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Las cejas del peliverde se alzaron en un gesto divertido, claramente leyendo sus intenciones. Minho, por otra parte, accedió y salió del aula, encargándole a Chenle que mantuviera todo en orden.

En cuanto quedaron solos en el amplio pasillo, Jisung comenzó a caminar hasta el final de este, donde había una máquina de bebidas y un poco más de privacidad.

—Muy bien Jisung, ¿qué me tienes que decir?— comentó el mayor relajado, metiendo unas monedas a la máquina y presionando el código para una leche de melocotón.

Mientras Jisung se debatía internamente sobre cómo confesarse, Minho estaba gritando y temblando de los nervios por dentro.

No era ningún secreto para sus amigos, los chicos del club de baile (menos Felix) y matemáticas que él gustaba del menor. Desde el instante en que el australiano lo había llevado a una práctica su corazón se aceleró y un tono rojo se esparció a sus mejillas.

Dios mío, el chico era tan bonito, y Minho no sabía que hacer. Nunca había sentido tal atracción hacia nadie en su vida, y no lograba entender que había sido lo que le atrajo tanto del peliazul.

Si fueron sus regordetas mejillas, sus ojitos brillantes, o su manía de gritar cuando se emocionaba. Todo aquello era demasiado para él, y como el cobarde que era, empezó a salir con varias chicas del colegio. Chicas guapas y gentiles por las que los demás chicos peleaban por conquistar.

Pero no era lo mismo. Ninguna era totalmente genuina, ni tan adorable, ni tan tierna como Han Jisung.

Recordó perfectamente aquel día en que el menor llegó con el pecoso con ese hermoso maquillaje en sus ojos y esos lentes de contacto que le sentaban de infarto. Había entrado en tal ataque de pánico que sólo atinó a decir que se le veía feo el color. Tan solo de recordarlo, le daban de azotar su cabeza contra la pared.

O la vez en que el accidente del termo de café ocurrió, cuando el chico acabó encima suya, y Minho tuvo que usar cada gramo de cordura y paciencia que tenía para no tomar su precioso rostro entre sus manos y besar sus delgados labios.

—¿Hyung? ¿Me escuchó?— la voz del más bajo interrumpió sus pensamientos. Mierda, ¿qué le había dicho? Por la forma en que le miraba, y en cómo jugaba con sus manos mientras sus mofletes parecían cerezas de lo rojas que estaban, debió ser algo muy importante—. Le pregunté si tenía algo en el rostro.

—¿Por qué dices eso, Sunggie?

—Es que... bueno, se me quedó viendo fijamente, así que pensé que...

—Solo tu lindura— soltó de golpe interrumpiéndole a media oración. Tres segundos después, deseó que la tierra se lo tragara de la pena.

—¿A-ah?

Tragó en seco, sintiendo el calor subir y bañar su rostro por completo—. Yo...

pretty boy 「minsung」 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora