Capítulo 12: Un paso demasiado lejos Parte 2

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—Voy a intentarlo... —dijo Regina en un susurro, intentando convencerse así misma que podría hacerlo.

—¿Lo harás? —entre esperanzada y sorprendida, Emma levantó la cabeza y preguntó.

—Lo intentaré... ¿puedes llevarme a casa?

—¿Qué?

—Te escuché, pero ahora mismo solo quiero ir a casa.

—¿No vas a decir nada?

—No sé qué pensar. Estoy confundida... Prometiste llevarme a casa.

—Sí. Lo prometí.

Era cansancio lo que Regina sentía, una gran necesidad de ir casa y simplemente dormir; olvidar todos sus problemas de una buena vez para poder pretender que solo era una madre soltera desempleada, sin almas gemelas que prefieren sus esposas que deberían haber seguido muertas y, sin la mujer que ama y que no la ama de vuelta.

Se dejó llevar en completo silencio. No pidió explicaciones. Tampoco se preocupó por saber dónde había pasado la noche, lo único que importaba estaba al frente del camino. Ella mejor que nadie sabía que mirar atrás solo la haría volver a ser la persona en la que se había convertido para salvarse a sí misma. Esta vez era diferente, esta vez elegiría amor en lugar de ira.

—En serio espero que podamos arreglar las cosas —dijo Emma tras detener el auto frente a la casa de Regina.

—Y yo espero que no vuelvas a hacer lo que hiciste.

—No lo haré, lo prometo.

—Me refiero a secuestrarme, encerrarme en un lugar y obligarme a hacer algo que no quería —dijo Regina, enojada.

—Lo dices como si...

—Digo lo que siento —se quitó el cinturón y abrió la puerta del auto.

—Esa no fue mi intención —Emma la detuvo tomándola de la mano—. Estaba desesperada e hice algo estúpido, pero solo quería arreglar las cosas entre nosotras.

—Estoy cansada de esto. Estoy cansada de pelear y de siempre estar intentado que las cosas funcionen a mi alrededor. Por una vez quisiera que algo en mi vida fuera fácil. Sé que tú no lo entiendes, pero lo único que quiero es tener una vida normal.

Soltó su mano y la dejó bajarse del carro, pero antes que Regina pudiera alejarse demasiado, tomó la caja que había estado guardando y fue tras ella.

—Regina.

—Vete a casa Emma.

Emma corrió para interponerse en el camino y ofreció la cajita de inmediato.

—Es mi regalo para ti... feliz cumpleaños.

La caja estaba cubierta por un papel de regalo de color dorado antiguo que tenía dibujado finas ramas con espinas de color rojo, amarrada con un cordón casi cobrizo. No parecía algo que Emma compraría, y eso precisamente alimentó la curiosidad de Regina, aun así, se dijo a sí misma que solo tomaría la caja para poder entrar a casa.

—Gracias.

Esa simple palabra era mucho más de lo que Emma había esperado, y al mismo tiempo prometía ser su nuevo comienzo. Se hizo a un lado para dejarla pasar, y exactamente tres pasos después todo volvió a derrumbarse.

XXXSQXXX

REGINA

Delante de mí, cubriendo las paredes de la parte frontal de mi casa, había no una, ni diez fotografías impresas de mí desnuda, eran más de cien.

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