"El Particular Trío De Músicos"

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Santa Cecilia era un pueblo lindo ante los ojos de los turistas y de los mismos pueblerinos; era colorido, lleno de alegría, hermosas melodías eran escuchadas por todos lados, artesanías y ni hablar de las personas de la región. Los pájaros cantaban mientras las ancianas del lugar se sentaban en la plaza principal; había muchos señores mayores, seguro y era por el hecho de que ese día era domingo por la mañana, ya casi era hora en la que los templos tocaban sus últimas campanadas para empezar la tradicional misa.

Las aves juntaban las pequeñas semillas que las personas tiraban pero el ruido fuerte de las pisadas de un chico que atravesó justo sobre las semillas, hizo que todos los pájaros que estaban reunidos salieran volando a mucha velocidad.

-¡Lo lamento!

Gritó ya desde la distancia, no sabía si contaba como un "perdón" formal pero al menos se había disculpado; seguía corriendo intentando evitar a las personas –aunque se chocara con algunas en su camino-. Las hebras castañas eran movidas por el viento que provocaba al ir a una alta velocidad; con una mano se aferraba fuerte del asa de su estuche de guitarra y la otra la movía de adelante a atrás para poder ir más rápido –o eso creía él- y llegar lo antes posible a su destino.

Dobló en una esquina, casi se caía al no calcular qué tan rápido iba; logró mantener el equilibrio por pura suerte. Sacudió sus ropas y fue directo a una puerta de madera, tocó con una leve sonrisa, se dispuso a esperar a que sus amigos con quienes vivía le abrieran. Miró a la pared del exterior de la casa, ahí estaban las letras "M K M" mal pintadas y los salpicones que se secaron de pintura, no se veía mal, hasta podría decirse que era arte abstracto; sonrió al recordar cuando se pusieron de acuerdo de que esa sería su marca para que las personas supieran que los tres músicos ­–contándolo a él- vivían ahí.

Al ver que no le abrían volvió a insistir, frunció el ceño y se cruzó de brazos.

-Al parecer no quieren ver la paga de la señora Encarnación por tocar ayer en el bautizo de su nieto

Psicología inversa, sabía que uno de sus compañeros siempre caería ante la tentación del---...

-¡Dinero!

Abrió rápidamente y salió de la casa viendo a su casi gemelo que más que a él era al fajo de billetes que tenía el contrario en su mano; hubo una pequeña riña de uno intentando tomar el dinero mientras el otro se lo intentaba impedir.

-¡No mames, Marco! ¡Mínimo déjame entrar a la casa primero!

Se quejó el menor entre ambos, soltándole una risa al mencionado, sin tener más remedio dio un paso atrás e hizo un ademán elegante hacia la puerta; cerró los ojos y sonrió.

-Adelante señorito Miguel

Se levantó y cuando vio al chico entrar fue tras de él cerrando la puerta; con sus manos en la espalda y acercándose como víbora a su presa, esperó impaciente a que anunciara –o aún mejor, les diera su parte- de su paga. Sonriente dejó los billetes en la mesita de la sala; el golpe hizo que el chico de coleta levantara la vista pero no al dinero sino a su amigo.

-Bueno, al final sí pagó

-Claro, la señora Encarnación es de fiar; te lo dije, Kubo

Dejó de lado el instrumento japonés el cual estaba afinando, se levantó y fue directo a Miguel; tomó el fajo de billetes y comenzó a contarlos, viendo la gran suma de dinero.

-Ey ¿Por qué él sí puede tomar el dinero y yo no?

Marco quejándose, no era novedad. Ya era costumbre del nipón contar si era la cantidad correcta porque una vez al moreno le dieron de menos y él por confiar ni lo notó y ya luego no quisieron darle lo que faltaba porque "sí se lo habían dado".

-Bien es lo acordado

Le dio el fajo en la mano de Miguel y le sonrió asintiendo una vez con la cabeza; ahora –ya con la certeza- comenzó a hacer tres montoncitos con la misma cantidad de dinero. Marco sin esperar le arrebató su parte al otro mexicano, era como ver a un niño cuando le das una paleta, pensaba en las probabilidades ¿Qué podría comprar? ¿Cómo gastarlo?

El asiático esperó a que Miguel fuera quien le diera el dinero, se inclinó un poco en respuesta pues a pesar de vivir en México aún tenía ciertas costumbres tradicionales de Japón; después de guardarlo en su bolsillo de pantalón regresó al sofá para seguir afinando su preciado –pues era heredado de su madre- shamisen.

-Gracias, Miguel

El del suéter rojo levantó su mano como respuesta y del otro integrante ni hablar él ya ni estaba en la casa; dio un suspiro y fue a su habitación a dejar su guitarra y de paso guardar su parte. Una vez hecho todo se tiró a la cama; amaba la música y jamás pensó que podría realizar su sueño de vivir de lo que tanto le gustaba y con dos buenos amigos. Se había quedado dormido, la tarde pareció tranquila hasta que alguien tocaba con desesperación su puerta; aún sin saber muy bien qué ocurría el moreno bostezó y talló sus ojos, fue directamente a abrir.

-¿Recuerdas que salí en la tarde? Me encontré con una chica y quiere que toquemos mañana

El del lunar en la barbilla estaba recargado en el marco de la puerta de Miguel, sin despertar del todo pero sabía que todo esto era muy apresurado para que fuera al día de mañana.

-Le dijiste que eso es muy poco tiempo de preparación ¿Cierto?

Y justo ahí llegó Kubo para unirse a la conversación cruzándose de brazos y con un semblante serio, Miguel sabía que si el menor estaba así es que Marco ya la había cagado; con la mirada volvió a insistir a que le diera la respuesta.

-Dice que como se le hizo muy bonita aceptó sin pensar ¿O me equivoco, Marco?

-Pues sí ¿Eso afecta? Además somos los mejores músicos del lugar ¿De qué se preocupan?

Sí, podrían ser el trío de músicos más aclamados del lugar pero también debían prepararse antes, cosa que Marco parecía no importarle; fueron a la sala a seguir discutiendo el caso. Amaban tocar y todo eso pero igual a veces tomaban decisiones arriesgadas de la noche en la mañana sin pensar en las consecuencias; por ahora habían aceptado ir a tocar al cumpleaños de la chica que Marco había conocido.

-Pero en ese horario nos tendríamos que venir en la madrugada ¿No es eso peligroso?

-Oh Kubo relájate, estamos en un pueblo y somos tres ¿Qué nos puede pasar?

Refutó Marco bebiendo un poco de su refresco que había traído a media discusión porque "se le había secado la boca" de tanto argumentar su punto.

-Tal vez un poco sí sea peligroso pero podemos con esto

Intentó hacer que lo dicho por el otro moreno no sonara tan grosero y no hacer sentir mal a Kubo.

Llegaron a un acuerdo llamado: Antes de hacer una pendejada, consultarlo con todos; sí, justo así, claro que fue el ojidorado quien propuso –y declaró- el título. Después de eso cada quien se retiró a su habitación, no solían tocar para eventos masivos pero tal vez sería una buena forma en la que se dieran a conocer más entre el público; eso esperaba, realmente quería que las personas amaran su música.

Miró el pueblo nocturno desde la ventana, sonrió un poco; la vida era arriesgarse ¿No? Cerró la cortina y se fue a dormir, ahora esperando que no lo despertaran hasta que llegara el día de mañana.

Los músicos que tocaron en el inframundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora