【序文】Prólogo;

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Un bajo quejido escapó de sus labios al sentir las primeras gotas de la terrible tormenta que se avecinaba, mirando de reojo su reloj se percató que no llegaría a tiempo a su hogar para resguardarse, pero sin darle mucha importancia siguió avanzando con la mirada baja a través de las grandes concentraciones de personas. Un día más en aquel lugar de hipocresía absoluta en su sociedad. Aguardó ante la luz roja, aprovechando ese pequeño tiempo decidió revisar las notificaciones de su teléfono con lo que arruinó su pequeño buen humor: su casa estaría nuevamente solitaria.

¿Acaso todos los jóvenes de su edad no desearían eso? Estaba consciente de ello debido a las grandes fiestas y escapadas que hacían, pero eso no estaba en sus planes y mucho menos se la vivía pensando en esas cosas. Simplemente ansiaba que al volver del instituto una comida caliente la esperara sobre la mesa y escuchar sin descanso a su padre hablar de lo que quisiera, incluido su estúpido y desgastante trabajo. Pero, no todos podían tener lo que quisieran.

Su mente divagaba entre recuerdos y fantasías de una realidad distorsionada a su merced, siempre lo hacía para evitar pensar en su patética vida. Se abrazó a sí misma ante el frío que comenzaba a surgir por culpa de la intensa lluvia que le repetía una y otra vez que debía despertar y afrontar la verdad; ella la sabía, pero intentaba disfrazarla para que no doliera tanto. Buscó entre los bolsillos de su chaqueta del uniforme la llave de su casa a medida que se adentraba en aquella avenida llena de lujos por doquier, y al dar con ella suspiró con pesadez al saber que tendría que lidiar con la soledad nuevamente.

O, tal vez no.

En el jardín delantero de su casa, sentado en las pequeñas escaleras recibiendo la gélida brisa haciéndole temblar ligeramente, estaba el joven pelinegro con una arruinada caja entre sus manos. Estando cabizbajo no se dio cuenta del como ella corría a su encuentro con gran preocupación y reproche reflejados en su rostro, no fue hasta que la escuchó hablar entre jadeos por el cansancio.

-Tú, cabeza hueca. ¿Quieres enfermar?- Apremió con desaprobación ayudándole a ponerse de pie, y en un descuido debido al suelo resbaloso se apoyó del brazo del chico para no caer, y fue cuando detalló aquellos pequeños moretones en su rostro. Al no ser la primera vez podía controlarse para no hacerlo sentir tan débil frente a ella, pero no quitaba el hecho de querer desfigurar de la misma manera el rostro del causante. Tensando la mandíbula soltó su agarre lentamente sin intenciones de demostrar su molestia. –Ha sido un mal día para todos, supongo.

-¿Podemos entrar?- Interrumpió casi en un murmuro. Luego de días podía escuchar su voz, estaba completamente quebrada y más grave de lo que ya era. Un pequeño dolor oprimió su pecho al darse cuenta de que la realidad no resultaba tan buena para todos. Pero, si así era el caso, ella se encargaría de cambiarla por las buenas o, por las malas.

A fin de protegerse a sí misma y a aquel lastimado joven, que poco a poco dejaba una marca distintiva de lo bueno y lo malo en su perspectiva, agarró con firmeza su mano y lo encaminó hacia la entrada de su hogar dispuesta a recibirlo como veces anteriores. Pero, esa vez todo sería muy diferente y daba por hecho que las consecuencias vendrían tarde o temprano.

【不】𝐒𝐇𝐀𝐃𝐎𝐖𝐄𝐃 𝐂𝐀𝐑𝐃𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora