05. Con la ropa del otro

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Dia 05: Con la ropa del otro

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Inuyasha observaba como Kagome extendía frente a ella un bonito y pequeño kimono blanco y una mantita del mismo tono que le había regalado Miroku y Sango para que usaran con su bebé el día que naciera. Ambos habían tenido un par de ideas de los colores que querían en la manta de su bebé, pero no podían despreciar aquel gesto de sus amigos.

Sin duda, la usarían el día del nacimiento de su hijo en agradecimiento con sus amigos, por todo el apoyo y todo lo que habían hecho por ellos.

—¿Cómo te imaginas que sea nuestro hijo? —le preguntó Kagome a Inuyasha, doblando con delicadeza los regalos que habían recibido en la mañana.

—Solo será un cuarto demonio, nunca había oído o sabido que eso pudiera existir —comentó, cruzándose de brazos—. Seguramente, saldrá con más características humanas que de demonio.

—¿No tendrá tus adorables orejitas? —consultó Kagome haciendo un puchero con los ojos completamente brillosos. Inuyasha se sintió incomodo así que giró en su posición para dejar de verla.

—No sé cómo se verá, pero si es niña me la imagino muy parecida a ti, con esos ojos marrones que logran que uno haga lo que no quiere —terminó su frase como si farfullara, haciendo que Kagome no pudiera evitar reír.

—¿Y si es niño? —consultó, pero Inuyasha se cruzó de brazos para mirándola fijamente, como si estuviera analizándola

—No sé, pero estoy seguro que tendremos una niña —afirmó con tal seguridad que Kagome solo llevó sus manos a su vientre, pensado en lo fabuloso que sería tener una pequeña niña en su ser.

—¿Una niña?

—Sí —afirmó, tratando de pensar en aquella posibilidad. Le encantaba pensar que pronto el silencio de esa cabaña se vería cortado por el llanto de su bebé, por el andar sin parar y con palabras en forma de balbuceo. Había visto nacer, crecer y dar sus primeros pasos a los hijos de Sango y Miroku, así que aquellos recuerdos le eran suficiente para recreárselos con una beba de cabellos negros y hermosos ojos castaños que se convertiría en la debilidad más preciosa y a la vez, en su motor más fuerte para luchar por ellas.

Realmente el hecho de verse convertido en padre, era algo que nunca había pasado por su mente, esa que solo ansiaba convertirse en un demonio hasta que Kagome con su forma de ser, le hizo aceptar su corazón humano y su sangre demoniaca. En aquel tiempo no se veía ni anhelaba aquella magia de la vida, pero con ella que amaba ambas partes de él, que lo amaba por completo, ver posible esa oportunidad le pintó frente a él un mundo nuevo y sinceramente, no quería restringirse más. Si quería ser feliz, si quería gritarle a los cuatro vientos lo que amaba a la mujer junto a él, lo haría sin pena ni vergüenza.

Kagome era lo mejor que le había dado la vida, y ese bebé solo sería una extensión de ellos, del amor y de las promesas de mantenerse unidos por toda la eternidad.

—Inuyasha —la voz de Miroku lo sacó de sus pensamientos, pues había golpeado la madera al lado de su puerta para hacerse notar— ¿Están vestidos? —dijo con un tono divertido, ganándose que el hanyou le lanzara con un cojín ni bien se asomó por la cortina de paja.

—Idiota —protestó Inuyasha saliendo a enfrentar a su amigo—, ¿qué quieres?

—Tenemos trabajo —le respondió con una enorme sonrisa.

...

El tiempo había pasado con bastante lentitud, pronto se vieron envueltos es sucesos muy extraños que no lograban comprender del todo. Primero, Sesshoumaru se había llevados a sus gemelas la noche que nacieron. Aunque Inuyasha le había comentado sobre que iba ese rito, algo en ella no podía estar tranquila, sobre todo porque las palabras de ese ser que le habló sobre Kirinmaru seguían rondándole la cabeza.

¿Qué debía hacer? ¿Debía contarle lo que pasaba? Tenía miedo porque no sabía como podría reaccionar, y también porque sabía que él no la dejaría pelear embarazada. Pero, ya no pudo soportarlo más, la noche en que desapareció Rin y todos la buscaron sin parar por un día. Inuyasha no había dejado de buscarla junto con los aldeanos hasta entrada la noche, ni siquiera encontró rastro de Sesshoumaru.

—¿La encontraron? —preguntó, abrazándose a su vientre, Inuyasha solo negó con la cabeza agachándose al futon para abrazarla y que ésta se apoyara sobre su hombro derecho.

—No, no hemos encontrado nada, la anciana Kaede está devastada —le comentó, haciendo que Kagome sintiera un ardor en la garganta que generó que sus ojos se pusieran llorosos— ¿Kagome?

—¿Puedes acompañarme afuera? —Inuyasha la observó y aunque tuvo intención de negarse a su petición por su estado, decidió no hacerlo y la tomó en brazos para hacer que ambos se sentaran en el escalón de la entrada de su cabaña a ver las estrellas.

—¿Ya viste alguna tela para la ropa de nuestra hija? —la pregunta le sorprendió, pero asentó con la cabeza

— Vi algunas.

—¿Sabes? He estado pensando y me imagino a nuestra pequeña con una ropa parecida a la tuya, hecha con el mismo material —mencionó Kagome, sin poder ocultar el malestar que sentía por lo que iba a revelar. Ella solo quería darle felicidad a ese hanyou junto a ella.

—¿Cómo la mía? —Inuyasha observó su ropa de rata de fuego, confundido, no era una prenda ideal para una niña— ¿Por qué no mejor algo como la tuya, o la que usan las crías de Sango?

—No, porque si tenemos que elegir la ropa del otro, de alguno de los dos, prefiero que ella use algo que la proteja, algo mágico que la salve del peligro, como la tuya.

—Kagome... me estás asustando, ¿qué pasa? ¿Es por lo de Rin? ¿Tienes miedo de que algo pase?

La sacerdotisa solo suspiró y con eso, supo que algo malo iba a pasar.

—Creo saber que es lo que pasa —dijo, elevando la mirada al cielo estrellado—. ¿Te suena el nombre Kirinmaru?

—No.

—Al parecer odia a los hanyou que descienden de Inu No Taisho —explicó, regresando la mirada a su marido que podía reflejar incertidumbre en su mirada ambarina—. Creo que, por eso, Sesshoumaru se llevó a las niñas de la aldea cuando nacieron, el rito debe ser parte de la protección que le quiere dar. Sí ese demonio va tras la familia de tu padre...

—No solo las gemelas están el peligro, ¿yo también? —se señaló.

—Y ella —dijo, llevando las manos a su vientre—. Creo que la desaparición de Rin tiene que ver también con esto, Kirinmaru la debe tener —siguió hablando, pero Inuyasha no podía quitar la mirada del vientre de su esposa sintiendo la desesperación recorriéndole todo su ser—. Si hubiera sido tu hermano, Jaken me lo hubiera dicho porque sería parte de alguna estrategia que no querrían que arruináramos buscándola.

—Entonces, ¿somos los siguientes? —Kagome solo afirmó con un gesto de su rostro, antes de ser envuelta por los brazos de su marido. Inuyasha por primera vez en mucho tiempo, en vez de tener ganas de saltar a la batalla, sintió miedo. No podía, ni siquiera, imaginar que algo les pasara a ambas.

Así que se quedaron ahí, en silencio, viendo las estrellas esperando porque, como siempre, pudieran salir bien librados de lo que los aguardaba en el futuro.

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Palabras: 1240

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Y terminé otro capítulo solo faltan dos... ;o;

Siento la impotencia que debieron sentir al saber que nunca iban a poder vivir tranquilos y que estaban en peligro... ;o;

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Sí, lo sé no pinta bien esto, pero a ver donde me lleva mi imaginación.

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¡Gracias por leer!

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Aquatic~

20 de marzo 2021

Relatos bajo las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora