XVIII

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—Agradece que tu padre no estaba despierto. Imagínate lo que hubiera hecho si se enteraba que llegaste tarde.

—Solo llegué un poco tarde.

—¡A las 5 de la mañana, SeungCheol!—exclamó la señora Choi—. Dios, sabes que él no se opone a que salgas, ¡pero debes respetar la casa!

SeungCheol hizo una mueca. Los gritos de su madre le provocaban dolor de cabeza. Apenas eran las once de la mañana y su madre tuvo que sacarlo de la cama a rastras. El señor Choi imaginaba que su hijo mayor había llegado cerca de la una de la mañana. Daría el grito al cielo si llegaba a enterarse que llegó a casa casi al amanecer.

Chan ingresó al comedor. Llevaba una bufanda verde esmeralda alrededor del cuello. SeungCheol ahogó una risa.

—¿Y eso?

—Me lo dio una compañera del colegio. Pienso usarla hasta que se desgaste.

La señora Choi lo miró con intriga. Estaba a punto de continuar reprendiendo a su hijo mayor cuando su marido hizo presencia en la cocina. El señor Choi llevaba su habitual traje de panadero. A pesar de los años, del arduo trabajo, continuaba preservando su imagen. Era alto y llevaba un par de ojos iguales a los de SeungCheol. Ligeramente robusto y se veía muy grande junto a su diminuta esposa. Chan hizo una mueca de asco al ver como sus padres se besaban.

—SeungCheol, date prisa, hijo. Hoy al parecer tendremos buenas ganancias—dijo con felicidad mal disimulada el señor Choi—. Hoy se acaba el festival.

Lo había olvidado. Ese día se suponía que era el último en que JeongHan se presentaba. Sintió pena al recordar que no iba a poder presenciarlo, pero no podía hacer nada. Le prometió a su padre ayudarle con la panadería. Solo asintió y apresuró su café.

La señora Choi le entregó un par de aspirinas para el dolor de cabeza y la resaca antes de que SeungCheol y su padre se marcharan.

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Su padre tuvo razón respecto a las ganancias. La panadería estaba totalmente repleta y lo único que tenía que hacer era entregar los pedidos mientras una de las empleadas del lugar anotaba los pedidos y se los pasaba. Durante la tarde tuvieron que tomarse turnos para poder almorzar y así evitar que un desorden fuera ocasionado en el lugar.

Pronto llegó el atardecer y tuvieron que cerrar. Al ser domingo, no existía la obligación de mantener la panadería hasta tarde. Los empleados fueron recompensados con unos cuantos pancitos rellenos de manjar y azúcar blanca por la cubierta. Reían y bromeaban mientras limpiaban el lugar. SeungCheol los consideraba mucho más que simples empleados. Eran sus amigos, y a pesar de no pasar tanto tiempo a su lado, los valoraba y estimaba mucho.

—¿Por qué terminaron?—preguntó SoJung, una preciosa rubia alta, que llevaba la cabellera atada en una coleta alta. Ella limpiaba el mostrador—. Se veían tan bien juntos.

—¡Porque es un idiota!—expresó otra chica, una más bajita y ligeramente morena—. Que no tiene tiempo. Patrañas.

—Vale, JiHyo. Déjalo. Él se lo pierde—esta vez respondió un pelinaranja, que barría el piso con movimientos graciosos—. ¿Y tú, SeungCheol? Me han dicho que tu novio es muy atractivo.

SeungCheol no pudo evitar sonrojarse. Las veces que fue a la panadería, les comentó superficialmente sobre JeongHan. También les comentó que se iba, pero no profundizó el tema sobre ello, pues no deseaba causar lástima. Choi SeungCheol no funcionaba así.

Flower Festival • JeongCheolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora