Free

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Corro, no paro de correr. El viento golpea mi cara, enrieda mis cabellos y hace arder mis ojos.
Mi mirada llueve, mis puños están cerrados y me duelen las piernas.
Todo mi cuerpo se vuelve más y más frágil con cada pisada. Mis pies golpean la tierra con fuerza y me impulsan a seguir trotando.
Me duele el pecho, mis pulmones están castigados y fatigados, mi nariz ya no sabe como inhalar más aire para poder seguir.
Estoy agitada, cansada, adolorida, agotada.
No paro.
Me duele, me duele.
No paro.
Las casas a mi alrededor se ven borrosas, los autos se ven pasar y alcanzo a escuchar bocinazos.
Llego a las vías, las siento bajo las plantas de mis pies, piso las piedras y de un momento para el otro ya estoy yendo por el Boulevard.
Sin pensarlo mucho más, doblo en aquel desvío.
Sin dudar mucho sigo corriendo.
Las últimas partes del trayecto fueron las peores, pero llegué. Por fin llegué.
Mis piernas se vuelven de cristal y dejo que se derritan haciendo que yo caiga sobre ellas. Los autos y los camiones nunca dejaron de pasar.
El sol se está poniendo en frente de mis ojos, los pájaros comienzan a volver a los árboles, las luces de la ciudad comienzan a encenderse.
No avisé a nadie, no pedí perdón, no dije lo que sentía y lo que pensaba.
Todo aquello que reprimí, por fin dejará de atormentarme.
Me paro, camino unos pasos, me inclino para comprobar la altura. Me aseguro de que nadie esté prestando demasiada atención.
Y soy libre.

Ahora nos abrazamos en sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora