leyenda de "los músicos que tocaron en el inframundo".

Los músicos que tocaron en el inframundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora