A la espera [Katsudekukatsu]

Kacchan

Kacchan, quien realmente se llamaba Katsuki Bakugo, también era un omega, pero a diferencia de Izuku, él nunca estuvo con un alfa, realmente con nadie.

A Bakugo no le gustaba que lo manipularan ni le dijeran que hacer, sabía perfectamente que la ley favorecía a los alfas y no quería ser víctima de la sociedad de mierda en la que le tocó vivir, no otra vez. Además, al rubio simplemente no le gustaban los alfas, sus feromonas eran muy amargas o picantes, se sentían horrible en su nariz, sus voces demasiado graves y sus cuerpos demasiados grandes y musculosos.

En cambio, los omegas eran un sueño para él, tan suaves, de voces melodiosas y carácter más tranquilo, que era lo que necesitaba alguien con el humor de los mil demonios que tenía Katsuki.

Desde muy joven supo que le gustaban los omegas y cuando entró a la academia descubrió que se inclinaba más por los hombres, aunque aún le gustaban las mujeres, ver los delgados cuerpos de sus compañeros omegas, tonificados y delgados, sus cinturas un poco anchas y redondos traseros esponjosos, eran la perfecta mezcla entre delicada elegancia y masculinidad ruda, una contradicción armoniosa.

Se lo dijo a sus padres cuando estaba a finales de su segundo año en Yuei, pero eso fue un desastre, terminó teniendo terapia, supuestamente porque su gusto anormal hacia los omegas era producto de dos grandes traumas que tuvo con alfas. Al menos eso querían creer sus padres y el terapeuta, pues Bakugo sabía que eso era pura mierda.

Hay cosas que nunca se olvidan, aunque estas no fueran el motivo de su orientación sexual ni le generaran una repulsión por los alfas como decía su terapeuta, sin embargo, igual dejan marca. Desde muy joven comprendió lo peligroso de su situación, cuando a sus catorce años tuvo su primer celo inesperadamente en una calle transitada de camino a casa.

Nunca olvidaría las miradas de los alfas que transitaban por esa calle justo en aquel momento, el horrible olor de las feromonas que soltaron se mezcló en una fragancia asquerosa, pero él no podía hacer nada para apartarse o huir, solo estar tirado en el suelo sosteniéndose a un poste de luz mientras respiraba agitado y su cuerpo se ponía cada vez más caliente, se sintió indefenso y vulnerable, si no fuera por los amables empleados de una peluquería que estaba justo al frente, quienes ahuyentaron a los alfas y lo escondieron en el local, quien sabe que le hubiera sucedido.

Pero aquella no había sido la peor de sus experiencias, lo que realmente lo marco de por vida fue algo que aconteció cuando estaba a finales de su primer año en Yuei.

Había ido a ver una película al cine junto a sus dos amigos, Denki Kaminari, un omega como él, y Eijiro Kirishima, un alfa amable y alegré.

Mientras hacían la fila para comprar los boletos a Bakugo le dio unas incontrolables ganas de ir al sanitario. Era un viernes por la noche, bastante tarde, a decir verdad, tenían planeado quedarse en la casa de Kaminari al salir de la función, pues a esa hora ya era toque de queda en los dormitorios.

El centro comercial estaba casi solo, únicamente se encontraban las personas que iban al cine, los locales ya habían cerrado dándole al centro comercial un aire siniestro. Los sanitarios cerca de la sala de cine estaban cerrados, aparentemente algún bromista había hecho explotar un par de inodoros el día anterior, así que tuvo que alejarse un poco e ir a otro sitio.

No le preocupaba andar solo, pues se sabía defender, después de todo estaba estudiando para ser un héroe. Al terminar de hacer sus necesidades y mientras se lavaba las manos un calor le invadió todo el cuerpo, se sorprendió pues su celo estaba lejos de llegar, aun así, (hola soy censura), con rapidez había sacado su celular de su bolsillo y comenzó a buscar entre sus contactos el número de Kaminari para que fuera a ayudarlo, pero una mano le arrebato el aparato.