Arguell quedó boquiabierto, sin poder dar nisiquiera un grito, al ver a un enorme dragón de escamas blancas saliendo de la profunda oscuridad de la cueva. Y aunque por culpa de su repentino y feroz enojo con los dragones el reino no había vuelto a ver a ninguna sola raza de estas supuestas «peligrosas» criaturas, a Arguell pareció habérsele olvidado todo aquello.
Sin embargo ese no fue el único dragón que salió de la penumbra. Otros cinco más salieron de la parte trasera del gran refugio de piedra. Cada uno de distintos tamaños, colores y aspectos. A Arguell le llamaron la atención tres en especial: uno muy grande de un color gris y unos tonos turquesas, tenia unos dientes de unos veinte centímetros de longitud y una mirada salvaje. Uno que tenia una expresión de enojo constante, y unas grandes orejas que movía frecuentemente, y uno que parecía el más pequeño de todos, tenia un aspecto débil y flacucho, casi insignificante.
Detrás de la penumbra surgió otra figura, Arguell creyó por un momento que se trataba de otro dragón. Sin embargo conforme la silueta se fue aclarando poco a poco, se dio cuenta de que no era un dragón, era solo Gemíl, que avanzaba con su sombrero puntiagudo, su bastón y su larga y rizada barba plateada. Arguell no pudo evitar sentir una sensación de odio cuando lo vio aparecer de entre la oscuridad.
-¡Tú!- bramó-, ¡A ti era al que quería encontrar, creo que me debes una explicación a todo esto, ¿no crees?!, ¡Quiero que me digas ahora mismo qué es este lugar y porque estoy aquí con estas... asquerosas y... repugnantes criaturas!
Arguell pudo ver al dragón más grande que gruñia a un costado. Retrocedió asustado rápidamente y luego continuó:
-Cuando mi padre vea que no aparezco a la hora indicada... ¡Oh no! ¡Tal vez ya habrá mandado a todos los guardias del castillo para buscarme...! Piedra sobre piedra.
Arguell se agarraba de la cabeza tan teatralmente que Gemíl tuvo que hacer un gran esfuerzo para evitar lanzar una carcajada. Luego volvió a ponerse serio y añadió tranquilamente:
-Tu padre ya sabe que estás aquí Arguell, se lo dije yo personalmente mientras tú dormías, él aceptó el que te hubiera traído. Y estuvo de acuerdo conmigo en que ya era hora de contarte el verdadero motivo del porque decidí traerte.
-¿A sí? -Contestó Arguell-, bien... entonces dime, ¿cuál es el verdadero motivo por el cuál me trajiste a este sitio?
-Una cosa a la vez Arguell...- Dijo firmemente Gemíl-. Primero déjame presentarte a mis humildes amigos.
Gemíl se apartó un poco y comenzó a señalar a cada uno de los dragones que lo rodeaban desde atrás.
-Él es Éntec, el Ingens Gravibus- Señaló al gran dragón de cabeza pequeña y cuerpo grande, y escamas de color blanco tiza que había aparecido primero y que estaba en el centro de todos.
-¡¿Y a mi porque me importaría saber el nombre de estas desagradables y...!?- Iba a decir algo, pero Gemíl lo interrumpió repentinamente.
-Te aconcejo que será mejor que no digas eso que estas a punto de decir- Le dijo tranquilamente y con mirada severa.
Arguell calló y escuchó a regañadientes la larga presentación que el mago tenía para sus amigos.
-Éste es Tulaar, el Sagemüler del Norte- dijo apuntando al dragón de expresión enojona, y éste hizo una forzada reverencia-. Éste otro es Valve, el Sagemüler del Este, y éste es Tenn, el Alpha Gamott- señaló al más grande de todos, y este demostró todo el rencor que tenía hacia Arguell cuando le enseñó al mismo sus largos y afilados dientes-. El de allá es Lëita, el Ughes Guardián, y el último de por allá se llama Meldo, es un Ánses Pardo. De seguro ya conoces esta raza, ya que «ciertas personas» cuidaban un favorable ejército de esa misma especie.
El rostro de Gemíl adoptó una sutil sonrisa, como dando a entender que él sabía algo que Arguell no, y tratando de tirar una indirecta para que éste cayera en tema. Sin embargo Arguell demostró escaso entendimiento a lo que Gemíl decía. Entonces decidió darse por vencido en cuanto a eso, y continuó-: Y yo, Gemíl "El Sabio", un placer.
-Bien... ya que terminaste de hacer tu es...- iba a decir algo, pero decidió detenerse justo ahí, y justo a tiempo- digo... tu presentación, ¿ahora qué?
Gemíl se volvió para mirar a Éntec, Tulaar, Valve, Tenn, Lëita y Meldo y empezó a gruñir, y a resoplar ásperamente, sin embargo los dragones parecían entenderlo, y Arguell supuso que estaba hablando con ellos en algún tipo de idioma que solo los dragones conocían. Luego todos asistieron al unísono (algunos de mala gana) y el mago volvió a dirigirse a Arguell:
-Bueno, creo que ahora sí está todo listo para ponerte al tanto de lo que está sucediendo, pero quiero que al terminar mantengas tu cabeza fría Arguell, no quiero que te alarmes ni te asustes ¿de acuerdo?
Arguell sólo asintió, pero estaba preparado para lo que iba a decir el mago. Si era tan grave como daba a entender se iba a olvidar de lo que prometió y comenzaría a gritar teatralmente (de nuevo) como loco. Cueste lo que le cueste.
-La historia que te voy a contar no es agradable- comenzó su relato Gemíl, un poco impotente-, y no está remontada muy en el presente, sino hace ciento ochenta y cinco años atrás. Cuando yo era un joven y principiante mago adolescente de catorce años, vicioso por las aventuras y descubrimientos peligrosos. Sin embargo, mis peligrosos viajes nunca pudieron haberse completado con la ayuda de un viejo amigo de la infancia con el que compartí muchas alegrías, muchas batallas y victorias. Pero desafortunadamente, éste fue seducido y encandilado por la Magia Oscura. Y se corrompió por completo, creía que la magia era algo de algunos pocos, y que había que aprovecharla para poder derrotar y conquistar todos los demás reinos. Por supuesto yo tenía una opinión muy diferente, y no tarde en expresarla severamente y en rechazar tajantemente su propuesta. Éste se enfado conmigo y me trató como enemigo, y a pesar de nuestros muchos enfrentamientos yo nunca lo odie como el me odio a mí. La última vez que oí hablar de él antes de que desaparezca por un largo tiempo fue... hace treinta años...
Gemíl miraba fijamente el rostro atónito de Arguell; justo cuando él nació, y sus padres... ¿pero porqué Gemíl le contaba todo eso?, ¿no sería porque podría haber sido él el que...? No, era imposible... su padre Laur le había dicho que habían sido los dragones.
-... bueno, treinta años hasta ahora claro-. Dijo Gemíl sin apartar los ojos de Arguell.
-¿Qué quieres decir?-. Le preguntó Arguell.
-Volvió, e intento atacar al reino de Srackmen para festejar su propio retorno o algo así. Por suerte logre detenerlo justo a tiempo. Si el mismo rey de Srackmen no me hubiera enviado una carta contándome lo que estaba sucediendo, tal vez... ahora ya no existiría tal reino.
-Oiga, pero ¿quién es ese tan peligroso mago oscuro?-. Preguntó Arguell intrigado.
Gemíl, trago saliva, como temiendo pronunciar su nombre, luego se aclaró la garganta y dijo casi susurrando:
-Malkim "El Oscuro".
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El domador de dragones
FantasyUn bebé fue encontrado por el rey Laur Strong oculto en una cesta a orillas del río Ravenger, sin ropa, comida y dinero. El soberano, al no ver a alguien que lo asista, y sin saber quiénes eran sus padres, decidió llevarlo al palacio para criarlo co...