𝐭𝐡𝐫𝐨𝐮𝐠𝐡 𝐭𝐡𝐞 𝐛𝐚𝐫𝐬 𝐡.𝐬

05.

Styles

Hudson me agarró por la pechera de mi uniforme de la prisión y me golpeó contra la pared de la celda, con fuerza. ​
Dejé que mis manos colgaran sin fuerzas a mi lado porque
tenía derecho a estar enfadado conmigo.
—Parecía lo que tenía que hacer en ese momento. —Le sonreí.
Mi respuesta lo hizo enojar aún más y sentí sus manos apretando mi camisa.
—¿A qué coño te refieres?
—Si vas a pegarme, hazlo. Pero si vas a jugar con mi ropa, pídeme una cita primero.
Saltó hacia atrás como si le hubieran picado, jurando mientras me reía a carcajadas. Se desplomó en mi litera, medio molesto, medio atontado.
—¿Qué te pasa, hombre? Actúas como un psicópata, y se supone que soy el loco en esta celda.
Se sentó de repente, con conocimiento en su rostro.
—De hecho, creo que has estado actuando de forma extraña desde que empezamos las clases con la pequeña señorita Trasero Impresionante. —Su sonrisa creció mientras me miraba—. ¡Eso es! Tengo razón, ¿no? ¡Tienes una erección por la profesora!
—No es así. —Refunfuñé, molesto por haber sido atrapado.
—Por eso me tiraste al suelo, porque me sonreía a mí y no a ti. Tal vez piensa que soy más bonito que tú. —Y soltó una fuerte carcajada.
El tipo tenía una cara que parecía haber sido pateada por una mula.
—Sí, sí, lo que sea —dije, sonando como una pequeña perra llorona.
Me miró fijamente, todavía sonriendo.
—¡Los hermanos antes que las putas, hombre! Los tipos como nosotros aprenden eso en la escuela primaria.
—Ella es diferente.
—Ah, claro. ¿Crees que te va a educar en clases particulares, o algo así?
—¡No! Es sólo que... ¿Has conocido a una mujer como ella antes? ¿Decente?
Se encogió de hombros.
—Claro. El coño es el coño, como sea que lo disfrutes.
Una ráfaga de ira me atravesó. Debí haber sabido que no debía tratar de hablar de esta mierda con Hudson. El tipo era loco.
Pero entonces, su tono bajó medio grado.
—Sólo te estoy tomando el pelo. Lo entiendo, de verdad. Te hace querer más que esto. —Y agitó los brazos hacia los barrotes de la ventana—. Lo comprendo, hombre.
Y ese era el problema. Me hacía querer más de lo que nunca podría
tener de forma realista. Nunca. ​
Y eso era deprimente como la mierda.