La Confrontación

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"La traición es una mancha que jamás envejece" 

En medio de la oscuridad, Misato flotaba en la nada misma y eso le trajo el recuerdo de su llegada al mundo. De su reencarnación. Pero esta vez, ella pudo distinguir una pequeña llama azul a la distancia.

La kunoichi se acercó a paso vacilante flotando entre las nubes de la oscuridad. La llama casi se apaga cuando estuvo a su lado. Su corazón se aceleró al ver la figura de Rikudo Sennin escondida entre la luz azul.

Tiempo sin vernos, Misato — habló el hombre poderoso

Lo sé — respondió Misato con rostro neutral

En el pasado te he dicho que tu reencarnación y los cambios que trajiste tendrían un precio — la miró seriamente — el destino no perdona, Misato... — la mujer tan solo miró la llama azul — salvaste y cambiaste la vida de muchas personas, escapaste de la muerte y también has quitado vidas, todo eso tiene un precio

Por favor, Rikudo Sennin — interrumpió Misato en desesperación — que mis seres queridos no paguen por mi interferencia — rogó

No está en mi poder decidirlo, Misato — respondió el Sabio de los Seis Caminos — no depende de mí, solo vine a advertirte

¡No lo permitas! — exclamó Misato con los ojos lagrimosos

No hubo respuesta. El Sabio de los Seis Caminos desapareció en un halo blanquecino. La llama azul se apagó por completo. Misato permaneció en la oscuridad.

Con un leve temblor y sudor frío, Misato se despertó bruscamente. Tenía una mala sensación, aquel sueño no diagnosticaba un buen porvenir. La puerta de su habitación se abrió revelando a sus pequeños hijos en pijama y corriendo a su cama para saludar a su madre.

Misato sonrió levemente cuando la abrazaron y se peleaban por quién la abrazaría primero. La kunoichi los abrazó a todos a la vez y los envió a desayunar con una sonrisa. Sus hijos eran su mayor tesoro.

Otro sueño inundó su mente. En lugar de oscuridad, sólo había destrucción. Su aldea, Uzushio, estaba completamente destruida y quemada. Cuerpos carbonizados y descuartizados rodeaban las calles principales.

Ese día, luego de despertar, Misato se encargó de buscar posibles amenazas para Uzushio. Sus consejeros estaban sorprendidos por la repentina preocupación. Sin embargo, ninguno pudo encontrar rastros de enemigos.

Después de tres días, Misato volvió a la oscuridad. Y allí vio una cama en ruinas con una mujer sin rostro y luchando por dar a luz en una especie de celda con antorchas que apenas iluminaban el lugar.

Cada quince días, Misato recibía informes sobre el desempeño y estadía de su hijo Shisui en Konoha. Naruto le aseguraba que era un niño muy capaz e inteligente y que se llevaba muy bien con su equipo genin y que su líder era Konohamaru Sarutobi. Aquello trajo una sonrisa a Misato.

Eran tiempos de paz. Cada aldea colaboraba entre sí, un hito jamás visto. Los acuerdos comerciales trajeron grandes beneficios y buenas relaciones entre aldeas. Y finalmente, Uzushio pudo convertirse en una potencia, mucha gente llegó para unirse a la aldea y fueron bien recibidos.

Misato no volvió a tener extraños sueños. Pero un día, recibió un pergamino sellado sólo para ella. Se aseguró que no contuviera jutsus peligrosos, finalmente con su chakra abrió el pergamino. Allí había una frase y una imagen. Misato se congeló al ver la imagen, y una gran angustia la inundó.

Más tarde en ese mismo día, la kunoichi continuó con sus deberes como Uzukage y cenó junto a sus hijos para luego enviarlos a descansar. Tadao y Haruo sabían que algo sucedía, su líder estaba inusualmente muy seria y en silencio. Sin embargo, ella escuchó con atención todas las aventuras del día de sus hijos. Itachi no estaba en la aldea, se encontraba en una misión comercial con Kiri.

Crónicas de una kunoichi: UzushiogakureDonde viven las historias. Descúbrelo ahora