¡Ayúdame!

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Izuku Midoriya recibió una llamada urgente de su agencia. Su hijo Katsuya estaba en su oficina y le urgía hablar con él. Llegó lo más rápido que pudo, la recepcionista le indicó que el menor se encontraba en su oficina.

—¡Katsuya! ¿Qué pa...?

No pudo terminar su pregunta porque casi le da un infarto; junto a su hijo estaba una réplica de su amigo de la infancia... rubio cenizo, cabello más rebelde que el suyo, el ceño fruncido pero sus orbes verdes lo descolocaban y le dejaban claro que no era Kacchan.

—¡Papá! ¡Qué bueno que llegaste! ¡Izuki necesita ayuda! —se abalanzó hacía el mayor que no salía de su asombro— ¿Papá?
—Katsuya... —tomó asiento y aclaró su mente un poco antes de encararlos con una sonrisa cándida— bien, para empezar ¿Quién es tu amigo? ¿Por qué sólo yo puedo ayudarlo?
—Yo... no lo sé, pero Izuki dice que sólo el héroe #1 puede hacerlo y ese eres tú —su hijo, sería igual de bobo que su padre.
—Izuki ¿Verdad? —el rubio se asintió— no te conocía pequeño...
—Es mi amigo por correo electrónico —se apresuró a decir su hijo— el vive en Estados Unidos y vino a conocerme.
—Oh vaya... —eso puso nervioso Midoriya.
—Es hijo de héroes es un programa de interacción entre escuelas de héroes —intuyó la desconfianza de su padre.
—Deberé decirle a Aizawa sensei que deberían notificarnos de estas actividades... Entonces Izuki dime ¿dónde están tus padres?
—Vine solo...
—¿Qué! ¿Tienes siquiera edad para viajar tan lejos tú solo?
—Tiene 15 años, es dos años mayor que yo papá —añadió Katsuya.
—Tus padres son... mmmm...  deben confiar mucho en ti para dejarte hacer este viaje y en época escolar... —Deku dudaba de la capacidad de crianza de los padres del joven.
—Deku... —incluso escuchar su nombre de héroe de los labios de ese niño le causaba muchos sentimientos— necesito tu ayuda... mi familia... es... —calló, las lágrimas caían por su rostro— ¡sólo tú puedes ayudarme! ¡Por favor rescata a mi papá!
—¿Eh?

Katsuya abrazó al otro chico quien lloraba a cántaros; ningún peli verde entendía qué sucedía en ese momento, lo único que pudieron hacer fue ir a la casa de los Midoriya y dejar que Izuki descansara.

—Katsuya... dime la verdad ¿Quién es este chico?
—¡Papá, ya te lo dije! —rehuía la mirada de su padre.
—Está bien que quieras ayudar a alguien pero, no puedo hacerlo hasta no saber todo. No planeo ponerte en peligro por nadie.
—Es Izuki Smith... tiene 15 años, vive en New York, me enseñó su pasaporte y en la agencia corroboraron que es auténtico —el menor no era tan confiado pero, sí muy noble— No tiene quirk... es todo lo que sé... estaba fuera de la agencia, parecía perdido y asustado. Cuando me vio corrió a preguntarme si era hijo de Deku y me rogó por ayuda...

Izuku suspiró cansado, su hijo era tan terco y fanático de los héroes como lo era Izuku y por eso aunque el Midoriya menor sabía que no debería ir a la agencia desobediencia a su padre, además, cuando su hijo iba era porque quería hablar con sus tíos, compañeros de Izuku, especialmente Red Riot, Uravity y Creaty.

—Está bien pequeño... te creo —sonrió y acarició el cabello de su hijo— como tu habitación tiene visitas ¿Quieres dormir conmigo?
—¡Claro!
—Mañana prepararemos un buen desayuno para nuestro invitado —sonrió.

Sentía que algo estaba muy mal, ese chico le removía muchas emociones, principalmente sus sentimientos por Kacchan, verlo tan parecido a él, lo hacía recordar todo lo bueno... y lo malo.

Mentiría si dijera que no había pensado en explosivo rubio. De hecho lo hacía cada día, en cada misión, cada vez que al llegar a su casa se encontraba con la sonrisa de su difunta esposa, Mizuki, y no la del él. Recodaba el día que su esposa murió, 5 años atrás; ella le había dicho que jamás le guardó rencor por no poder amarla como lo había hecho con Bakugou pero, Izuku jamás se perdonaría no poder haberla amado como lo merecía.

Abrazó a su hijo, a pesar de casi tener 14 años, era un niño de papá y luego de la pérdida de Mizuki, juró aprovechar todo el tiempo que pudiera pasar con su hijo de esa forma, además ella le prometió volver de la tumba si se atrevía a descuidar siquiera un poco a su hijo.

A la mañana siguiente ambos peliverdes, vieron a un rubio cocinando el desayuno para ellos.

—¿Es que en esta casa no comen picante?

Se quejó el rubio que terminaba de poner la mesa.

Lo arreglaréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora