Amanecía un frío día de otoño, como otro cualquiera. Pero este día no era uno cualquiera sino que era el día de mi trece cumpleaños, lo que significaba el comienzo de mi adolescencia.
En aquel entonces estudiaba en el Liceo Francés y aunque no me esforzaba mucho en sacar la nota más alta, siempre conseguía tener una nota lo suficientemente buena. Mantenía una relación de casi tres meses con mi primer novio por lo que estaba muy ilusionada pero mi madre no lo estaba tanto como yo, por eso podía estar más de un mes sin verle. Pero la casualidad es que jugaba cerca de donde yo vivía y dos días después iría a verle después de no haberle visto desde el 26 de septiembre de aquel año.
Como cualquier niña tenia una mejor amiga que vivía lo relativamente cerca mía como para vernos las veinticuatro horas del día, además de vernos a todas horas en el colegio.
Éramos como uña y carne pero poco a poco nos fuimos distanciando debido a mi relación. Aunque mi madre no seguía convencida, se fue convenciendo al paso del tiempo.
La clave fue el último día del año, cuando él y yo mantuvimos una conversación en la cual tratamos temas típicos para esa época del año pero para mi era algo diferente. A partir de ahí lo nuestro no sería lo mismo. Empezamos a vernos cada fin de semana y mi madre y yo empezamos con la mítica tradición de ir a verle cada sábado a las 8 de la mañana a cada campo de fútbol a sus partidos. No todo era tan perfecto puesto que el hablaba con numerosas chicas, cosa que yo odiaba y era ahí cuando teníamos discusiones inaguantables que siempre solucionábamos con un beso.
Como cada pareja, quisimos conocernos más físicamente y claro aunque éramos jóvenes, empezamos con ese tema y poco después en mayo, exactamente el día tres, fue el día especial en donde ya no volvería a ser una niña pequeña.
En aquella época no tenía muchas amistades que digamos pero pude recuperar alguna. Se creó un grupo de cinco chicas directioners, éramos todas del liceo y nos pasábamos los recreos en los baños grabando vídeos de juegos inventados o de canciones de One Direction. Solo quedamos una vez fuera de clase, y fue para despedirnos de dos de ellos que se iban del colegio. Una de ellas se cambiaba de colegio, y la otra se iba a vivir a Marruecos y fue bastante duro.
Empezó entonces el verano, y con ello supuso la mítica orla de mi hermano en Ingeniería Informática. Después de una noche perfecta llena de familia y amigos, empezaban dos meses de noviazgo intenso. Me sentía super acomplejada de mi físico y fui capaz de ir a la playa una sola vez. Pasé esos dos meses en el sur con él y mi apdre hasta que llegó el día de nuestro aniversario. En aquel día me preparó una cena super romántica en mi balcón lleno de rosas y regalos, como por ejemplo un cojín con una foto nuestra. Fue una de las mejores noches. Se acabó el verano pasando por las fiestas de Melenara a la que fui con él pero como no, enfadados. Discutíamos cada segundo.
Empezó el curso más complicado y con ello, un nuevo piercing. Me entró una gran manía por los piercing y el primero fue el helix. En octubre de aquel año, mi madre se decidió por fin a apuntarme en una escuela de baile después de haber estado tanto tiempo sin bailar. Mi primera modalidad fue funky y me encantaba. El tiempo iba pasando y conseguía ver a mi novio casi todos los días a pesar de tener que compaginarlo con mis densos estudios ya que me esforzaba al máximo.
Como regalo de aniversario, mi madre nos regaló un viaje a Barcelona con ella y mi padre. Eso significaba nuestro primer viaje juntos lo que sonaba maravilloso. El viaje estuvo lleno de baches ya que discutíamos sin parar pero cuando estábamos bien era perfecto. La verdad es que este viaje nos ayudó a unirnos mucho más. Hasta qué volvimos...
Se iba acercando entonces, el gran día.
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La historia de mi vida
Teen FictionTodas tenemos mil cosas que contar de nuestra vida, cosas que queremos recordar por siempre, y que mejor que escribirlo. La adolescencia empieza a los 13 años y acaba a los 18. Y ese es el periodo en el que se basa esta historia.