1. Reencuentro.

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Era el segundo café de la noche y tan solo eran las tres de la mañana. A Natalia le apasionaba su trabajo, lo sabía desde que se decantó por las ciencias en Bachillerato, y más tarde cuando optó por la carrera de enfermería se había dado cuenta de que era plena vocación lo que sentía por la profesión en la cual trabajaba actualmente. El turno prácticamente no había hecho más que empezar, y aunque las noches en el hospital eran lo que menos le gustaban, la compañía de sus compañeras la mantenían bastante despierta.

El busca sonó indicándole a la morena que debía dirigirse a la zona de urgencias, se terminó el café y lo tiró en una de las papeleras de la planta 1 mientras rápidamente se dirigía al ascensor para llegar a urgencias.

Cuando las puertas se abrieron pudo notar enseguida el ritmo rápido que solía llevar urgencias un Viernes a las tres de la noche a vísperas del verano, donde normalmente se encontraba a jóvenes que se habían pasado de más bebiendo o algunos pacientes por accidentes de tráfico.

-Dr. Guix, ¿Dónde me necesitáis?

-Lacunza, pues te necesitan en extracciones de sangre, hay bastantes pacientes hoy ¿Has acabado en planta?

-Me quedaban revisar a dos pacientes, pero se ha quedado Marilia.

-Perfecto, pues ya sabes ¡Ánimo!

Natalia le regaló una sonrisa sincera al doctor y se dirigió a la sala en la que se dedicaban a las extracciones de sangre. Conocía a Guix desde el momento en el que Natalia había entrado a trabajar en el hospital y desde ese momento habían tenido una conexión bastante particular, llegando a acompañarse en algunos Domingos de vermut a medio día o algunas tardes de café en días de lluvia. Muchos de los trabajadores habían llegado a pensar que doctor y enfermera tenía una relación mucho más allá de lo personal, pensando incluso que podían ser amantes o algo parecido. A pesar de esos rumores y cuchicheos de hospital ellos sabían bien que se consideraban tan solo amigos y esa relación nunca había tenido intenciones de llegar más allá por ninguna de las dos partes.

Al llegar a la sala de extracciones Natalia saludó a su compañero Famous ey le indicó con la cabeza que ella se ocupaba para que el moreno pudiera ir a hacer su descanso.

Los pacientes iban pasando poco a poco, algunos malhumorados y otros con una cara de cansancio propia de las horas en las que se encontraban. A Natalia las extracciones nunca le habían aburrido como a muchos de sus compañeros, simplemente le gustaba contribuir en la labor de salvar vidas de la manera que fuera.

Estaba ojeando el ordenador con el primer reconocimiento que le habían realizado en Triaje a la siguiente paciente la cual presentaba vómitos continuos y mareos, justo antes de que una chica se parase en frente de la mesa de la sala de extracciones.

-Hola, ¿Te mareas? –Dijo alzando la mirada y se encontró con unos ojos marrones que conocía más de lo que ella misma quería reconocer, aunque habían perdido ese brillo que tenían cuando los recordaba hacía cuánto ¿cuatro años? ¿cinco? no estaba segura, de lo que la morena si estaba segura era de que jamás habría podido olvidar esos ojos. Miró a la paciente y se encontró con una chica más madura, físicamente hablando, de lo que ella podía recordar, pero igual de bajita que hace años, apostaba a que no había crecido ni un centímetro desde la última vez que se vieron. Su pelo había cambiado a un pelo bastante más corto de lo que recordaba y a un rubio casi blanco teñido. Los ojos de la rubia y su físico al completo denotaban cansancio. Ese cansancio se podía mostrar a través de las ojeras de la más bajita y como producto de la falta de brillo de los propios ojos marrones.

-Sí. –Dijo la bajita sin levantar la mirada del suelo.

-Está bien, túmbate en esa camilla. –Le dijo a la vez que le señalaba una de las camillas que usaban para sacar sangre a los pacientes que tendían a marearse o incluso desmayarse en las extracciones de sangre.

Natalia se acercó al armario en el que se encontraban los tubos y jeringuillas de las extracciones, una vez cogió todo el material se acercó a la camilla en la que se encontraba la rubia.

-A ver, aprieta un poco ambos puños y enséñame los antebrazos, por favor.

En ese momento los ojos de la rubia y la morena se cruzaron por primera vez en esa sala después de mucho tiempo y los ojos te la bajita se agrandaron bastante como fruto de la sorpresa.

-¿Eres Natalia? ¿Natalia Lacunza?

-Sí, Alba Reche, si soy.

-Perdóname, es que no te había reconocido.

-Tranquila, a estas horas es normal. –Dijo con media sonrisa

Natalia escogió el brazo derecho para realizar la extracción, le cogió el brazo a la rubia con sumo cuidado pasándole por encima un algodón para desinfectar la zona.

-Venga, vamos a ello.

En el momento en el que Natalia clavó la aguja para realizar la venopunción se dio cuenta de la tensión en el cuerpo de Alba.

-Esto ya está. –Dijo a la vez que le ponía una gasa con esparadrapo en la zona en la cual había realizado la extracción. –Aprieta la gasa durante unos minutos. Si te mareas puedes quedarte e ir levantándote poco a poco hasta que te encuentres mejor y luego debes volver a la sala se espera hasta que te llamen.

-Muchas gracias Natalia.

-No es nada.

Qué incómodo, es lo primero que pensó la morena al darse la vuelta para poder atender al siguiente paciente.

Por otra parte Alba seguía sorprendida, a la última persona a la cual esperaba ver un Viernes a las tres y media de la mañana en aquel hospital era a la morena, con la cual años atrás había compartido una gran amistad y la cual acabó en dejar de hablarse por una pelea.

Natalia siguió con su trabajo y atendiendo al resto de pacientes  vio de reojo como Alba se levantaba y se marchaba hacia la sala de espera. El resto de la noche Natalia siguió con su trabajo tanto en urgencias como en planta.

La morena se encontraba vigilando las constantes de un paciente de veinticinco años que había llegado en coma por un accidente de tráfico.

-Bueno Adriá, parece que seguimos bien, pero hay que salir adelante. Me ha dicho tu madre que mañana vendrá tu hermana a verte. Yo vendré el Domingo a ver cómo sigues. –Dijo cerrando la carpeta con el historial de su paciente.

Natalia era de las que pensaban que hablar a los pacientes a pesar de que estuvieran en coma podía ayudarles a salir de ese estado, al igual que las visitas familiares solían ayudar bastante a la mejora de los pacientes, por eso ella siempre hablaba con ellos estuviesen conscientes o en coma.

Salió de la habitación cerrando la puerta y vio que el reloj marcaba las seis de la mañana, por lo que se dirigió a la zona del personal para cambiarse e irse a casa a descansar. Las rotaciones para hacer noche solían cansar bastante a la morena, pero no le importaba mucho ya que su trabajo era una de las cosas que más le gustaban de su actual vida adulta.

Salió del hospital dirigiéndose al parking y se montó en su coche Kia Stonic 1.6 rojo en dirección a su casa y pensando en Alba, en cómo estaría y por qué tendría esos mareos y vómitos, aunque la morena al ser enfermera podía hacerse una idea del por qué de aquellos síntomas.

Al llegar a casa saludó a Fígaro, el gato que había adoptado hacía un año junto a Marta, su amiga y compañera de piso, que se coló entre las piernas de la alta.

-Hola bolita. –Dijo saludando al felino.

Después de unas cuantas caricias entre animal y dueña se dio una ducha rápida y se metió en la cama a dormir después de una intensa jornada de trabajo de noche en la cual se había encontrado con Alba Reche, su primer amor.

Aura - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora