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‣ Un verdadero caballero, respeta tu espacio personal en todo momento, haciéndote sentir cómodo a su lado◂


Esa mañana, cada paso por los alrededores de todo su hogar eran pesados, su cuerpo se sentía pesado, y creía que en cualquier momento iba a quedarse tendido en el suelo por el cansancio.

Acenix, prefirió quedarse unos minutos recostado en el sillón tratando de recuperar energía, mientras que a su lado tenía una taza de café sobre una pequeña mesa la cual era ignorada por el peligris. 

Su compañero de departamento se asomó desde la cocina, extrañado por el comportamiento del menor. Segundos después de acercó a él. 

— ¿Sucede algo, Acenix? — Cuando llegó, colocó sus manos sobre la frente del menor, asegurándose de que no se encontrara enfermo. Afortunadamente no era así. — No estás mal, ¿Qué tienes?  

El menor dejó de mirar solamente al techo y posó su mirada sobre el pelirrojo. ¿Cómo le decía a su amigo que a veces tenía esos momentos donde se decaía por completo? 

Relamió sus labios antes de responder y sonrió forzadamente. — No pasa nada, simplemente hoy no es unos de mis mejores días. — Contestó el peligris y se acomodó mejor en su sitio para empezar su mañana.

— ¿No quisieras cancelar todas tus actividades de esta tarde? Digo... sé que hoy quedaste con Víctor. — El pelirrojo tomó asiento a su lado y notó como Acenix lo miraba un tanto confundido.

— ¡Pero tío, avisa antes que tenía planes hoy! — Contestó rápidamente Acenix cuando reaccionó. — Te debo una, Raptor. — Y corrió hacia su habitación, donde por poco, casi se caía en las escaleras por eso. 

Raptor solo movió en negación su cabeza y sonrió a lo bajo.

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Un suspiro se hizo presente entre los dos, donde desde hace menos de cinco minutos, es lo único que se logró escuchar desde que se vieron en el lugar acordado. 

Acenix sólo se dedicaba a mirar los alrededores, en silencio, mientras que el castaño lo acompañaba a su lado sin mencionar palabra. Al parecer, el mayor notó una cierta distancia con el menor ese día, por lo que no preguntar en el poquito rato que llevaban juntos se estaba volviendo algo extraño.  

El menor, por su parte, le parecía raro que Víctor no dijera nada, pero, sinceramente, le agradaba que le dejara su espacio a pesar de no saber lo que sucedía. 

— ¿Quieres comer algo? — Preguntó el castaño sin dejar de observar detalladamente a Acenix. El peligris se dio cuenta de ello pero siguió mirando hacia los lados. — Pienso que comer algún dulce no viene nada mal.

Acenix detuvo su paso y Víctor también, antes de que el mayor mencionara algo, el menor volteó a su dirección, se inclinó un poco hacia él y dio la primera sonrisa de la noche — Claro, me gustaría. — y movió ligeramente su cabeza, haciendo que caigan traviesos mechones por su rostro.

Aquella acción hizo que Víctor hiciera algo sinceramente inesperado, y se podría decir que incluso él mismo se sorprendió después. Éste, se habría acercado rápidamente cuando notó los cabellos del menor sobre su rostro a pasarlos por detrás de su oreja, y aprovechando a acariciar la suavidad de sus pálidas mejillas.

 — Tus mejillas son tan suavecitas como el algodón. — Mencionó Víctor junto con una risa.

Acenix retrocedió avergonzado, colocó sus manos sobre su ardiente rostro y trató de ventilarse con ellas. Ese chico logró con simples palabras que empezara a agitarse por no saber que decir y que el rubor en sus pómulos subiera a montones. 

— ¿Q-qué? — El peligris balbuceó.

— Sigamos, Acenix. — El mayor retomó el paso sin dejar de sonreír y dejando al menor unos pasos atrás.  

Era probable que haya notado su reacción.

Pero, algo que no sabía Acenix, era que Víctor se sentía feliz, porque observó como volvía el menor a ser el mismo, y porque por primera vez, prestó atención a la tranquila aura que Acenix poseía.  

Después de unos minutos, llegaron al centro del parque donde encontraron muchos juegos a los alrededores y tiendas de dulces. Víctor compró una manzana acaramelada y Acenix un algodón de azúcar. 

— ¡Ya sé! Deberíamos subir a alguno de esos juegos — Comentó Acenix mientras le daba cortas mordidas al dulce. — Vamos, yo pago esta vez. — El menor se colocó frente a Víctor y empezó a pestañar infantilmente para convencerlo.

Víctor sonrió ante la escena y sólo le quedó afirmar a la idea del menor.

Rápidamente Acenix tomó de la muñeca y lo guió a formar fila, donde entre sonrisitas y miradas divertidas, pasaron ahora a estar sentados sobre unos carritos chocones; cada uno al lado del otro y sin poder evitar rosar sus manos en el pequeño espacio. 

Mientras se divertían, Acenix sonreía automáticamente cuando escuchaba las risas del mayor al no poder controlar el coche e ir en diferentes direcciones. 

— Que lindo. — Dijo el menor si percatarse de haberlo dicho, pues Víctor volteó hacia él de inmediato. 

— ¿Qué te parece lindo? ¿Yo? — Habló medio burlón el castaño.

Acenix se sintió desfallecer cuando pensó que el mayor entendió a lo que se refería.

— Solo olvídalo. 

En definitiva, la segunda cita no resultó tan mala, pues todo el tiempo Víctor siguió como todo un caballero, quien sin preguntar mucho por su actitud distante al comienzo, siempre trató de sacarle un sonrisa. Así, demostrando una gran comodidad con él.

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holahola, gracias por leer este capítulo algo random jaja <3

no duden en corregir si encuentran algún error 🥺💕

ᴄʜɪᴠᴀʟʀʏ ɪꜱ ᴅᴇᴀᴅ [ᴠɪᴄɴɪx]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora