Eran la Diosa y el Rey

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—Deben tratar de no mostrar esto, ¿De acuerdo?

La pequeña simplemente asintió sin preguntar, ya lo había oído muchas veces de su madre. Tal vez por eso, se había habituado a llevar su cabello suelto, con un pequeño flequillo que cubría su frente.

Su hermano, era por el contrario, reacio a entender. Y sus innumerables porqués, por momentos, incluso la molestaban.

—No debes ser tan correcta siempre, Yui.

Su padre había llegado a tomar su pequeño hombro, guiñándole un ojo. A veces le resultaba fascinante a su corta edad la magia que su padre podía ejercer sobre su estado de ánimo.

Él era alegre y divertido y al mismo tiempo, con quien podía sentirse tranquila y protegida.

—Ali...

Los ojos avellana de Stacia miraban con ternura pero también reproche a su esposo. Aquellas marcas con las que sus hijos habían nacido, era algo que debían cuidar de ser vistas. El clero aún la buscaba a ella y al fruto de su vientre, quien era heredera del reino de Overworld por derecho de nacimiento.

Un solo paso en falso, podría condenar a sus hijos a las garras de un reino que se había corrompido.

—Por favor mi diosa, Yui sabe qué debe hacer, no es necesario que se lo recuerdes cada día.

Por un instante, Stacia mordió su labio. Tenía miedo, vivía con él. Miró los profundos ojos de su esposo, que brillaban con ese pétreo color que podía llegar a desnudar por completo su alma, incluso esos oscuros lugares; y luego su mirada avellana se cruzó con las pupilas del mismo color que tenía su hija.

No había dudas, mirar los ojos de Yvaine, era ver esa firme convicción de su padre.

—Lo siento, tienes razón...

Se levantó de la posición de rodillas en la que la diosa le hablaba a sus pequeños y abrazó a la niña de largos cabellos negros. —Aunque te lo diga siempre, yo confío plenamente en ti.

Y así como su padre le causaba admiración, en los brazos de su madre lograba derretir todo otro sentimiento que no fuera amor y ternura.

—Mami... — el más pequeño tiró del vestido de Stacia un par de veces — ¿qué es una diosa?

Al mismo tiempo que Stacia ahogaba un grito sorprendido tras su garganta, Alistair soltaba una carcajada que solo logró incomodar más a su esposa. —Ah, eso... bueno...

—Moo, Ali...

—Bien, bien, vamos al mercado antes que se nos haga tarde. De vuelta les contaré sobre las diosas de este mundo y sobre la más hermosa.

El tono era divertido, mientras el rostro de la diosa sonrojaba tiernamente con un mohín gracioso.

La tarde en el pueblo había pasado rápido. Habían logrado vender toda la cosecha.

—Me alegro que hayamos podido vender todo en el día, los niños ya están cansados.

Stacia hablaba bajo, acariciando y cobijando a los dos niños dormidos en la carreta que los transportaba. Empero al regresar su mirada a su esposo, guardó completo silencio al notar su expresión.

No era cansancio, tampoco sueño. Era algo más... frustración.

Él quería darles todo y por momentos verlos dormidos en una carreta de madera vieja y gastada, con mantas opacas y a su diosa limpiando con trapos húmedos sus caritas manchadas de tierra, lo hacía pensar en lo insignificante que era.

—Te aman, más que a todo... — el susurro de su esposa cosquilleó tras su nuca, donde un beso se posó tiernamente — yo lo amo. Ellos lo ven con admiración, yo lo hago... No hay nada que querría diferente si puedo estar abrazándolo fuerte contra mí.

Uno tras otro, besó su nuca, siguió por su mandíbula recta, para posar un beso ligero en la comisura de los labios de Alistair, pero que sintió tan intenso dentro de su pecho. Ella derretía todo con su amor.

Ella era su diosa.

—Soy indefenso ante su grandeza, mi diosa. Sus palabras son mi credo.

—Ahora sí, vuelves a ser mi Ali.

Sus risas cómplices y bajas se superpusieron mientras el sol de la tarde terminaba de esconderse tras el horizonte, difuminando un tono púrpura al cielo. Sus respiraciones se cruzaron y el aliento cálido del ser amado, fue el preámbulo perfecto para un beso que dejaba sentir la existencia del otro.

Stacia no dejó de abrazar su espalda lo que quedaba de camino. Le transmitía con la caricia, que todo iría bien si podían sentirse de la manera que lo hacían.

Al llegar a su pequeño hogar de madera, la somnolencia se apoderaba de los ojos de Stacia. Suavemente removió sus delgados hombros y la recostó. Bajó al más pequeño de sus hijos, entrando a la cabaña.

La diosa parpadeo un par de veces, miró a su esposo cargar a su hijo, mientras hacía sutiles sonidos de arrullos.

Él siempre sería su rey.

Stacia se incorporó y al remover a Yvaine para cargarla, la voz disminuida y adormecida de la pequeña musitó — ¿Soy mala, mami? ¿Soy un demonio?

Antes de responder, Yvaine se había aferrado a su pecho, presionando la tela de su vestido, con ligeros temblores en intervalos cortos. Stacia acarició sus cabellos sedosos, susurrando con suavidad — Claro que no. Eres lo más hermoso en nuestras vidas...

Reprimió dentro de ella sus ganas de llorar, preguntándose quién le habría hecho creer eso. Pero en ese instante, debía contenerla y no hizo pregunta alguna.

Cuando levantó su rostro, sus ojos cristalizados de hermoso color atardecer, se encontraron en silencio con la mirada oscura de Alistair. No hizo falta decir nada. Él llegó sin hacer ruido a la vieja carreta, que crujió cuando se acomodó junto a ellas, ninguna dijo nada. Un solo atisbo de sonrisa algo torcida de su diosa bastó para que el ex monarca diera una suave caricia en su mejilla colorada. Y las abrazó...

Bajo el cielo estrellado y silencioso, él solamente las abrazó.


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Nota de autor:

Hola, aquí les traigo algo de AlisCia que me encanta. Es cortito, pero ya saben que este es una serie de drabbles de ellos y este en particular va a tener una continuación directa de los hechos.

Mil gracias por pasar y nos leemos pronto!!!

Geme, sabes que es con especial cariño para ti!

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