6 "¿Aceptas?"

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Entre más difícil, más atrae.


NARRA HENRY CAVILL:


Virginia era el nombre de mi adorada chica, ya con una licenciatura en contabilidad, quien debes en cuando me ayudaba en mi cosas y yo en ellas. Hemos estado algo distanciados ya que los casos en el despacho tienen toda mi atención, pero suelo mandarle los buenos días, siempre, y unas rosas para que sonría y se acuerde de mí. 

Ella no tiene conocimiento de mi "doble vida", aunque no es como algo fuera del otro mundo, mi madurez me hace entender que debo separar mis sentimientos del trabajo, el amor y el sexo. 

El proponerle a Ginebra una chica inexperta en el tema de los sugar daddy's me enciende. Hace mucho no tenía un éxtasis así de emocionante. Siempre las mismas chicas, que ya saben mi juego y que ya estaban aburridas, aunque… tienen un contrato por cierto tiempo. En el despacho hay muchas chicas jóvenes y bonitas que harían este trabajo. ¡Pero Ginebra! Ella tiene algo que la hace especial fuera de todo. 

En mis pensamientos profundos mi móvil suena, y al traer mi pensamiento viene con ella el nombre de Virginia. 

—¡Hola nena!— 

Sus llamadas inesperadas me cambian el resto de mi día. 

—¡Hola guapo! ¿Qué haces?— pregunta algo animada.

—Vengo del trabajo con dos nuevos casos, lo cual no logró resolver.—

—Estamos igual, mi inventario no me da la cantidad que debe de ser y ya me estrese, ¿Qué te parece si voy de visita y me quedo contigo?— 

No quiero despreciarla, la verdad es muy linda pero vengo cansado, pero se que me necesita. 

Aunque Virginia no es mucho de sexo ella es más sentimental en su parte. 

—Si no tienes que trabajar mañana temprano, voy por ti.—

Suspira.

—Si tengo que, mañana tenemos corte y debo de estar a la hora, tienes razón bebé, yo creo que mejor te dejo descansar.—

A veces no me gusta cortarle la inspiración pero su trabajo es pesado y no quiero que lo pierda por mi. 

—Descuida, Vir. Lo compensamos el fin de semana.— 

Sin poder despedirme terminó colgando la llamada. A veces Virginia suele ser un poco empalagosa pero en su estrés es un demonio. 

—¡NO GINEBRA, NO!— 

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—¡NO GINEBRA, NO!— 

Es lo primero que escucho al llegar al despacho de mi socio y gritándole a su hija.

—¿Qué pasa? Los gritos se oyen hasta la calle.— miro con un poco de pena a la niña. 

Quién está sonrojada de que le hayan dado un regaño. Miro a su padre quien está hecho un diablo, enojado y frustrado con solo verle. 

—Ginebra, no llego a casa a dormir, esta mañana llegó en estado de ebriedad. Lo cual no es normal.— 

Su voz suena algo preocupante. 

La niña viene con la misma ropa de ayer, yo la devolví después de comer, quizá una fiesta con amigas, o algún chico. Es joven y bella, puede hacer lo que se le venga en gana, pero debe tener cuidado.

—Le he dicho que no importa que salga, se divierta. Solo que me avise dónde está, pero ni eso. Y Ginebra, en ese estado hoy no trabajas, descansaras una semana. Estarás sola en casa. Devuélvete en taxi, por favor.—

—Yo puedo llevarla, tampoco es confiable que un taxi le lleve, por seguridad.—

Me ofrezco, ya que también si quiero que acceda a mi juego debo de hacerle saber que puedo cuidarla y que la protejo. 

—¡Papá, por favor! Lo siento enormemente, sabes que no lo hago, hace mucho no veía a mis amigas de la preparatoria.—

Su padre se limita a responder para mirarme y acceder a qué le lleve.

—¡Vamos señorita! Te llevo a tu casa.—

Al ser mi socio conocía su casa algo lejos, lo cual no importaba si ella durmiera yo conocía el camino. 

No era necesario cargarla, con que no se balanceara era perfecto.

—Mi padre es una ostia que no tiene lugar en el planeta.— dice. 

—Comprende, lo preocupaste.— respondo. 

—Lo sé, lo sé. Solo que se me fue el tiempo, no soy de muchas amigas, no confío en todas, y Arlette es una buena chica.—

Al emprender el viaje Ginebra logra dormir incluso roncar. 

La casa de su padre se encuentra fuera de la ciudad en un condominio muy lindo y tranquilo. Con muchas áreas verdes y una alberca.

Ginebra se me hace alguien extrovertida pero al mismo tiempo responsable de lo que hace. Será una médico, lo cual debe cuidar sus pasos a dónde quiera que vaya. Es por crear una buena reputación para su futuro. 

—¡Despierta, hemos llegado!— 

Al sacudirla, hace un gruñido horrible.

Lo que hace que no alcance abrir la puerta del carro, para vomitar encima de mi y no solo eso de un traje caro que traigo puesto. 

—¡Esto es asqueroso niña!—

Enojado y echando humo ella reacciona y parece que su resaca se le baja para mirarme apenada y luego de estar como tomate carcajearse de la escena.

—Es el colmo y no es gracioso, has arruinado mi día con tus vómitos asquerosos.— mi voz no suena enojada.

Al contrario parece que me ha contagiado. 

—Señor Cavill debería mirarse, ja, ja, ja, ja. Lamento mucho el vómito, de verdad, pero usted me sacudió. Déjeme compensarlo con un traje de mi padre.—

—Tu padre se molestara si no encuentra traje que le falte.— respondo.

Mientras ella abre la puerta del carro para animarme a salir. 

Es tentadora la oferta. 

No sé porque mi mente piensa en que una vez que me entregué el traje acorralarla y permitir explorarla. 

—¡No! Gracias, pero me voy a mi casa a cambiarme y llevar esto a la lavandería, porque si yo mismo lo hago, lo arruinare. Estoy todo pegajoso y huele a alcohol.—

Parece que se molesta, yo sigo en el carro tratando de no moverme. 

Comienza a buscar en su bolsa, desesperadamente.

—¡Tome! No sé la cantidad pero es algo para que pueda repararlo.— me dice con unos billetes en la mano.

—¡No!— 

Insiste.

Pero la verdad es que no deseo el dinero.

—Si no quiere aceptar mi dinero, ¿Entonces que?— se da por vencido.

—¿Qué aceptes mi oferta de ser mi sugar baby

SUGGAR DADDYWhere stories live. Discover now