Capítulo Tres.

32 1 3
                                        

Corría, y corría. El viento pasaba fuertemente, y sus mejillas como su rostro, seguían completamente pálidos, lo único que podía hacer era correr, correr hasta llegar a casa de su abuela, lo único que podía pensar era recordar todo, el momento exacto, el lugar exacto, el rostro de tristeza profunda de la madre, y el rostro de furia de su padre.

Al pasar unos minutos, Jack llegó a la casa de su abuela, tocó la puerta desesperadamente, hasta que le dolieran los nudillos. La abuela salió sorprendida, vió al niño, y apenas el niño la vió, corrió a sus brazos y la abrazó fuertemente para no soltarla jamás. No iba a dejar que ella también lo dejara, no iba a dejarla.

Entraron a casa y la abuela le sirvió una taza de chocolate caliente y un pastelillo, el niño indiferente, recordó lo que le había entregado su madre, sacó el sobre de su chaqueta, y se lo entregó a su abuela, luego se dispuso a comer.

La abuela extrañada, abrió el sobre.

Querida madre, Clara:
Madre, hoy, me dispuse a viajar muy lejos, cualquier lugar, lejos de Eric, todo lugar lejos de el sería el Paraíso. No tengo mucho tiempo antes de que se despierte, descubra que no estamos, y me siga. Se que va a pasar, pero tengo que intentarlo, escapar de el. Si Jack te entrega esta carta, es porque... pasó, nos alcanzó, y se deshizo de mi.
Por favor recibe a Jack en tus brazos, eres lo único que le queda. Se que lo harás.

Con amor, tu hija.

Así terminó la carta, la abuela supo todo, se imaginó paso por paso de lo que cree que ocurrió en su cabeza. Sufrió por la perdida de su hija, luego se dio cuenta que Jack... Que Jack había observado todo, se sintió terrible, pudo sentir el horror del niño. Se armó de valor, dejó atrás su sufrimiento, y se hizo cargo del niño.

Años más tarde, Jack vive en casa de su abuela.

-Jack! Cariño! Vamos al supermercado!-

-Voy bajando abuela!- Jack bajó al primer piso, se dirigió donde su abuela y fueron a tomar el bus.

Al llegar al supermercado, estaba más vacio de lo habitual, mejor, así no tenían que hacer la fila. Sacaron un carro, y fueron a la sección de conservas.

-Saca unas 2 latas de durazno, cariño.- Le dijo amablemente a Jack su abuela.

Jack sacó 2 latas de durazno, y las puso en el carro. Luego hicieron todo el recorrido en el supermercado, se dirigieron a la caja, y pagaron. Jack tomó todas las bolsas, sin dejar que su un poco frágil abuela hiciera carga alguna.

-Gracias mi niño- Le dijo, muy amablemente y agradecida.

Jack le sonrió, luego fueron a tomar un taxi.

En invierno, la calles se congelan, quedan llenas de nieve. Con el frío acompañandolos, y siempre la oscuridad en las mañanas. El viento frío sin compasión, arrasaba con todas sus fuerzas.

Sentados dentro del taxi, Jack estaba un poco preocupado por el clima, el taxi no iba a la velocidad adecuada, las ruedas se deslizaban sobre el poco hielo que cubría la superficie de las calles frías de la ciudad. Aún así, confió ciegamente en el conductor.

El VigilanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora