Prólogo.

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Narrador desconocido.

La mayoría de las personas pasan su vida en busca del amor, a otras simplemente les llega sin pedirlo. Quieren esa felicidad que se produce cuando ven a alguien e inmediatamente, su corazón late, incluso si están al otro lado del mundo o a dos pasos, el amor los hace sentir más cerca de lo que cualquiera puede pensar. Buscan quien los acompañe y se quede en los peores momentos, en los días llenos de alegría, sin importar si afuera hay un huracán.

Pero, que encuentren el amor, no significa que se queden. No para siempre.

Esta historia no comienza conmigo, sino con dos hermanos que conozco muy bien. Ellos son: Tyler y Kaitlin Danford. Dos chicos que tenían el amor como la última prioridad en su lista ¿La razón? Nunca lo supe. Kaitlin se mantuvo alejada de cualquier relación amorosa, mientras Tyler prefería amor de una sola noche e irse. Ellos dos no tenían ni idea de lo que les esperaría este año universitario.

—¡Kaitlin, son las nueve de la mañana! Despiértate ahora.

La menor se levanta asustada de la cama, creyendo las palabras de su hermano mientras se dirige al baño, en donde toma una rápida ducha con agua fría para despertarse. Antes de lo esperado, baja las escaleras de su casa con unos jeans claros de bota ancha que ajustaba perfectamente su cintura y cadera, una camisa con un ligero escote en V, blanca con mangas largas, un abrigo de lana beige. Alcanza a escuchar las risas de Tyler y su madre. Kait mira el reloj en el celular de su hermano y esconde las ganas de mandarlo al carajo al mentir acerca de la hora, pues aún era temprano.

—Lo lamento, pero era la única forma de que despertaras —dice Evelyn Danford, mientras retira un mechón de su cabello castaño del hombro. Acto seguido señala el plato de su hija para que se siente—¿Están listos? —pregunta la mayor de la casa.

—Yo sí. Un par de meses más y me gradúo —comenta Tyler con entusiasmo. Algo que resaltaba en él eran sus ojos dormilones y poco expresivos de color verde, al igual que su cabello revuelto castaño claro y mandíbula cuadrada, marcada sin llegar a exagerar. Su altura era de al menos 1. 80 m. Su musculatura promedio y fuerza lo hacían un ágil jugador de fútbol americano de la universidad.

—No me lo recuerdes, mi bebé ya casi termina la universidad —dice la madre, finge llorar, aunque en el fondo en verdad quiere hacerlo. Que su hijo se gradué es el equivalente a que se vaya de la casa. Y entonces solo quedarían ella y Kaitlin.

—A mí me da igual, ni que fuera muy emocionante. A mí aún me faltan tres años para terminar —replica Kaitlin. A diferencia de su hermano, ella tenía ojos azules gatunos, vivaces e hipnotizantes, cabello largo hasta la mitad de la espalda igual de castaño que Tyler, su altura mayor al promedio y notorias curvas la hacían una mujer muy llamativa como si fuera poco.

Ambos hermanos fueron bendecidos con belleza. Que envidia.

—Si así lo piensas saldrá de esa forma, por eso debes iniciar todo positivamente —aconseja su progenitora.

—En año nuevo me enfermé, golpeé, casi caigo por la montaña camino a la casa de la abuela y fui atacada por mosquitos. Mamá, eso ya es una señal de cómo me irá en el año o en mi vida social.

—¿Tienes vida social? —Se burla el hermano antes de dar un sorbo al chocolate.

—Nadie pidió tu opinión, vago. —Le devuelve la burla, a lo que la madre le da un pequeño zape en la cabeza por responderle así a Tyler.

—Solo disfruta tus años en la universidad, Kait. Haz nuevos amigos, sal a divertirte, incluso enamórate. No puede salir nada mal. Pero en serio, sal un poco de tu cuarto. Y tu, —Señala a su hijo mayor— sal menos. Los quiero. —Evelyn recoge sus cosas mientras se despide de cada uno, finalmente va a su trabajo.

Fail en el amor [Fail#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora