Capítulo 23: Siguiéndote parte 2

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No hubo espacio alguno entre sus cuerpos, ni palabra dicha, aguardaron en silencio que la otra tuviera el suficiente valor de alejarse, pero se dejaron caer lentamente con los dedos de Emma enredados en el cabello de Regina, porque la necesidad de sentirse fue más fuerte, porque en lugar de rehuir Regina se fundió en los brazos de Emma y respiró profundo cuando sintió los labios cálidos que tanto extrañaba contra la piel de su hombro.

Emma inhaló el olor de Regina una vez más, besó su hombro una vez más y se convenció de hacer lo correcto aunque todo lo que deseaba hacer era equivocarse.

—Lo dije en serio, lo que siento por ti es real —dijo contra la mejilla de Regina.

No recibió respuesta alguna, ni tampoco la esperó, se alejó y salió de la casa convencida de su capacidad de enmendar sus propios errores.

Pero la satisfacción no duró lo suficiente para Emma, nada lo era, porque lo único que deseaba en su vida no le era posible y es que volvía a sentir que jamás podría redimirse lo suficiente para recuperar el amor de su vida. Sabía en lo profundo de su mente que lo único bueno que podría hacer era asegurarse de cumplir su promesa de verla feliz y que convencer a la gente de alivianar el camino del perdón para que Regina pudiera vivir tranquila en Storybrooke palidecía comparado con la realidad.

Un bebé. La única cosa en el mundo que Emma no podría darle.

—Emma, cariño —dijo Nieve, entrando en la habitación a oscuras de su hija.

—Vete.

—Tu padre me dijo que no fuiste a trabajar, que llegaste y te encerraste aquí sin querer comer.

—Eres la última persona que quiero ver.

—Al menos me gustaría saber por qué —dijo sentándose a los pies de la cama.

—¿Por qué no me dijiste? —Emma se levantó enojada, y sentada en la cama con el cabello revuelto y los ojos hinchados de haber llorado protestó contra su madre—. ¡Me hiciste creer que tenía oportunidad con Regina!

—Creo que la tienes, a pesar de todo, ella te sigue amando.

—¡Eso ni siquiera importa! Quiere tener un bebé... sin mí —sollozó—. ¿Lo sabías? Sabías que ella está intentando embarazarse ¿no es así?

—Sí. La convencí de hacerlo.

—¿Qué?

—Sé que a veces crees que estoy más del lado de Regina que del tuyo, incluso David lo cree...

—Porque es cierto. Eres más su madre que mía.

—No, eso no es así. Es solo que le debo tanto, estoy empeñada en que sea feliz porque cada vez que la miro a los ojos recuerdo a la joven que me salvó y que yo ayudé a destruir.

—¿Y yo qué?

—Y tú eres mi hija —dijo Nieve tomando el rostro de su hija en sus manos—. Quiero que seas tan feliz como quiero que ella lo sea, y el destino no puede ser más claro...

—No me vengas con eso del destino. —Retrocedió arrimándose contra el respaldar de la cama.

—Lo siento, pero es lo que creo. Tú y ella son amores verdaderos, no importa el tiempo que debamos esperar, tengo fe en que se encontrarán la una a la otra en el momento exacto y serán felices por el resto de sus vidas. Solo ten un poco de fe... y quizá un poco de cabeza fría.

—No sé qué me resulta más difícil.

—Seguro que actuar con cabeza fría.

Emma torció los ojos pero definitivamente se sintió un poco mejor.

The choice you didn't makeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora