Capítulo 4.

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Sabrina.

Toda mi vida me he intentado sentirme segura de mí misma, de no dejar que nadie pase por encima de mí, y claro, de verme fabulosa en el proceso. Cuesta algo de trabajo, eso es obvio, y unos días son más difíciles que otros, pero nada de eso importa cuando estoy con mi hermoso Zachilin y mi amorosa Kait. Estar con ellos convierte un mal día en uno bueno.

Salgo de mi habitación, lista para irme a la universidad y ver a las dos únicas personas con las cuales me casaría sin dudarlo, cuando escucho la conversación de mis padres en lo que camino por el pasillo.

—Otra vez esos muchachos. No se cansan de hacer escandalo —alega, y aunque no la veo, podría jurar que camina de un lado a otro.

—Cariño, creo que son mujeres así que...

—No son mujeres, Ryan, son hombres maricas. Todo estaba mejor cuando no sabíamos acerca de ellos, y ahora que se revelaron no paran de aparecerse. Mujeres con mujeres, hombres con hombres, mujeres que quieren ser hombres y al revés. En verdad no los soporto, y dudo que Dios los deje entrar al reino de los cielos, es tan... antinatural. Odiaría estar bajo el mismo techo que ellos, ya tengo suficiente con escucharlos cada semana.

El pecho me empieza a doler por las confesiones de mi madre, palidezco al escuchar la última palabra que salió de sus labios. Por un momento quiero llorar, y la imagen de Jesús en la cruz que cuelga de la pared no ayuda mucho, porque siento que me mira y me juzga, justo como lo hace ella.

Retrocedo hasta ir al baño, cierro la puerta con seguro e intento calmar mi respiración, el reflejo en el espejo muestra todo lo contrario a cómo me sentía esta mañana cuando desperté, mi rostro se pone rojo de inmediato. Aguanto las lágrimas tanto como puedo, me repito una y otra vez que estoy bien, una mentira que si o si, tengo que creer para poder seguir. Hago un gran esfuerzo para que no se arruine mi maquillaje y, después de unos minutos, salgo.

—Buenos días. —Finjo una sonrisa saludando a mamá y papá, doy a cada uno un beso y abrazo antes de sentarme a desayunar.

—¿Descansaste, cariño? —pregunta papá y acaricia mi mano.

—Claro, ¿Por qué crees que amanecí tan hermosa hoy? Mis sueños reparadores siempre funcionan.

Mi padre se ríe ante mis ocurrencias, como él las llama, mientras que mi madre sonríe, pues a ella le gusta que reconozca que soy linda, pero no demasiado, porque Dios no toleraría mi actitud en su reino.

—Qué bueno que tu si hayas podido dormir, nosotros tuvimos que escuchar a esos hombres que se visten de mujer, creo que les llaman drag queen. Fue horrible, cada día los tolero menos —dice mi mamá con una mueca.

La verdad es que también lo vi, anoche no podía parar de sonreír, quería escaparme de mi casa solo para estar con ellos, parecían tan libres siendo ellos mismos, lucían mejor que nadie que haya visto en mi vida, me quedé despierta un buen rato solo para verlos brillar. Una parte de mi los acompañaba en las calles.

Ahora, un nudo se forma en mi garganta, y juro que voy a vomitar si sigo escuchando a mi madre.

No termino de desayunar, pues bajo apenas mi celular suena con una llamada de Kait. Me despido rápidamente de mis padres, les digo que llegaré tarde a mi clase y con eso me dejan ir.

Frente al edificio veo la minivan de Nick estacionada, dentro de ella se encuentran Tyler, Nick, Zach, Justin y Kait. Esta última no pasa por alto mi estado de ánimo.

—Oye ¿Qué pasó? —murmura a mi lado.

—Te explicaré luego.

Ella no insiste, solo toma mi mano durante el camino a la universidad. Mis mejillas arden ante tal acto, obligo a mi corazón a controlarse, porque ahora no es momento de ponerse sentimental.

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⏰ Última actualización: Oct 26 ⏰

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