Capítulo 11: Conexión

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⍣ ೋ Noche seis⍣ ೋ

"Quiero estar a solas. A solas contigo, ¿eso tiene sentido?" (Hostage, Billie Eilish)

"¿Es esto lo que mi madre me narró por muchos años antes de dormir?", pensó Loki en su trono.

Nuevamente, estaba perdido en sus memorias y emociones, pero esta vez no era una melancolía depresiva. Ya saben. Esa melancolía que los puede hacer echarse a llorar en la oscuridad y soledad de su habitación, pues alguien les enseñó una fotografía de ustedes de cuando eran niños y la observaron, y se dieron cuenta de que nada volverá a ser tan puro y alegre como ese momento, como en la infancia.

No era ese tipo de melancolía.

El impostor observaba los lujos, que le eran mostrados para aceptar las nuevas decoraciones en Asgard; escuchaba a los asgardianos del día, y no sentía debilidad ni un cargo de consciencia; y recibía actualizaciones del guardia mayor, Loki los felicitaba por el avance y les decía que, si era necesario, los podía dejar ir a casa. Todo con una presión diferente en la boca de su estómago. No era lo que había sentido días anteriores, era diferente. Más que una presión, era como un aviso de su organismo y este aparecía cada vez que el rostro de Nilsa se mostraba en su cerebro.

Era una melancolía traída por todas las veces que su madre le aseguró el gran amor que sentía por Odín y que, algún día, iba a encontrar ese estado de ánimo.

Laufeyson recordaba las veces que le preguntaba, luego de leer una novela romántica, y esta reía para después describirle cómo se iba a sentir un día.

—No te reconocerás —decía Frigga, mientras se sentaba en el campo—. Tu mundo cambiará, si es la persona indicada. Lo sentirás físicamente. Lo extraño es que es algo que, ni siquiera, Odín puede controlar. —Loki, siendo niño, se sorprendió al escuchar aquellas palabras—. Puede que sientas tu corazón retorcerse cuando veas a esa persona, puede que pienses que hayan mariposas en tu estómago, puede que tengas la necesidad de tocarlo o tocarla, o puede que sea con la única persona que realmente sientas un conexión especial.

—¿Así te sientes con nuestro padre? —preguntó, jugando con las plantas a su lado.

—Exactamente, Loki. me hace sentir esperanzada por los días que me quedan por vivir, me hace querer convertirme en la mejor persona del reino; sin embargo, puede que con esa persona sea con la que más sientas pasión para molestarte. 

—¿Por qué? —dijo asustado.

—Porque tu cerebro los pone en un pedestal y no esperas a que te rompan el corazón. Eso, en realidad, sucede con todas las personas que amas.

—Pero...

—No —interrumpió la madre—, recuerda que para el amor no hay reglas ni lógica. Nadie puede controlar sus palabras ni acciones, no en el verdadero amor. Y que ni se te ocurra retorcer mis palabras, jovencito —la madre advirtió. Era obvio a qué iba con la última oración.

Quería asegurar que así se sintió cuando vio a Nilsa sonreír. Loki no pudo explicarse el por qué de sentirse aliviado por haberle sacado una sonrisa, tampoco pudo explicarse el nerviosismo del contacto físico. El podía pelear con cualquier villano; sin embargo, Nilsa parecía un nivel mucho más alto a las bestias del universo.

Claro que no podía olvidar cómo su corazón se rompió en mil pedazos cuando escuchó su historia. Por suerte tuvo las palabras indicadas para ella; no obstante, sintió ira con el desconocido que la ayudó a obtener vida y molestia con las personas que la degradaban por creerse las palabras del hombre.

Estuvo a punto de levantarse y enfrentarse a quién sea que era su padre, pero supo que Nilsa no necesitaba de un héroe.

"Cosa que, evidentemente, no soy."

Lo dudó, pero entendió que ella necesitaba compañía y apoyo. No alguien que se levanté a enfrentarse a los demonios de ella, es decir, sus problemas; sino alguien que comprenda y pueda dar las palabras indicadas.

Loki, si pudiera, le daría la vida que ella quisiera, pero no era tan fácil. No podía solo levantarse un día y comprender algo que jamás había sentido. 

Esa noche salió ni bien el atardecer llegó a pintar el cielo de Asgard. No le interesó que las probabilidades, de que ella saliera más temprano que las anteriores noches, fueran nulas.

Había avisado que la servidumbre que podía irse antes, así podía tener más tiempo de arreglarse con su propio cuerpo y, luego, pasearse por todo el castillo para recoger todas las flores posibles.

Quería sorprenderla con algo, no esperaba nada a cambio, solo quería volver a ver su sonrisa. Esta era como una droga para el Dios. Dientes blancos, sus mejillas se hinchaban y sus pecas resaltaban, porque su rostro siempre se sonrojaba.

Estuvo de pie en el campo, escondido de los que estaban camino a casa, pero esperando con una expresión de felicidad.

A veces podía llegar a verla por su ventana y algunas características del amor, que su madre le había dado conocer, se mostraban en su ser.

Las estrellas se establecieron y los asgardianos ya estaban en casa, listos para descansar para el siguiente día de trabajo, mas no para Loki. Él sentía que su día recién comenzaba.

Comenzaba cuando dejaba de pensar tanto y se concentraba en la belleza de su entorno. Quizás no podía hallar el encanto en su palacio o en las personas que iban y venían, pero, una pequeña parte de él, le aseguró que ella podía tener el encanto que buscaba en la vida.

"No seas tan precipitado", intentó controlar sus emociones.

Dos horas y ella logró salir de su jaula.

La joven bajaba con ayuda de los tallos que se formaron al lado de su ventana. Él notó que se había puesto un vestido con un color diferente. Usualmente utilizaba colores tristes: grises y azules. No obstante, hoy utilizaba uno color púrpura. 

Laufeyson miró para los lados y vio que no había ningún asgardiano que estorbara. En ese momento, salió de la oscuridad y se dejó ver con el ramo de flores que, en definitiva, se notaba que fue formado de improviso.

Parecía un desastre, pero era el esfuerzo lo que contaba.

—¡Hola! —Nilsa se acercó a él, arreglando su cabello detrás de su oreja.

—Son para ti—dijo sin previo aviso, estirando su abrazo. Su Yo interior se dio un golpe, pues no quiso sonar tan violento, pero no sabía cómo actuar frente a una mujer.

Loki nunca aceptaría aquella descripción, pero era cierta.

—¡Gracias! —exclamó y lo sostuvo con delicadeza— ¿Fue improvisado?

—¿Se nota mucho? —preguntó con preocupación. Ella rio, por la ternura de su rostro, pero cogió su hombro, dándole a entender que no interesaba tanto.

—Obviamente, Loki. Diferentes tamaños y colores, pero es el mejor regalo que alguien me haya dado jamás —habló, mientras bajaba su mano hasta entrelazar sus dedos con los de él—. Gracias.

—¿Tomamos asiento?

Nuestras noches; LOKIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora