Cap 1

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Hay una ciudad donde hay una casa demasiado extraña o tal vez demasiado genial dependiendo de cómo la quieras ver.

En esa casa cada habitación se adapta a la persona que haya entrado en primer lugar y ha partir de ese momento la habitación no cambia hasta que la persona dueña de ella renuncie y se mude o termine muriendo.

En esos casos la habitación volverá al estado original como si nunca hubiera estado nadie allí.

Pero la gente que ocupa esas habitaciones no son gente ordinaria, las habitaciones se ganan, tienes una porque vales no por simple enchufe.

Cada uno de ellos fue traído de un portal dimensional por un hombre al que siempre llaman padre por mucho que no tengan parentesco entre ellos.

Actualmente hay seis personas sin contar al padre que viven en esa casa.

Hoy nos centraremos en los tres primeros refiriéndose a la edad, vamos los más mayores.

Dairey es un chico muy peculiar, es un deseoso de sexo pero no como se conoce, Dairey colecciona chocolate y con la magia de su látigo los convierte en una persona que cumpla todos sus deseos por muy infames que sean.

El sexo varía según el tipo de chocolate, cada sabor es una experiencia distinta por eso los colecciona, quiere probarlo todo y guardar los que más le gusten.
Nunca se los comerá de forma ordinaria.

Pero hay un problema.
Su látigo tiene un límite y si ese límite se excede Dairey morirá, es un límite que cada dos años se reinicia por eso Dairey no se preocupa por ello.

Pero con una melodía exacta puedes obligarlo a sentirse excitado y que te pida clemencia.

Puedes obligarlo a usar su poder y morir, esa crueldad fue por una mujer que estaba celosa de lo que su esposo hacía con aquellos chocolates y toco esa canción incontables veces hasta verlo muerto.

Nadie aprobó lo que hizo y decidieron que nadie más podría encontrarla.

Algunos la conocían y querían usarla pero necesitaban un instrumento en concreto que no tenían.

Pero Nora cambio aquello, ella siempre quiso seducir a Dairey para sentirse importante ya que era el único hombre que no sucumbió a sus pies y se pasó recorrido medio mundo solo para encontrar el instrumento que le permitiese aprovecharse de él.

Con la herramienta de los portales de el padre se le hizo una tarea más rápida de lo usual.

Eso nos lleva a el domingo donde sería el día perfecto para Nora ya que del cuarto al sexto se irían a una acampada junto con el padre.

Lo que significa que solo estarían en casa los tres primeros, pero la habitación de Akil quedaba lejos de la de Dairey asique no había problema.

Nora se aproximó a el cuarto de el demonio con la flauta y una grabación de la melodía que anteriormente había tocado simplemente para comprobar si funcionaba y torturarlo todavía más.

Una vez en la puerta sonrió y se adentró en la habitación. Una vez adentro, pudo ver como Dai (le llamare Dai a partir de ahora porque es más cómodo) estaba terminando un castillo de chocolates usándolos como si fueran ladrillos en mitad de la habitación.

Cuando entro la miró con indiferencia pero al darse cuenta de que tenía la flauta automáticamente se puso tenso y sus ojos rojizos reflejaron el mayor terror posible.

Nora comenzó a hacer sonar aquella melodía que él tanto temía escuchar.

Su cola apareció y unas espirales negras en su cuerpo se hicieron presentes.

La chica solo miraba la escena divertida, el chico había caído encima de su castillo desmontandolo mientras se retorcía.

-no, mi castillo, se han aplas-tado. Una lágrima recorrió su mejilla, él adora sus chocolates y verlos aplastados le dolió en el alma.

Empezaba a respirar de forma agitada mientras presionaba su brazo contra su entrepierna, en un intento desesperado de calmarse.

Pero la melodía no cesaba y cada vez lo soportaba menos, miró su látigo, lo necesitaba, y con su mano intentó alcanzarlo, quizá el dolor le ayudaba.

Nora lo notó y pateó el látigo hasta la otra punta de la habitación para dejarlo fuera de su alcance, se sentó en el suelo alargando la pierna derecha hacía él y con una sonrisa ladeada le dijo:

-puedes restregarte sobre mi pierna si lo deseas.

Dai no quería ceder, sabía que si lo hacía volvería a caer en su circulo viciosa personal y sabía que su látigo si volvía a caer no lo soportaría.

Su magia era limitada, pero no podía seguir así.

Dai terminó cediendo estaba temblando lleno de sudor y casi sin aliento.

Cuando empezó a restregarse ella solo se reía.

Su cara toda roja, temblando y salivando más de la cuenta, para acabar corriendose abrazado a su pierna, al final esa pierna parecía cascada de lo mojada que estaba, lo cual le pareció algo asqueroso pero por otro lado sabía que no tardaría en buscarla y se fue satisfecha al saber que se podría desacer de él fácilmente.

mala influencia (+18) (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora